Todos ellos prometen hacer caso omiso de la decisión del presidente de la república. El alcalde de Nueva York, por ejemplo, prometió hacerse cargo de tema. “Es triste que las ciudades y los estados estén haciendo lo que debería hacer el gobierno central”.
Más de 30 alcaldes (intendentes para nosotros), tres gobernadores y arriba de 100 dirigentes de empresas están preparando un pago que presentarán a las Naciones Unidas en el que se comprometen a cumplir con los topes de emisiones de gases de invernadero que fija el Acuerdo de París.
Esto es posible hoy porque la globalización ha aumentado el poder cívico y económico de los gobiernos locales, especialmente en lo que se refiere a soluciones a amenazas mundiales, como cambio climático, pandemias, inequidad y hasta terrorismo.
Hoy las grandes ciudades generan las tres cuartas partes de la producción económica global. De ahora a 2030 esos centros urbanos van a generar más de cuatro quintos de todo el crecimiento global. Política y culturalmente las ciudades siguen en la vanguardia de la apertura y la globalización.
Antes los gobiernos nacionales eran los guardianes de las puertas del país. Ahora, sin embargo, cada vez más son vistos por los gobiernos locales como un obstáculo demasiado estrecho para llegar al resto del mundo. Así, muchos líderes locales están desarrollando lo que podría categorizarse como una política exterior propia. La diplomacia entre ciudades, antes marginal, crece y florece. Es por todo esto que ha sido posible esta reacción interna contra la decisión del gobierno de Trump de no firmar el Acuerdo del Clima de París.