Durante la semana transcurrida culminó enero, al que las circunstancias convirtieron en un mes Aliancista; como si un conjuro modificara súbita e inesperadamente la realidad, el escenario hizo un giro de 180 grados y presentó a los ojos de los argentinos y del resto del mundo, un panorama diferente.
Los rostros oficialistas, cecijuntos y cabizbajos, adquirieron expresión de alivio primero, y de entusiasmo, luego.
El presidente Fernando de la Rúa puso en marcha una estrategia de dinamismo oficial en base a una seguidilla de decretos destinada a impactar a inversores y votantes, con el doble objetivo de inyectar suero a una postrada economía poniéndola de pie y, a la vez, preparar un terreno más propicio para las elecciones de octubre.
Desde la ciudad de Davos llegaron voces de aliento para la Argentina; los periodistas acreditados en la reunión del Foro Económico Mundial, creían percibir un nuevo escenario internacional que ofrece una perspectiva de tranquilidad y crecimientos al país.
Se hicieron eco de las afirmaciones de que existen todas las condiciones para crecer , pero a la vez deslizaban algunas dudas expuestas por quienes desconfían de la clase política local para afrontar con decisión y transparencia el desafío. (Ver “En Davos se habló de crisis sistémica”).
Nuevamente el impredecible George Soros, levantó una voz de alerta y de prevención en favor de los sectores sociales a los que el cambio ha dejado desguarnecidos y marginados. (Ver “La injusticia no es negocio”).
Desde Córdoba, el lunes 29 llegaban señales que confirmaban las apreciaciones de Soros, sobre cómo afecta a los países periféricos la crisis de las grandes potencias; Daimler-Chrysler, dispuesta a reestructurarse, incluyó a la planta donde se arma el Jeep Gran Cherokee, entre los establecimientos afectados por las medidas de reajuste empresario.
Ese mismo día, los medios se hacían eco de los preparativos de una nueva serie de decretos que el primer mandatario firmaría durante la semana.
Sin embargo, su difusión fue diferida para la semana entrante: Chrystian Colombo anunció entre 10 y 15 medidas para el lunes o martes; se supo que no figurarán en ellos los destinados a reglamentar la ley que reprime el lavado del dinero y a poner fin a las moratoria impositivas.
El Gobierno se vio reconfortado nuevamente cuando Alan Greenspan anunció a los estadounidenses una nueva rebaja de las tasas de interés, para desalentar las perspectivas de una recesión que, aunque incipiente, preocupaba a los hombres de la Reserva Federal( Ver “Segunda rebaja de tasas en 30 días”).
Por otra parte, un discutible calendario electoral, que obliga a descender a la confrontación cada dos años conspira, se quiera o no, contra la necesidad de dedicar el tiempo necesario para ejercer el mandato recibido de los ciudadanos: gobernar el país con eficiencia y continuidad.
El 24 de octubre está demasiado cerca para que el Gobierno y la oposición no tengan en cuenta qué se está jugando en esa encrucijada política; ello explica muchos de los episodios que la opinión pública contabilizó durante los últimos siete días.
Los analistas coinciden en que la coalición gubernamental está obligada a lograr buenos resultados en los distritos que inclinan decisivamente la balanza del poder: Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza.
En ellos se juega el destino de 71 bancas de diputados nacionales de un total de 127 que deberán renovarse; de aquella cifra, la Alianza dispone de 39, el Justicialismo de 26 y otros 6 se reparten entre otros partidos.
Por primera vez en la historia se renovará en su totalidad la Cámara de Senadores, en la que a juicio de los observadores será difícil que el Justicialismo pierda la mayoría; la caída de la confianza de la población en la dirigencia política afecta, de acuerdo a las encuestas realizadas hasta el momento, en mayor medida a la fuerzas del Gobierno que a los opositores.
Este deterioro de capital político es lo mueve a De la Rúa y al presidente de la UCR, Raúl Alfonsín, a buscar los medios para corregir la apreciación de las empresas encargadas de tomar el pulso a la ciudadanía.
El miércoles, los medios registraron en la residencia de Olivos los rostros sonrientes de Fernando de la Rúa, Raúl Alfonsín y Carlos Alvarez, sentados en la mesa de diálogo de la Alianza, junto a los ministros de Economía, José Luis Machinea y del Interior, Federico Storani y al Jefe del Gabinete, Chrystian Colombo.
Alvarez apoyó la reforma propiciada por el ministerio del Interior para reducir el gasto político del Estado y controlar el de los partidos mediante un proyecto enviado al Congreso, pero agregó, que a mediados de este mes se añadiría un proyecto para reformular de manera integral el Senado.
La mesa coincidió en acelerar los programas sociales y en colocar a la producción y al empleo como palancas para activar el crecimiento de la economía nacional.
Con todos los parámetros económicos y financieros que comienzan a jugar en su favor, Fernando de la Rúa debe esforzarse por mejorar las calificaciones que merece su gobierno en los votantes y disipar la falta de confianza de los mercados internacionales sobre la clase política argentina.
