<p>Por otra parte, los objetivos rusos se cumplieron: virtual secesión de Abjazia, reunión de ambas Osetias y congelamiento “sine die” de la expansión intentada por la Otan (Ucrania, Georgia, Moldavia). También se esfuma el escudo de proyectiles soñado por George W.Bush sobre las fronteras occidentales de Rusia.</p>
<p>Sarkozy visitó Tiflis a tres días de rechazar Moscú la tregua pedida por Georgia, Rusia invadió y bombardea objetivos civiles. Uno fue Gori, pueblo natal de Stalin. Osetia sur vuelve a Moscú y Abjazia secede. Hasta el cese del fuego el escenario recordaba la Chechenia de los 90.</p>
<p>Quizás el síntoma más claro sea que los ataques rusos redujeron en un tercio el territorio georgiano. A partir de esta tregua, es sólo cuestión de tiempo que se reduzca Georgia a estado títere como Armenia oriental. Para ello Moscú especula con sacar a Saakashvili y poner un gobierno más maleable, que podrían encabezar la opositora Nino Burchadze o Edvard Shevarnadze.</p>
<p>Por supuesto, Osetia sur regresó a manos rusas, situación que databa de hace quince años y el poco sagaz Mijail Saakashvili (presidente georgiano) intentó revertir días atrás, sitiando Tsjinvali, minúscula capital oseta. Al parecer, el gobierno de Tiflis confiaba en la alianza casi personal con George W.Bush y los dos mil soldados georgianos destacados en Bagdad.</p>
<p>Obviamente, Estados Unidos no estaba en posición de intervenir. Ya ha salido malparado de demasiadas guerras lejos de sus fronteras y, en el Pentágono, crece la renuencia a meterse en conflictos donde juegan otras potencias. Por lo mismo, el escudo o la extensión al sur y el sudeste de Moscú del área Otan se diluyen junto con el poder político de Bush.</p>
<p>Al respecto, un analista alemán recordaba que, cuando China invadió Tibet, EE.UU. no intervino. Cuarenta y siete años antes, en 1912, la cosa era distinta: Lhasa se separó de Beijing -su señora feudal desde el siglo XIV- con apoyo del imperio británico. En 1959 ya no existía ese imperio. Ahora, tampoco hay un imperio norteamericano capaz de sofrenar a Rusia en el Cáucaso o a China en Tibet y Xinjiang.</p>
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<p>La compleja marquetería regional de países, etnias, lenguas y religiones tampoco es fácil para Moscú, que trata de manejarla sin refinamientos desde tiempos de Catalina II. Como ella, Yíósif V.Dyugashvili (a) Stalin necesitaba recrear un equilibrio, roto al desplomarse el imperio otomano. El ex monje georgiano reabsorbió su patria chica durante los años 20, junto con Armenia nororiental y Adzerbaiyán.</p>
<p>Licuada la Unión Soviética, armenios, adzeríes y georgianos recobraron la independencia. Tiflis la había perdido en 1801, cuando Tibet seguía tan en poder chino como el Turquestán oriental (Xinjiang), hoy reducto de terroristas uigur con instructores chechenos de Al-Qa’eda. El resto de Caucasia dista de ser tranquilizador para los rusos. Ambas Osetias, Abjazia, Daghestán, Kabardino-Balkaria, Ingushetia y… Chechenia son polvorines en potencia. La mano dura de Putin –como las de Stalin o Hu Jintao- no es una opción sino un imperativo, pero los norteamericanos (a diferencia de los ingleses) nunca fueron buenos en Realpolitik.</p>
<p>Sin duda, Bush queda en postura desairada. Aunque Rusia no esté a su nivel en poder militar, la proximidad al escenario bélico y la renuencia de la UE a nuevas balcanizaciones son decisivas. Máxime si Putin en realidad va ahora por Georgia entera. Le sería fácil satelizarla, como a Armenia. Si Adzerbaiyán se salva, será porque lo respalda una alianza de habla turca, liderada por Angora e integrada por Kazajstán, Türkmenistán y Uzbekistán, claves petroleras del Asia central. Volviendo a la UE, su dependencia de hidrocarburos que pasan por Caucasia explica que, desde iniciada la guerra el euro haya caído de US$ 1,55 a 1,49 (casi 4%).</p>
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