Pero el desmoronamiento del precio del barril de petróleo –de US$ 115 hace seis meses a apenas US$ 80 ahora- crea certezas de nuevas y profundas dificultades. El convenio energético con China es muy relevante y estratégico, pero no alcanza a compensar la caída en los ingresos por exportaciones energéticas.
Putin tuvo que tragar de esta amarga medicina durante este fin de semana, en la cumbre del G20 en Brisbane, Australia –de la que se retiró antes de su finalización-. Muchos de sus interlocutores le reclamaron por la agresión a Ucrania y adelantaron que avanzarán en el camino de las sanciones económicas si Moscú no modifica su actitud.
El descenso en el valor del crudo fue de 30%, pero la OPEP insiste en que habrá nuevas bajas por una oferta firme y una menguada demanda. Como lo admitió el mismo Putin, “un nuevo capítulo comienza en la historia de los productores de petróleo”,
Con los nuevos precios, nada más que los países socios de la OPEP recibirán US$ 150 mil millones el año próximo.
Pero en Rusia, todo es más complicado. El rublo ya ha caído 23% contra el dólar en los últimos tres meses y el pronóstico es de cero crecimiento en el PBI durante 2015. El Banco Central ruso tiene reservas por US$ 400 mil millones, que se verán seriamente comprometidas entre menores ingresos y el efecto de nuevas sanciones.
Para sus adversarios, en especial las economías europeas, esta situación es un innegable ventaja ya que se reducirá sustancialmente la factura energética, aventando el riesgo de mayor inflación y manteniendo bajas las tasas de interés.