Rusia: una detención que inquieta a mercados y cancillerías

Calificadoras de riesgo, analistas occidentales y diplomáticos temen que el arresto de Míjail Jodorkovsky –el mayor empresario ruso- comprometa la escasa seguridad jurídica. Todos lo ven como venganza política de Vladyímir Putin.

27 octubre, 2003

En efecto, este sábado el presidente y principal accionista de Yukos (la mayor petrolera rusa, en tratativas con Exxon Mobil), fue arrestado en Novosyíbirsk. Formalmente, por haberse negado a comparecer ante la Fiscalía General. Pero, en realidad, los observadores lo ven como otro golpe de Vladyímir Putin contra su máximo rival político.

La detención fue por demás espectacular y estuvo a cargo de agentes armados del servicio secreto (FSB, ex KGB, de donde provienen Putin y su entorno moscovita). El avión que lo llevaba a esa ciudad siberiana fue copado ante las cámaras de la TV y Jodorkovsky fue transferido –con esposas- a una nave que lo llevó a Moscú. El partido neoliberal Yabloko –cofundado y financiado por el magnate- denuncio persecución.

Yukos viene siendo investigada desde hace tiempo por maniobras y hasta homicidios relacionados con la malventa de activos estatales en 1995. Según creen en Londres, Fráncfort, Varsovia y Nueva York, Putin aprovecha un buen momento económico para arrinconar oponentes políticos. El dirigente busca la reelección en 2004 y otro avance oficialista en la próxima renovación de la Dumá (diciembre).

Por supuesto, intrigas y golpes bajos son normales, mayormente por influjo de Putin mismo y sus amigos. Pero tampoco los grandes empresarios están libres de pecado: se los vincula a sobornos, apropiación de bienes y crímenes ligados a privatizaciones durante los primeros 90.

El sector privado ha encarado reformas propias, empezando por pagar impuestos, contratar asesores y expertos externos, nombrar directores independientes en las juntas y mejorar transparencia contable vía auditorías acordes con pautas internacionales. Ello explica las crecientes preocupaciones en el exterior sobre la persecución instrumentada por el gobierno central contra Yukos y otros conglomerados.

El problema es complejo. Alfa Bank estima que apenas doce grupos controlan 60% de la economía. En mucho porque Rusia no imitó a Polonia y otras ex economías planificadas, que desmonopolizaron antes de privatizar, como un ex ministro polaco le aconsejaba al gobierno argentino en 1989, sin ser escuchado. Pero, ahora, dos potentados viven en exilio, tres pasaron a retiro y un está preso.

Como dice Yégor Gáidar, ex viceprimer ministro, “un grupo de siete a diez personas era el gobierno real. Hasta podían cambiar su cúpula”. Putin forzó un cambio, en efecto. No obstante, la economía sigue en manos de muy pocos. Con Jodoskovsky detenido, vuelven al tapete viejas dudas –o certezas- sobre esta “nueva clase”. Sus fortunas de hicieron mediante contactos con altos funcionarios de la ex URSS y burócratas del viejo Partido Comunista (la célebre “nomyenklatura”). Así ascendieron Alyexánder Smolyensky (SBS Agrobank), Vladyímir Vinográdov (Inkombank) o Vitaly Malkin (Rossiskiy Kryédit), tres víctimas de la crisis de 1998.

Otros, particularmente Jodorkovsky, Míjail Fridman (TNK) o Vladyímir Potanin (níquel) se salvaron incursionando en petróleo o metales. Rehicieron imperios aprovechando el alza internacional de productos primarios a partir de 1999. A su vez, una nueva generación prosperaba merced a actividades exportadoras y fuertes lazos con el gobierno. Esta élite incluye, entre otros, a Roman Abramóvich (petrolera Sibñeft) y Ólyeg Dyeripaska (aluminio). Putin los ve a todos como potenciales competidores por el poder político, en una sociedad que sigue tan lejos de la democracia como bajo Alejandro III.

En efecto, este sábado el presidente y principal accionista de Yukos (la mayor petrolera rusa, en tratativas con Exxon Mobil), fue arrestado en Novosyíbirsk. Formalmente, por haberse negado a comparecer ante la Fiscalía General. Pero, en realidad, los observadores lo ven como otro golpe de Vladyímir Putin contra su máximo rival político.

La detención fue por demás espectacular y estuvo a cargo de agentes armados del servicio secreto (FSB, ex KGB, de donde provienen Putin y su entorno moscovita). El avión que lo llevaba a esa ciudad siberiana fue copado ante las cámaras de la TV y Jodorkovsky fue transferido –con esposas- a una nave que lo llevó a Moscú. El partido neoliberal Yabloko –cofundado y financiado por el magnate- denuncio persecución.

Yukos viene siendo investigada desde hace tiempo por maniobras y hasta homicidios relacionados con la malventa de activos estatales en 1995. Según creen en Londres, Fráncfort, Varsovia y Nueva York, Putin aprovecha un buen momento económico para arrinconar oponentes políticos. El dirigente busca la reelección en 2004 y otro avance oficialista en la próxima renovación de la Dumá (diciembre).

Por supuesto, intrigas y golpes bajos son normales, mayormente por influjo de Putin mismo y sus amigos. Pero tampoco los grandes empresarios están libres de pecado: se los vincula a sobornos, apropiación de bienes y crímenes ligados a privatizaciones durante los primeros 90.

El sector privado ha encarado reformas propias, empezando por pagar impuestos, contratar asesores y expertos externos, nombrar directores independientes en las juntas y mejorar transparencia contable vía auditorías acordes con pautas internacionales. Ello explica las crecientes preocupaciones en el exterior sobre la persecución instrumentada por el gobierno central contra Yukos y otros conglomerados.

El problema es complejo. Alfa Bank estima que apenas doce grupos controlan 60% de la economía. En mucho porque Rusia no imitó a Polonia y otras ex economías planificadas, que desmonopolizaron antes de privatizar, como un ex ministro polaco le aconsejaba al gobierno argentino en 1989, sin ser escuchado. Pero, ahora, dos potentados viven en exilio, tres pasaron a retiro y un está preso.

Como dice Yégor Gáidar, ex viceprimer ministro, “un grupo de siete a diez personas era el gobierno real. Hasta podían cambiar su cúpula”. Putin forzó un cambio, en efecto. No obstante, la economía sigue en manos de muy pocos. Con Jodoskovsky detenido, vuelven al tapete viejas dudas –o certezas- sobre esta “nueva clase”. Sus fortunas de hicieron mediante contactos con altos funcionarios de la ex URSS y burócratas del viejo Partido Comunista (la célebre “nomyenklatura”). Así ascendieron Alyexánder Smolyensky (SBS Agrobank), Vladyímir Vinográdov (Inkombank) o Vitaly Malkin (Rossiskiy Kryédit), tres víctimas de la crisis de 1998.

Otros, particularmente Jodorkovsky, Míjail Fridman (TNK) o Vladyímir Potanin (níquel) se salvaron incursionando en petróleo o metales. Rehicieron imperios aprovechando el alza internacional de productos primarios a partir de 1999. A su vez, una nueva generación prosperaba merced a actividades exportadoras y fuertes lazos con el gobierno. Esta élite incluye, entre otros, a Roman Abramóvich (petrolera Sibñeft) y Ólyeg Dyeripaska (aluminio). Putin los ve a todos como potenciales competidores por el poder político, en una sociedad que sigue tan lejos de la democracia como bajo Alejandro III.

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