<p>Al margen de esas ideas o las intenciones de dar vuelta las estructuras regulatorias, el plan refleja demasiados compromisos con el negocio financiero. Por ende, no es tan radical como quería la mayor parte de los legisladores demócratas. De alguna manera, Obrama lo admite, al señalar que “queríamos dejar listas las cosas para un pasaje parlamentario rápido, pues el tiempo era clave. Tampoco nos interesaba luchar contra molinos de viento”</p>
<p>Pero los hubo. Por ejemplo, varios grupos civiles enfrentaban a la banca en favor de una agencia para proteger a usuarios financieros, inclusive los propietarios de viviendas, de préstamos leoninos. Ganaron los grupos civiles. Por otra parte, los fondos mutuales arguyeron con éxito contra una propuesta de algunos bancos comerciales –sus competidores- de otorgar a la Securities & Exchange commission (SEC, comisión federal de valores) facultades para que los bancos operen por encima de la futura agencia de protección a usuarios y consumidores.</p>
<p>Los fondos de cobertura y otros operadores con derivados intentaban reducir el grado en el cual el Estado podrá interferir en sus negocios. Lograron un triunfo parcial: el poder legislativo deja varios detalles a los legisladores. Tras reiterar que desea disminuir la corrosiva influencia de los “lobbies”, el gobierno invita a ejecutivos, ex funcionarios y otros cabilderos a reuniones conducidas por Timothy Geithner (Tesoro) y Lawrence Summers, principal asesor económico del presidente. Entre bambalinas, observa el ortodoxo Paul Volcker.</p>
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<p>Al cabo de presentar el esquema, Barack Obama retomó su conocido discurso. “La falta de supervisión y vigilancia fomentaba tomas imprudentes de riesgos, que alcanzaron a comprometer otras economías centrales”. Antes de los anuncios del miércoles, una amplia gama de actividades había desfilado por Washington para, so pretexto de la crisis sistémica, influir en el futuro perfil del sector financiero. Algunos no se fueron con las manos vacías: entre ellos, el segmento de los derivativos.</p>
<p>Los peregrinos representaban banca grande y chica, aseguradoras, firmas de valores, fondos de cobertura (justamente), grupos civiles, sindicatos, etc. A partir de ahora, los cabilderos que no pudieron con la Casa Blanca en la instancia inicial se lanzarán sobre el Congreso para influir en el paquete final de reformas.</p>
<p>Tal como emerge del poder ejecutivo, el plan dará a la Reserva Federal mayores facultades supervisoras sobre grandes instituciones financieras cuyos problemas eventuales planteen severos riesgos al sistema económico estadounidense. En forma separada, se ampliará la jurisdicción de la entidad federal de seguros a depósitos (FDIC en la sigla inglesa), que podrá intervenir, dividir o disolver instituciones en aprietos. Un punto clave es la creación de un consejo de reguladores, encabezado por el secretario del Tesoro. Su misión será llenar eventuales huecos reglamentarios.</p>
<p>Esta compleja estructura busca instrumentos para poner coto a un ”co-sistema en la sombra” que ha florecido fuera del ámbito controlado por el Estado. Por lo mismo, las reformas les facilitarán a los reguladores afrontar sobre el campo todo tipo de problemas, lidiar con entidades en apuros e intervenirlas si se desploman. “Lamentablemente, se ha gestado un sector parabancario por demás complejo, vía instrumentos financieros, que ya no pueden manejarse dentro del viejo régimen regulatorio”, afirma Obarma hablando con el “New York Times” y CNBC.</p>
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