Rusia puso a Yanúkovich de premier, otro paso para absorber Ucrania

En una veloz operación geopolítica, Moscú arrinconó a Kíyev. Víktor Yushchenko entregó el gobierno a su tocayo y rival, el prorruso Yanúkovich. La combativa Yulia Timoshenko denunció una capitulación.

5 agosto, 2006

Un acuerdo de urgencia para salvar a Ucrania, sometida a un bloqueo múltiple por parte de Vladyímir Putin –que Occidente no ha hecho nada por morigerar-, formó una gran coalición entre ambas alianzas. Esto ubicó como jefe de gobierno a Yanukóvich y puede reducir a decorativo el papel de Yushchenko.

“Entregamos el poder al hombre contra cuyos fraudes peleamos y, por su intermedio, nos rendimos ante Putin”, sostuvo Timoshenko. En realidad, el jueves se firmó el jueves un “protocolo de entendimiento” y el sábado Víktor Yanúkovich ya era primer ministro. Ucrania va en vías de acercarse al “status” de Rusia blanca, un estado títere, mientras Moscú reconstruye la parte eslava de la ex URSS.

Sólo que, a diferencia de Minsk –donde reina Alyexandr Lukashenko-, que no es realmente una nación, Ucrania lleva siglos con identidad propia. De hecho, el antiguo término “Rus” se aplicaba al principado de Kíyev. Esto puede llevar a una virtual secesión de la mitad oeste, donde esa identidad alcanza inclusive el plano religioso.

Por ahora, Yushchenko se reservó las carteras de Seguridad e Interior, más el ministerio público fiscal. Pero Energía y combustibles pasará a Yanúkovich. O sea a Gazprom, el monopolio estatal ruso que ya controla su equivalente ucraniano.

.

Con sus 605.000 km2 y 48 millones de habitante, Ucrania es un gigante (en términos de Europa occidental: ni siquiera España la supera en tamaño), pero partido en dos por setenta años de centralismo soviético y cuatro siglos de hegemonía tsarista. Desde el siglo XIII, Lituania o Polonia controlaban el oeste, que luego pasó a Prusia, Austria y Rusia. El este pasó de manos mongolas a rusas ya en el siglo XV. Cabe acotar que “ukrániya” significa límite en varias lenguas eslavas, situación del país respecto de Rusia, Polonia y, antes, el imperio Otomano.

La mitad occidental habla ucraniano (mayoría), polaco y rumano (minorías). La oriental prefiere el ruso y acata al patriarca de Moscú, no al de Kíyev. Ello explica que la lengua local y el ruso sean oficiales. En cuanto al futuro, Yushchenko sostiene que el país continuará su política de acercamiento a la Unión Europea. No será fácil. De paso, llama la atención que la gran prensa norteamericana no se ocupe gran cosa del asunto. Lo ocurrido este fin semana es, por cierto, un “golpe geopolítico” de Putin, cuyas miras ahora de posan en dos ex provincias bálticas del imperio (Lituania y Letonia). Polonia sigue los acontecimientos, pero su gobierno de derechas –irónicamente- simpatiza con Lukashenko.

Un acuerdo de urgencia para salvar a Ucrania, sometida a un bloqueo múltiple por parte de Vladyímir Putin –que Occidente no ha hecho nada por morigerar-, formó una gran coalición entre ambas alianzas. Esto ubicó como jefe de gobierno a Yanukóvich y puede reducir a decorativo el papel de Yushchenko.

“Entregamos el poder al hombre contra cuyos fraudes peleamos y, por su intermedio, nos rendimos ante Putin”, sostuvo Timoshenko. En realidad, el jueves se firmó el jueves un “protocolo de entendimiento” y el sábado Víktor Yanúkovich ya era primer ministro. Ucrania va en vías de acercarse al “status” de Rusia blanca, un estado títere, mientras Moscú reconstruye la parte eslava de la ex URSS.

Sólo que, a diferencia de Minsk –donde reina Alyexandr Lukashenko-, que no es realmente una nación, Ucrania lleva siglos con identidad propia. De hecho, el antiguo término “Rus” se aplicaba al principado de Kíyev. Esto puede llevar a una virtual secesión de la mitad oeste, donde esa identidad alcanza inclusive el plano religioso.

Por ahora, Yushchenko se reservó las carteras de Seguridad e Interior, más el ministerio público fiscal. Pero Energía y combustibles pasará a Yanúkovich. O sea a Gazprom, el monopolio estatal ruso que ya controla su equivalente ucraniano.

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Con sus 605.000 km2 y 48 millones de habitante, Ucrania es un gigante (en términos de Europa occidental: ni siquiera España la supera en tamaño), pero partido en dos por setenta años de centralismo soviético y cuatro siglos de hegemonía tsarista. Desde el siglo XIII, Lituania o Polonia controlaban el oeste, que luego pasó a Prusia, Austria y Rusia. El este pasó de manos mongolas a rusas ya en el siglo XV. Cabe acotar que “ukrániya” significa límite en varias lenguas eslavas, situación del país respecto de Rusia, Polonia y, antes, el imperio Otomano.

La mitad occidental habla ucraniano (mayoría), polaco y rumano (minorías). La oriental prefiere el ruso y acata al patriarca de Moscú, no al de Kíyev. Ello explica que la lengua local y el ruso sean oficiales. En cuanto al futuro, Yushchenko sostiene que el país continuará su política de acercamiento a la Unión Europea. No será fácil. De paso, llama la atención que la gran prensa norteamericana no se ocupe gran cosa del asunto. Lo ocurrido este fin semana es, por cierto, un “golpe geopolítico” de Putin, cuyas miras ahora de posan en dos ex provincias bálticas del imperio (Lituania y Letonia). Polonia sigue los acontecimientos, pero su gobierno de derechas –irónicamente- simpatiza con Lukashenko.

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