<p><br />
El reino wahhabita gasta US$ 130.000 millones para apuntalar salarios, construir viviendas y financiar organizaciones religiosas tan ortodoxas como los descendientes de Ibn Sa’ud que gobiernan. Por hoy, esos fondos efectivamente neutralizan a casi toda la oposición. <br />
<br />
Ni corto ni perezoso, el rey Abdullá sacó la chequera inmediatamente después de caer los gobiernos de Túnez y Egipto. Éste es el país árabe más poblado (85 millones) y politizado. Riyadh optó –a diferencia de Hosní Mubarak- por aplacar al público y “premiar” al establishment religioso, en esencia sicofante de la dinastía.<br />
<br />
En materia financiera, las reservas reales –tonificadas por más de US$ 214.000 millones en 2010- han amparado a la familia de demandas sociales peligrosas, salvo en su vasallo Bahrein o en su aliado Yemen. Cierto descontento existe, pero se reduce a la costa del golfo Pérsico entre Kuwait y Qatar.<br />
<br />
Empero, la clave reside en dos alianzas. Una es con los jeques wahhabitas, otra con Estados Unidos. El gran muftí, máxima autoridad islámica del reino, produjo una oportuna fatwá (decreto) señalando que la Shariyá –ley canónica- prohíbe protestas callejeras contra el gobierno ortodoxo. Cabe recordar que la Unión de Emiratos Árabes, Qatar, Kuwait, Yemen, Omán e Irak carecen de estructuras paragubernamentales comparables. <br />
<br />
Pero la primera línea de defensa, sin duda, es el paquete de asistencia social. El rey ya ha abonado este semestre dos salarios adicionales a los empleados públicos y asignó US$ 70.000 millones para levantar 500.000 viviendas para gente de menores recursos. Por supuesto, al clero sunní le cupieron cerca de US$ 200 millones, esencialmente destinados a la policía religiosa (la inquisición saudí) y festejados por ulema hostiles a “intelectuales democráticos”. <br />
<br />
Curiosamente, este campeón de la ortodoxia en la península arábiga pero, como aliado explícito de EE.UU. e implícito de Israel, tiene –cruzando el golfo- a otro adalid ortodoxo pero hostil a occidente, el régimen shiita de Irán. Esta dicotomía explica que Washington presione a otros países –no a Saudiarabia- para democratizarse. Riyadh, por el contrario, ha sofocado revueltas “liberales” en Bahréin y Omán.<br />
<br />
Otro detalle ilustrativo es que existen bolsones “democráticos”, pero en la enorme familia real, no en reductos opositores. “Algunos dirigentes no entienden qué sucede en el mundo musulmán (la umma) ante sus propias narices”. Así sostiene el emir Talal bin Abdul Aziz (79 años), hermano y sucesor de Abdullá, entre cuyos catorce hijos figura el multimillonario Alwalid bin Talal. En cuanto al emir, es claro: “Mucha gente quiere conservar poder, fortuna y prestigio manteniendo el statu quo. Les tienen miedo a los cambios y son cortos de vista”.<br />
</p>
Saudiarabia: fondos para comprar paz social
Hasta hoy, mientras un país árabe tras otro afronta rebeldías y revoluciones, Saudiarabia el mayor y más rico del área-, todavía no ha sido envuelto en la borrasca. ¿Por qué? Porque usa su dinero para salvaguardar el orden, pero ¿hasta cuándo?