Siempre la gente ha compartido cosas: un vestido entre amigas, herramientas de jardín entre vecinos, etc. El elemento novedoso que trae la economía de la colaboración es compartir cosas con una cantidad muy grande de personas cuya identidad es verificada mediante sus presencia online.
Eso es esencialmente lo nuevo de la economía colaborativa, que creció gracias a plataformas que permiten la transacción a gran escala. Su objetivo central es aprovechar activos físicos sub-utilizados como autos, hogares y herramientas. Los usuarios obtienen acceso temporario al activo y de propietarios se convierten en usuarios temporales.
Según un estudio realizado en Francia por la Agence de l’environnement et de la maîtrise de l’énergie (ADEME), el impacto de esas prácticas puede ser positivo si se dan determinadas condiciones.
Por ejemplo, el impacto ambiental de un trayecto en auto compartido para corta distancia disminuye a medida que aumenta la ocupación del vehículo en esta proporción: 50% si lleva dos pasajeros, 75% si lleva cuatro pasajeros.
A falta de una solución de auto compartido para trayectos cortos, 80% de los encuestados opta por llevarse su propio vehículo y 20% recurre al transporte público. Por eso, aunque el efecto del auto compartido sea limitado, el beneficio ambiental de la práctica puede ser alto.
En la actualidad, la práctica de viajes compartidos para trayectos cortos es baja y la tasa de ocupación media es de 2,56 personas; sólo si aumenta ese parámetro podría considerarse buena para el medio ambiente la práctica de compartir transporte para ir diariamente al trabajo. .
El estudio analizó también la práctica de intercambiar herramientas y espacios habitacionales. En ambos casos encontró ventajas pero siempre condicionadas a una serie de factores que, de no darse, anulan los beneficios posibles.