domingo, 22 de diciembre de 2024

¿Quién le teme a la Ley Laboral?

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¿Habrá o no ley?. Oficialismo y oposición se acusan mutuamente de sabotear el quórum en diputados.
Pesan más las elecciones del domingo. Todo el mundo juega al corto plazo.

La reforma a la Ley Laboral torna a agitar las aguas parlamentarias. La Alianza cuenta con quórum propio, sumando sus 124 votos y los de sus aliados, y a partir de hoy podría producir un dictamen al proyecto del Senado en la comisión de Trabajo. La oposición se apresura a asegurar que, ante el temor de perder popularidad y boletas electorales para el domingo, el gobierno prefiere postergar el debate.

Por su parte, el oficialismo se adelanta a denunciar que el PJ rehuirá el debate ante la perspectiva de que Diputados rechazara los 160 millones de pesos votados por el Senado para reforzar las partidas del Plan Trabajar.

Los datos sobre el fuerte aumento de la desocupación acentuarían los argumentos esgrimidos por los gobernadores justicialistas que ven con preocupación este fenómeno social.

Para los analistas surge la percepción de que el proyecto aprobado por la Cámara Alta no conforma, en realidad, ni a tirios ni a troyanos. Es, apenas, un tibio logro para el gobierno y se convierte, además, en fuente de discordia al ingresar en su etapa de sanción final, de la que no saldría indemne.

El ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, no declarará ilegal el paro del viernes, convocado por el sector rebelde de la CGT. Es más, cuenta con la actitud reticente, para no decir saboteadora, de la CGT de Azopardo, cuyos dirigentes advierten el avance sobre sus posiciones de Hugo Moyano y su gente.

Elegir el momento adecuado , manejar el timing , es esencial en la lucha política. El camionero debe meditar sobre la conveniencia de lanzar a la lucha con insistencia a los gremios que le responden. La repetición en cortos plazos tiende a erosionar las voluntades; también en política rige la ley del “desgaste de los materiales”.

De todas maneras, desde Brasil llegaron noticias que vienen en su respaldo. Una huelga que agrupa – según informaciones de ese país – a 70% del millón de camioneros que circulan por sus caminos, amenaza paralizar la economía y desabastecer de insumos imprescindibles a las ciudades.

El transporte de cargas reclama la reducción de los peajes, la autorización para aumentar la carga transportada por unidad y no pagar derechos para el uso de carreteras federales. El presidente Cardoso, hombre de filiación de izquierda democrática, se muestra preocupado y no tiene en claro si debe, y puede, reprimir el movimiento. Los politólogos recuerdan que un paro general de camioneros se sumó a las cacerolas de las señoras de los barrios altos de Santiago para precipitar la derrota política de Salvador Allende. El golpe militar de Augusto Pinochet cabalgó sobre ese clima.

La reforma a la Ley Laboral torna a agitar las aguas parlamentarias. La Alianza cuenta con quórum propio, sumando sus 124 votos y los de sus aliados, y a partir de hoy podría producir un dictamen al proyecto del Senado en la comisión de Trabajo. La oposición se apresura a asegurar que, ante el temor de perder popularidad y boletas electorales para el domingo, el gobierno prefiere postergar el debate.

Por su parte, el oficialismo se adelanta a denunciar que el PJ rehuirá el debate ante la perspectiva de que Diputados rechazara los 160 millones de pesos votados por el Senado para reforzar las partidas del Plan Trabajar.

Los datos sobre el fuerte aumento de la desocupación acentuarían los argumentos esgrimidos por los gobernadores justicialistas que ven con preocupación este fenómeno social.

Para los analistas surge la percepción de que el proyecto aprobado por la Cámara Alta no conforma, en realidad, ni a tirios ni a troyanos. Es, apenas, un tibio logro para el gobierno y se convierte, además, en fuente de discordia al ingresar en su etapa de sanción final, de la que no saldría indemne.

El ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, no declarará ilegal el paro del viernes, convocado por el sector rebelde de la CGT. Es más, cuenta con la actitud reticente, para no decir saboteadora, de la CGT de Azopardo, cuyos dirigentes advierten el avance sobre sus posiciones de Hugo Moyano y su gente.

Elegir el momento adecuado , manejar el timing , es esencial en la lucha política. El camionero debe meditar sobre la conveniencia de lanzar a la lucha con insistencia a los gremios que le responden. La repetición en cortos plazos tiende a erosionar las voluntades; también en política rige la ley del “desgaste de los materiales”.

De todas maneras, desde Brasil llegaron noticias que vienen en su respaldo. Una huelga que agrupa – según informaciones de ese país – a 70% del millón de camioneros que circulan por sus caminos, amenaza paralizar la economía y desabastecer de insumos imprescindibles a las ciudades.

El transporte de cargas reclama la reducción de los peajes, la autorización para aumentar la carga transportada por unidad y no pagar derechos para el uso de carreteras federales. El presidente Cardoso, hombre de filiación de izquierda democrática, se muestra preocupado y no tiene en claro si debe, y puede, reprimir el movimiento. Los politólogos recuerdan que un paro general de camioneros se sumó a las cacerolas de las señoras de los barrios altos de Santiago para precipitar la derrota política de Salvador Allende. El golpe militar de Augusto Pinochet cabalgó sobre ese clima.

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