¿Será California la próxima víctima de una catástrofe natural?

Nada más diferente del “triángulo pobre” Luisiana-Misisipi-Alabama que California, el estado más rico y poblado de la Unión. Pero tienen dos cosas en común: conflictiva diversidad étnica y riesgos de sufrir desastres.

13 septiembre, 2005

Uno es la falla tectónica de San Andres, sus trescientes hermanas menores y su potencial sísmico. Otro se manifiesta en los más de 1.600 kilómetros de diques se extienden al este de la bahía de San Francisco. Protegen a poblaciones y áreas rurales del delta de los ríos Sacramento-San Joaquín y mantienen la sal del océano lejos del agua potable. Pero ese sistema se deteriora –sostienen varios expertos- y aumenta el peligro de catástrofes como la que arrasó Nueva Orleans.

“Ese delta y su laberinto de diques se destaca en la lista de infraestructuras públicas más expuestas a colapsos”, señala en el “New York Times” el columnista económico Louis Uchitelle. La nómina “abarca carreteras, presas, puertos y puentes afectados en su mantenimientos por recortes presupuestarios locales y federales”. La American Society of Civil Engineers estima que hace falta invertir US$ 1,6 billones sólo en los próximos cinco años, para evitar un deterioro irreversible. Pero sólo hay partidas por 900.000 millones.

A falta de asignaciones adicionales, “cualquier desastre natural tendrá efectos mucho peorres de los que debiera”, sostiene Lawrence Roth, director ejecutivo de la ASCE. “Lo ocurrido en el delta del Misisipi es una clara advertencia”.

El deterioro infraestructural obra de varias maneras. Una es la falta de mantenimiento: casi 13.000 accidentes fatales por año, por ejemplo, se deben a carreteras descuidadas durante demasiado tiempo. También hay saturación de diques, muchos de ellos construidos por productores rurales para transformar lodazales en tierra arable. Ahora debieran ser reparados o consolidados para prevenir el anegamiento de explotaciones y urbanizaciones.

“Ésta es el área de mayor crecimiento en todo el estado y el grueso de la expanmsión tiene lugar en terrenos anegadizos”, apunta Jeffrey Mount, geólogo de la universidad de California, Los Ángeles. “Entre la ignorancia de la gente, la codicia inmobiliaria y la indiferencia del gobierno, estamos levantando nuestra propia Nueva Orleans”.

A su juicio, “el deterioro de estructuras es tal que cualquier desastre futuro no podrá considerarse inesperado o sorpresivo, Exactamenmte como ha ocurrido en el delta del Misisipi. Pero nadie parece dispuesto a hacer nada”.

El cuadro dista de ser local. El gasto total en infraestructura –gobierno central, estados, municipios- representaba hacia 1952 alrededor de 2,25% del producto bruto interno. Las administraciones desde Dwight Einsenhower hasta Lyndon Johnson llevaron esa proporción a 3%. A partir de Ronald Reagan, la cifra fue cediendo hasta debajo de 2%. Y ahí sigue.

Similares cuadros ofrecen los sistemas de agua potable y los de prevención de sismos- A diferencia de, sudeste norteamrico, la costa pacífica es punto de choque entre dos plazas continmentales y California está cortada de abajo hacia arriba por la falla de San Andrés y más de trescientes menores. Entre las instalaciones aposentadas en la región, está el centro tecnológico por antonomasia, Silicon Valley.

En el caso del agua corriente, el panorama es idéntico al del delta. En veaz de los US$ 11.000 millones nauales necesarios, el gastos gubernamental no pasa de 850 millones. Respecto de prevención sísmica, ni siquiera hay estadísticas fiables.

Uno es la falla tectónica de San Andres, sus trescientes hermanas menores y su potencial sísmico. Otro se manifiesta en los más de 1.600 kilómetros de diques se extienden al este de la bahía de San Francisco. Protegen a poblaciones y áreas rurales del delta de los ríos Sacramento-San Joaquín y mantienen la sal del océano lejos del agua potable. Pero ese sistema se deteriora –sostienen varios expertos- y aumenta el peligro de catástrofes como la que arrasó Nueva Orleans.

“Ese delta y su laberinto de diques se destaca en la lista de infraestructuras públicas más expuestas a colapsos”, señala en el “New York Times” el columnista económico Louis Uchitelle. La nómina “abarca carreteras, presas, puertos y puentes afectados en su mantenimientos por recortes presupuestarios locales y federales”. La American Society of Civil Engineers estima que hace falta invertir US$ 1,6 billones sólo en los próximos cinco años, para evitar un deterioro irreversible. Pero sólo hay partidas por 900.000 millones.

A falta de asignaciones adicionales, “cualquier desastre natural tendrá efectos mucho peorres de los que debiera”, sostiene Lawrence Roth, director ejecutivo de la ASCE. “Lo ocurrido en el delta del Misisipi es una clara advertencia”.

El deterioro infraestructural obra de varias maneras. Una es la falta de mantenimiento: casi 13.000 accidentes fatales por año, por ejemplo, se deben a carreteras descuidadas durante demasiado tiempo. También hay saturación de diques, muchos de ellos construidos por productores rurales para transformar lodazales en tierra arable. Ahora debieran ser reparados o consolidados para prevenir el anegamiento de explotaciones y urbanizaciones.

“Ésta es el área de mayor crecimiento en todo el estado y el grueso de la expanmsión tiene lugar en terrenos anegadizos”, apunta Jeffrey Mount, geólogo de la universidad de California, Los Ángeles. “Entre la ignorancia de la gente, la codicia inmobiliaria y la indiferencia del gobierno, estamos levantando nuestra propia Nueva Orleans”.

A su juicio, “el deterioro de estructuras es tal que cualquier desastre futuro no podrá considerarse inesperado o sorpresivo, Exactamenmte como ha ocurrido en el delta del Misisipi. Pero nadie parece dispuesto a hacer nada”.

El cuadro dista de ser local. El gasto total en infraestructura –gobierno central, estados, municipios- representaba hacia 1952 alrededor de 2,25% del producto bruto interno. Las administraciones desde Dwight Einsenhower hasta Lyndon Johnson llevaron esa proporción a 3%. A partir de Ronald Reagan, la cifra fue cediendo hasta debajo de 2%. Y ahí sigue.

Similares cuadros ofrecen los sistemas de agua potable y los de prevención de sismos- A diferencia de, sudeste norteamrico, la costa pacífica es punto de choque entre dos plazas continmentales y California está cortada de abajo hacia arriba por la falla de San Andrés y más de trescientes menores. Entre las instalaciones aposentadas en la región, está el centro tecnológico por antonomasia, Silicon Valley.

En el caso del agua corriente, el panorama es idéntico al del delta. En veaz de los US$ 11.000 millones nauales necesarios, el gastos gubernamental no pasa de 850 millones. Respecto de prevención sísmica, ni siquiera hay estadísticas fiables.

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