Richard Cheney hizo despedir de la CIA a Henry Kissinger

“Su función consultora ya no hace falta”, le dijo la CIA al secretario de Estado bajo Richard Nixon y Gerald Ford. Gestor de la apertura china (y el golpe chileno), el actual vicepresidente –eminencia gris de George W. Bush- lo detesta.

11 enero, 2005

“Aprovecharon una restructuración para echarme sin miramientos”, acusaba desde las oficinas de su consultoría, una de las más caras e influyentes del mundo. Como se encargaban de “aclarar” sus socios, “el vicepresidente Cheney le pasó viejas facturas y pidió su remoción directamente a Peter Goss, nuevo jefe de la Agencia Central de Inteligencia. El hombre es títere de Donald Rumsfeld, cuya continuidad en Defensa depende de Cheney”. De todas formas, Kissinger era demasiado intelectual para los “neoconservadores patrióticos” que inspira William Kristol.

Kissiner era hace 30 años uno de los hombres más poderosos del mundo. En cierta medida, “su” modelo pragmático de política exterior –mantenido por republicanos y demócratas, en este caso vía Zbigniew Bržezinski- sobrevive respecto de China, Vietnam e Irán. Aunque no en lo tocante a Israel y los países árabes. Curiosamente, la relativa indiferencia de HK hacia Latinoamérica y África continúa bajo Bush.

El primer medio que se enteró del despido fue el Washington Post, pero –significativamente- la empresa editora envió a un periodista de Newsweek que, como todas las revistas, es una sombra del pasado. No por culpa suya sino porque hoy el público estadounidense prefiere la televisión abierta y, detrás, los diarios para informarse. Tercera marcha Internet. El propio Kissinger subrayaba esto, días atrás, por BBCWorld.

Ante el semanario, el “doctor K” optó por explicaciones desabridas, poco creíbles. Pero, entre amigos, estaba de pésimo talante. Era comprensible: no parece sensato que la CIA prescinda, justamente ahora –con Palestina en vías de normalización, Israel gobernado por una coalición moderada e Irak sin salida a la vista-, de quien contuvo a la URSS, trabajó para poner a Karol Woytila en Roma, liquidó la guerra en Vietnam, inició la apertura a China y gestionó la paz entre Egipto e Israel.

“Washington precisa un Kissinger para salir del pantano iraquí. Pero, en vez de buscarse uno, echa al original. Alguna vez, Bush –como Nixon tras Watergate- lamentará no haberlo escuchado cuando recomendaba una acción multilateral en Bagdad”, señalaba Die Welt. Entretanto, el caso generaba rispideces en el distrito federal. Por ejemplo, Rumsfeld casi se va a las manos con John MacCain, influyente senador reppúblicano (comité de Defensa). Además del despido de Kissinger, se pelearon por las toruras en Irak y Guantánamo: McCain resiste el nombramiento en Justicia del cubano Alberto González, mentor ideológico de esos excesos.

Nacido Heinrich Heinz Kissinger el 27 de mayo de 1923 en Fürth, Alemania central, en 1938 la familia emigró a Estados Unidos para escapar de las leyes antijudías del III Reich. Nunca perdió, empero, un pesado acento germánico: los Kissinger eran jekke, o sea judíos de lengua alemana. Tampoco manejaba yiddish y hebreo.

En 1968 fue nombrado asesor de Seguridad por Richard Nixon. Luego pasó a secretario de Estado, cargo que retuvo cuando el presidente cayó tras el escándalo Watergate y lo sustituyó Gerald Ford. En 1973, compartió el Nobel de la Paz con Ho Chi Min, por haber terminado la guerra en Vietman, que Estados Unidos ya había perdido. Ese mismo año, le dio luz verde a la CIA –tan luego-, para armar el golpe de Augusto Pinochet contra Salvador Allende. Hoy, mientras Kissinger es un desocupado de 81 años, su amigo chileno –algunos años mayor- está procesado en varias causas.

“Aprovecharon una restructuración para echarme sin miramientos”, acusaba desde las oficinas de su consultoría, una de las más caras e influyentes del mundo. Como se encargaban de “aclarar” sus socios, “el vicepresidente Cheney le pasó viejas facturas y pidió su remoción directamente a Peter Goss, nuevo jefe de la Agencia Central de Inteligencia. El hombre es títere de Donald Rumsfeld, cuya continuidad en Defensa depende de Cheney”. De todas formas, Kissinger era demasiado intelectual para los “neoconservadores patrióticos” que inspira William Kristol.

Kissiner era hace 30 años uno de los hombres más poderosos del mundo. En cierta medida, “su” modelo pragmático de política exterior –mantenido por republicanos y demócratas, en este caso vía Zbigniew Bržezinski- sobrevive respecto de China, Vietnam e Irán. Aunque no en lo tocante a Israel y los países árabes. Curiosamente, la relativa indiferencia de HK hacia Latinoamérica y África continúa bajo Bush.

El primer medio que se enteró del despido fue el Washington Post, pero –significativamente- la empresa editora envió a un periodista de Newsweek que, como todas las revistas, es una sombra del pasado. No por culpa suya sino porque hoy el público estadounidense prefiere la televisión abierta y, detrás, los diarios para informarse. Tercera marcha Internet. El propio Kissinger subrayaba esto, días atrás, por BBCWorld.

Ante el semanario, el “doctor K” optó por explicaciones desabridas, poco creíbles. Pero, entre amigos, estaba de pésimo talante. Era comprensible: no parece sensato que la CIA prescinda, justamente ahora –con Palestina en vías de normalización, Israel gobernado por una coalición moderada e Irak sin salida a la vista-, de quien contuvo a la URSS, trabajó para poner a Karol Woytila en Roma, liquidó la guerra en Vietnam, inició la apertura a China y gestionó la paz entre Egipto e Israel.

“Washington precisa un Kissinger para salir del pantano iraquí. Pero, en vez de buscarse uno, echa al original. Alguna vez, Bush –como Nixon tras Watergate- lamentará no haberlo escuchado cuando recomendaba una acción multilateral en Bagdad”, señalaba Die Welt. Entretanto, el caso generaba rispideces en el distrito federal. Por ejemplo, Rumsfeld casi se va a las manos con John MacCain, influyente senador reppúblicano (comité de Defensa). Además del despido de Kissinger, se pelearon por las toruras en Irak y Guantánamo: McCain resiste el nombramiento en Justicia del cubano Alberto González, mentor ideológico de esos excesos.

Nacido Heinrich Heinz Kissinger el 27 de mayo de 1923 en Fürth, Alemania central, en 1938 la familia emigró a Estados Unidos para escapar de las leyes antijudías del III Reich. Nunca perdió, empero, un pesado acento germánico: los Kissinger eran jekke, o sea judíos de lengua alemana. Tampoco manejaba yiddish y hebreo.

En 1968 fue nombrado asesor de Seguridad por Richard Nixon. Luego pasó a secretario de Estado, cargo que retuvo cuando el presidente cayó tras el escándalo Watergate y lo sustituyó Gerald Ford. En 1973, compartió el Nobel de la Paz con Ho Chi Min, por haber terminado la guerra en Vietman, que Estados Unidos ya había perdido. Ese mismo año, le dio luz verde a la CIA –tan luego-, para armar el golpe de Augusto Pinochet contra Salvador Allende. Hoy, mientras Kissinger es un desocupado de 81 años, su amigo chileno –algunos años mayor- está procesado en varias causas.

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