A través de técnicas de big data e IA, el equipo de Deep Learning de LLYC analizó más de 1,4 millones de menciones en redes sociales para conocer la percepción sobre la minería en diez países de Latinoamérica, entre ellos, Argentina
Cambiar la narrativa, humanizar el discurso o salir del cliché de la sostenibilidad son algunas de las claves para que la industria extractiva latinoamericana proyecte su valor
La sociedad latinoamericana ha pasado de ver la minería como un sinónimo de prosperidad a cuestionar su impacto medioambiental. El 50% de las menciones en redes sociales hacen referencia a su ilegalidad, según la principal conclusión del informe : “Una segunda oportunidad para la minería en LATAM: claves para reivindicar su historia”, elaborado por el equipo de Deep Learning de LLYC.
Para la realización del estudio, se utilizaron técnicas de Big Data y de IA,a través de las cuales se analizaron más de 1,4 millones de mensajes en el ámbito digital en diez países de la región, para conocer la percepción sobre el sector.
Cambiar la narrativa, humanizar el discurso o salir del cliché de la sostenibilidad son algunas de las claves que expone el documento para que la industria extractiva mejore su imagen y proyecte su valor.
El informe realizado por LLYC llega a las siguientes conclusiones:
- La minería ilegal lidera la conversación social: el 50% de las menciones sobre el sector se refiere a la minería ilegal, lo que refleja su profunda penetración en la conciencia pública y su estrecha relación con la industria en general.
- Dos protagonistas inciden en la negatividad: tanto los gobiernos como la propia industria minera profundizan imaginarios que no favorecen un posicionamiento positivo del sector.
- El medio ambiente como bandera política: el impacto de la minería se ha convertido en un tema electoral y en un punto central en la gestión gubernamental, tanto a nivel local como nacional.
- El sector se comunica en círculos cerrados: la industria enfrenta el desafío de comunicarse principalmente dentro de su propia esfera, con un impacto mínimo y predominantemente negativo en la conversación pública.
- Circunstancias propias de América Latina profundizan los estigmas: la corrupción, la violencia y el narcotráfico, entre otros problemas regionales, se asocian a la industria minera debido a la ilegalidad de algunas actividades.
En esa línea, un tema a observar es la relevancia de los derechos humanos (33 % de la conversación relacionada con la extracción ilícita), que se manifiesta en las expresiones de protesta y en la cobertura que se da desde ciertos sectores. El país más activo en este tema es Colombia, seguido por Argentina y Perú.
- La minería sostenible, un antídoto insuficiente: a pesar de su importancia, la minería sostenible representa solo el 2% de la conversación total, y su mensaje positivo se limita en gran medida al mismo círculo de influencia.
Una de las características potenciadas por la industria frente a la sostenibilidad es la puesta en valor del impacto económico de la minería (13.9 % de las menciones), que si bien presenta data sobre los aportes al Estado, la generación de empleo e incluso en la disminución de la pobreza, mantiene el debate en un nivel técnico que no termina de conectar con el ciudadano de a pie. Argentina lidera esta subtemática, mientras que Brasil y Panamá son los países que menos participan en esta conversación.
Para Darío Álvarez, CEO de LLYC USA: “Estos hallazgos muestran la complejidad de los desafíos que enfrenta la industria minera en América Latina en términos de percepción pública. Es evidente que la industria necesita un enfoque estratégico para abordar estos temas y comunicar de manera efectiva su contribución al desarrollo sostenible y responsable en la región, lo cual es posible a través de varias claves que planteamos en este estudio”.
Desde LLYC, se ofrecen algunas recomendaciones para ayudar a reenfocar la historia de esta industria. La clave está en corregir una tendencia pasiva en la comunicación y apostar por la proactividad. También es fundamental cambiar la narrativa, salirse del cliché de la sostenibilidad, humanizar el discurso, activarlo mediante otras vías y dirigirse a todos los públicos, incluidos los detractores.