Gillian Tett, del Financial Times, sostiene que hay que prestar mucha más atención al agua. Afirma que las continuas luchas entre los siete estados que utilizan el río Colorado para hidratarse -Arizona, California, Colorado, Nevada, Nuevo México, Utah y Wyoming- en torno a un plan para reducir su consumo de agua son una advertencia para todos.
Tras las dos décadas más secas de la región en los últimos 1.200 años, los estados no lograron llegar a un acuerdo sobre el plan antes de la fecha límite de esta semana.
El “estrés hídrico”, como lo llama la ONU, también está alimentando los conflictos dentro de los países, sobre todo porque muchos de ellos tienen marcos de gobernanza del agua que están muy anticuados, si es que existen.
El río Colorado es un buen ejemplo. La principal normativa sobre el uso del agua procede de un tratado creado en 1922. Sin embargo, se elaboró en una época en la que los agricultores eran los principales consumidores de agua, y no contempla en absoluto la expansión de los suburbios.
Además, como la propiedad local de la tierra suele ir acompañada de derechos ilimitados de uso del agua, el sistema actual es propenso al arbitraje y al abuso.
“El conflicto del río Colorado demuestra que se avecina una lucha sobre quién debe controlar este bien tan preciado y vital. ¿Deben ser los inversores privados, el gobierno federal o los estados? ¿Y qué ocurre si no se ponen de acuerdo? Ahora mismo las respuestas son alarmantemente confusas”, escribe Gillian.
La falta de atención también refleja la presunción occidental de que el agua siempre estará disponible. Así, mientras que el mundo empresarial lleva años esforzándose por crear sistemas de contabilidad para el uso del carbono (a través del Grupo de Trabajo sobre Divulgación de Información Financiera Relacionada con el Clima), sólo recientemente ha empezado a desarrollar formas de poner precio al agua en las cuentas de las empresas. Sin embargo, esto debe cambiar.