Roberto Lavagna “renunciará a su cargo en enero, cuando termine el proceso de reestructuración de la deuda, y se dedicará a organizar su futura campaña presidencial”. Tal afirma el FT, por lo común poco dado a publicar versiones tercermundistas, a cuyo juicio el ministro practica “un ardiente populismo”.
Mostrando la pata de la sota, el articulista agrega: “Los inversores profesionales (sic) creen que Néstor Kirchner no recibe de su equipo o de su ministro de Economía un panorama que refleje fielmente cuál es la posición del país”. Exactamente, lo dicho por Nicola Stock, un día antes, a un medio conservador de Buenos Aires.
Obviamente, quien subscribe la pieza -John Dizard– parece ligado al “lobby” de los acreedores privados. Pero la influencia del cabildeo ha logrado poner el artículo justo cuando Lavagna tiene diferencias con su colega, Julio De Vido –éste sí, populista-, sobre la renegociación de contratos con las empresas de servicios públicos.
Dizard reitera el viejo libreto de los “comités”, según el cual “muchos bonistas son inversores individuales, entre los cuales hay votantes europeos indignados”. Amén de no mencionar los fondos buitres que manejan a los “comités”, el periodista olvida que jueces alemanes e italianos les han indicado a esos ahorristas exigir reparaciones a bancos y otros intermediarios que les vendían bonos argentinos, en 1999/2001, sabiendo cómo terminaría la convertibilidad.
La nota afirma también que la Comisión Federal de Valores estadounidense (SEC) no dará curso a la oferta de canje argentina. En el mejor estilo latino, atribuye el asertor a “un inversor”. Al menos, Stock lo dijo sin atribuírselo a otros. La escasa seriedad del artículo que expuesta en una contradicción: Lavagna renunciaría después de cerrado el mismo canje de bonos que Dizard declara imposible.
Roberto Lavagna “renunciará a su cargo en enero, cuando termine el proceso de reestructuración de la deuda, y se dedicará a organizar su futura campaña presidencial”. Tal afirma el FT, por lo común poco dado a publicar versiones tercermundistas, a cuyo juicio el ministro practica “un ardiente populismo”.
Mostrando la pata de la sota, el articulista agrega: “Los inversores profesionales (sic) creen que Néstor Kirchner no recibe de su equipo o de su ministro de Economía un panorama que refleje fielmente cuál es la posición del país”. Exactamente, lo dicho por Nicola Stock, un día antes, a un medio conservador de Buenos Aires.
Obviamente, quien subscribe la pieza -John Dizard– parece ligado al “lobby” de los acreedores privados. Pero la influencia del cabildeo ha logrado poner el artículo justo cuando Lavagna tiene diferencias con su colega, Julio De Vido –éste sí, populista-, sobre la renegociación de contratos con las empresas de servicios públicos.
Dizard reitera el viejo libreto de los “comités”, según el cual “muchos bonistas son inversores individuales, entre los cuales hay votantes europeos indignados”. Amén de no mencionar los fondos buitres que manejan a los “comités”, el periodista olvida que jueces alemanes e italianos les han indicado a esos ahorristas exigir reparaciones a bancos y otros intermediarios que les vendían bonos argentinos, en 1999/2001, sabiendo cómo terminaría la convertibilidad.
La nota afirma también que la Comisión Federal de Valores estadounidense (SEC) no dará curso a la oferta de canje argentina. En el mejor estilo latino, atribuye el asertor a “un inversor”. Al menos, Stock lo dijo sin atribuírselo a otros. La escasa seriedad del artículo que expuesta en una contradicción: Lavagna renunciaría después de cerrado el mismo canje de bonos que Dizard declara imposible.