Durante la semana transcurrida culminó enero, al que las circunstancias convirtieron en un mes Aliancista; como si un conjuro modificara súbita e inesperadamente la realidad, el escenario hizo un giro de 180 grados y presentó a los ojos de los argentinos y del resto del mundo, un panorama diferente.
Los rostros oficialistas, cecijuntos y cabizbajos, adquirieron expresión de alivio primero, y de entusiasmo, luego.
El presidente Fernando de la Rúa puso en marcha una estrategia de dinamismo oficial en base a una seguidilla de decretos destinada a impactar a inversores y votantes, con el doble objetivo de inyectar suero a una postrada economía poniéndola de pie y, a la vez, preparar un terreno más propicio para las elecciones de octubre.
Desde la ciudad de Davos llegaron voces de aliento para la Argentina; los periodistas acreditados en la reunión del Foro Económico Mundial, creían percibir un nuevo escenario internacional que ofrece una perspectiva de tranquilidad y crecimientos al país.
Se hicieron eco de las afirmaciones de que existen todas las condiciones para crecer , pero a la vez deslizaban algunas dudas expuestas por quienes desconfían de la clase política local para afrontar con decisión y transparencia el desafío. (Ver “En Davos se habló de crisis sistémica”).
Nuevamente el impredecible George Soros, levantó una voz de alerta y de prevención en favor de los sectores sociales a los que el cambio ha dejado desguarnecidos y marginados. (Ver “La injusticia no es negocio”).
Desde Córdoba, el lunes 29 llegaban señales que confirmaban las apreciaciones de Soros, sobre cómo afecta a los países periféricos la crisis de las grandes potencias; Daimler-Chrysler, dispuesta a reestructurarse, incluyó a la planta donde se arma el Jeep Gran Cherokee, entre los establecimientos afectados por las medidas de reajuste empresario.
Ese mismo día, los medios se hacían eco de los preparativos de una nueva serie de decretos que el primer mandatario firmaría durante la semana.
Sin embargo, su difusión fue diferida para la semana entrante: Chrystian Colombo anunció entre 10 y 15 medidas para el lunes o martes; se supo que no figurarán en ellos los destinados a reglamentar la ley que reprime el lavado del dinero y a poner fin a las moratoria impositivas.
El Gobierno se vio reconfortado nuevamente cuando Alan Greenspan anunció a los estadounidenses una nueva rebaja de las tasas de interés, para desalentar las perspectivas de una recesión que, aunque incipiente, preocupaba a los hombres de la Reserva Federal( Ver “Segunda rebaja de tasas en 30 días”).
Por otra parte, un discutible calendario electoral, que obliga a descender a la confrontación cada dos años conspira, se quiera o no, contra la necesidad de dedicar el tiempo necesario para ejercer el mandato recibido de los ciudadanos: gobernar el país con eficiencia y continuidad.
El 24 de octubre está demasiado cerca para que el Gobierno y la oposición no tengan en cuenta qué se está jugando en esa encrucijada política; ello explica muchos de los episodios que la opinión pública contabilizó durante los últimos siete días.
Los analistas coinciden en que la coalición gubernamental está obligada a lograr buenos resultados en los distritos que inclinan decisivamente la balanza del poder: Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza.
En ellos se juega el destino de 71 bancas de diputados nacionales de un total de 127 que deberán renovarse; de aquella cifra, la Alianza dispone de 39, el Justicialismo de 26 y otros 6 se reparten entre otros partidos.
Por primera vez en la historia se renovará en su totalidad la Cámara de Senadores, en la que a juicio de los observadores será difícil que el Justicialismo pierda la mayoría; la caída de la confianza de la población en la dirigencia política afecta, de acuerdo a las encuestas realizadas hasta el momento, en mayor medida a la fuerzas del Gobierno que a los opositores.
Este deterioro de capital político es lo mueve a De la Rúa y al presidente de la UCR, Raúl Alfonsín, a buscar los medios para corregir la apreciación de las empresas encargadas de tomar el pulso a la ciudadanía.
El miércoles, los medios registraron en la residencia de Olivos los rostros sonrientes de Fernando de la Rúa, Raúl Alfonsín y Carlos Alvarez, sentados en la mesa de diálogo de la Alianza, junto a los ministros de Economía, José Luis Machinea y del Interior, Federico Storani y al Jefe del Gabinete, Chrystian Colombo.
Alvarez apoyó la reforma propiciada por el ministerio del Interior para reducir el gasto político del Estado y controlar el de los partidos mediante un proyecto enviado al Congreso, pero agregó, que a mediados de este mes se añadiría un proyecto para reformular de manera integral el Senado.
La mesa coincidió en acelerar los programas sociales y en colocar a la producción y al empleo como palancas para activar el crecimiento de la economía nacional.
Con todos los parámetros económicos y financieros que comienzan a jugar en su favor, Fernando de la Rúa debe esforzarse por mejorar las calificaciones que merece su gobierno en los votantes y disipar la falta de confianza de los mercados internacionales sobre la clase política argentina.