Ronda Dohá: se destraba o peligra la globalización

La Unión Europea, Estados Unidos y el Grupo de los 20 parece haber llegad a un compromiso limitado, con vistas a un acuerdo en julio. Argentina y otros presionan por una rebaja apreciable de subsidios agrícolas.

17 mayo, 2004

Polonia –clave de los diez miembros nuevos- entraba en crisis política, con la caída de Marek Belka (“premier” que no duró una semana). Mal momento para replantear subsidios agrícolas en la Organización Mundial de Comercio. No obstante, este fin de semana hubo señales de flexibilidad en Washington y Bruselas, en cuanto a sacar del congelador la ronda Dohá.

Cabe recordar que todo está empantanado desde la reunión de Cancún, en septiembre. En aquel momento, la UE (todavía “los 15”) trataba de imponer una “globalización” similar a la que pretende la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, entidad que desmiente continuamente su propio nombre). Tampoco ayudó la renuencia de EE.UU. y Japón a limitar su propio proteccionismo agrícola.

El sábado, en París, treinta ministros económicos –entre ellos, el argentino Roberto Lavagna- se comprometían a “reanudar conversaciones para alcanzar un acuerdo básico a fines de julio”. Si, para entonces, no hay adelantos, será tarde: en octubre asumirá la nueva Comisión Europea –Polonía, que vive de subsidios, estará adentro- y, en noviembre, habrá elecciones presidenciales en EE.UU.

Por cierto, sólo el G-20 (que incluye China, India, Brasil, Argentina, Sudáfrica, etc.) y, en parte, el grupo Cairns –agroganaderos sin subsidios, que abarca Australia, Canadá, Argentina y otros- presionan activamente para destrabar Dohá.

Precisamente, el viernes se lograba definir un cronograma de negociaciones comerciales entre la UE y el Mercosur. Se supone que, en dos meses, se arribará a un convenio de libre comercio, antes de cristalizar la ampliación de la UE. Aunque nadie lo diga en voz alta, dentro y fuera de Bruselas se teme que el ingreso de economías dependientes de subsidios agrícolas (Polonia) o de regímenes de promoción industrial que los implican (Eslovaquia, Hungría, nuevamente Polonia) frustre la apertura comercial de la propia UE. De paso, “congelaría” los sistemas de subsidios prevalentes en otras economías centrales.

“El problema arriesga desbordar lo comercial, pues un cierre general de mercados frustrará la propia globalización”, reflexionaba el domingo nadie menos de Umberto Agnelli. Paralelamente, “el alza de hidrocarburos, el enfriamiento chino, las señales de inflación en EE.UU., el escaso crecimiento en la UE, el triunfo en India de una alianza contrarias de las reformas pro mercado y el fracaso de la ocupación en Irak pueden conducir al reencapsulamiento económico mundial”.

Así teme el Centro Einaudi-Lazard, otro reducto de la globalización a ultranza. En realidad, esta usina intelectual –vinculada a tradicionales bancas inversoras- habla de “un proceso olvidado, salvo en EE.UU., Asia oriental y la UE de los 15”. Vale decir, las áreas beneficiadas por la globalización. Pero la mayor de ellas (UE) quizá haya cometido un error garrafal al ampliarse antes de estar madura para un proceso tan complejo y difícil.

Polonia –clave de los diez miembros nuevos- entraba en crisis política, con la caída de Marek Belka (“premier” que no duró una semana). Mal momento para replantear subsidios agrícolas en la Organización Mundial de Comercio. No obstante, este fin de semana hubo señales de flexibilidad en Washington y Bruselas, en cuanto a sacar del congelador la ronda Dohá.

Cabe recordar que todo está empantanado desde la reunión de Cancún, en septiembre. En aquel momento, la UE (todavía “los 15”) trataba de imponer una “globalización” similar a la que pretende la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, entidad que desmiente continuamente su propio nombre). Tampoco ayudó la renuencia de EE.UU. y Japón a limitar su propio proteccionismo agrícola.

El sábado, en París, treinta ministros económicos –entre ellos, el argentino Roberto Lavagna- se comprometían a “reanudar conversaciones para alcanzar un acuerdo básico a fines de julio”. Si, para entonces, no hay adelantos, será tarde: en octubre asumirá la nueva Comisión Europea –Polonía, que vive de subsidios, estará adentro- y, en noviembre, habrá elecciones presidenciales en EE.UU.

Por cierto, sólo el G-20 (que incluye China, India, Brasil, Argentina, Sudáfrica, etc.) y, en parte, el grupo Cairns –agroganaderos sin subsidios, que abarca Australia, Canadá, Argentina y otros- presionan activamente para destrabar Dohá.

Precisamente, el viernes se lograba definir un cronograma de negociaciones comerciales entre la UE y el Mercosur. Se supone que, en dos meses, se arribará a un convenio de libre comercio, antes de cristalizar la ampliación de la UE. Aunque nadie lo diga en voz alta, dentro y fuera de Bruselas se teme que el ingreso de economías dependientes de subsidios agrícolas (Polonia) o de regímenes de promoción industrial que los implican (Eslovaquia, Hungría, nuevamente Polonia) frustre la apertura comercial de la propia UE. De paso, “congelaría” los sistemas de subsidios prevalentes en otras economías centrales.

“El problema arriesga desbordar lo comercial, pues un cierre general de mercados frustrará la propia globalización”, reflexionaba el domingo nadie menos de Umberto Agnelli. Paralelamente, “el alza de hidrocarburos, el enfriamiento chino, las señales de inflación en EE.UU., el escaso crecimiento en la UE, el triunfo en India de una alianza contrarias de las reformas pro mercado y el fracaso de la ocupación en Irak pueden conducir al reencapsulamiento económico mundial”.

Así teme el Centro Einaudi-Lazard, otro reducto de la globalización a ultranza. En realidad, esta usina intelectual –vinculada a tradicionales bancas inversoras- habla de “un proceso olvidado, salvo en EE.UU., Asia oriental y la UE de los 15”. Vale decir, las áreas beneficiadas por la globalización. Pero la mayor de ellas (UE) quizá haya cometido un error garrafal al ampliarse antes de estar madura para un proceso tan complejo y difícil.

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