¿Qué opciones existen si se caen la ronda Dohá y la OMC?

Para Estados Unidos, que no vería del todo mal ambos desenlaces y el fin del Mercosur, la respuesta es simple: acuerdos bilaterales. Hay tres en el congreso y once en tratativas. Lo malo es que Washington será siempre socio hegemónico.

23 mayo, 2006

Los plazos van cayendo y Dohá sigue en veremos, mientras su suerte la aproxima a la ronda Uruguay, que colapsó años atrás y arrastró al Acuerdo general de comercio y tarifas (GATT, según la sigla inglesa). Por otra parte, el escaso capital político y el mandato que le quedan a George W.Bush obligan a objetivos comerciales más acotados.

Los mercantilistas, defensores del “libre comercio” que suelen pasar por alto transgresiones como los subsidios agrícolas, no llegan a pedir el fin de Dohá. Pero sí el de su condición de único mecanismo global. En especial, cuando existen posibilidades bilaterales con algunos “pesados” en desarrollo; a saber, China, India, Brasil, México –que tiene un monto de pactos a doble mano-, Vietnam, etc.

Entretanto, EE.UU. y la Unión Europea no se animan a enterrar el multilateralismo. Justamente, porque los mercantilistas temen que eso signifique la vuelta a los mecanismos proteccionista previos a la larga fase de reducción de barreras, iniciada en 1947 con el GATT. Otra interesada en mantener las apariencias en la enorme burocracia de la OMC, que goza de prebendas, viáticos y otras ventajas, sin necesidad de rendir cuentas ni obtener resultados concretos.

Peter Mandelson, comisario de Comercio en la UE, cree que “las negociaciones de Dohá requieren menos plazos y mayor realismo”, Particularmente, claro, en materia agrícola. Por de pronto, la UE acaba de ofrecer concesiones, pero tiene poco margen de maniobra y no puede llegar al nivel que demanda EE.UU. Además, los brotes de proteccionismo, estatismo y nacionalismo –a veces, virulento- están socavando a la propia UE ampliada. Una explosión violencia neonazi en Alemania durante el mundial de fútbol podría llevar las cosas a un extremo crítico.

En lo tocante a normas generales, Washington debiera centrarse en el papel de la OMC como tribunal de arbitraje y aplicación. El gobierno marcha en esa dirección, por ejemplo, cuando recurre a la entidad para abrir el mercado automotor chino.

Muy bien ¿y el bilateralismo? Parece la opción favorita de EE.UU. Han ingresado al congreso acuerdos con Omán, Perú y Colombia y hay contactos con Surcorea, Malasia, Egipto, Uruguay y otros siete países. Este tipo de convenios no tiene los efectos económicos de los multilaterales, pero permiten abrir mercados, objetivo real de Washington. De paso, podrían ayudar al ingreso de Rusia en la OMC.

En otro plano, un replanteo drástico de la ronda Dohá y la propia OMC (como sugieren Mandelson y otros) empezaría creando una instancia diferente para los países más pobres e inviables. Vale decir, buena parte del África subsahariana, Haití y naciones-islas en Oceanía y el sur de Asia.

Los plazos van cayendo y Dohá sigue en veremos, mientras su suerte la aproxima a la ronda Uruguay, que colapsó años atrás y arrastró al Acuerdo general de comercio y tarifas (GATT, según la sigla inglesa). Por otra parte, el escaso capital político y el mandato que le quedan a George W.Bush obligan a objetivos comerciales más acotados.

Los mercantilistas, defensores del “libre comercio” que suelen pasar por alto transgresiones como los subsidios agrícolas, no llegan a pedir el fin de Dohá. Pero sí el de su condición de único mecanismo global. En especial, cuando existen posibilidades bilaterales con algunos “pesados” en desarrollo; a saber, China, India, Brasil, México –que tiene un monto de pactos a doble mano-, Vietnam, etc.

Entretanto, EE.UU. y la Unión Europea no se animan a enterrar el multilateralismo. Justamente, porque los mercantilistas temen que eso signifique la vuelta a los mecanismos proteccionista previos a la larga fase de reducción de barreras, iniciada en 1947 con el GATT. Otra interesada en mantener las apariencias en la enorme burocracia de la OMC, que goza de prebendas, viáticos y otras ventajas, sin necesidad de rendir cuentas ni obtener resultados concretos.

Peter Mandelson, comisario de Comercio en la UE, cree que “las negociaciones de Dohá requieren menos plazos y mayor realismo”, Particularmente, claro, en materia agrícola. Por de pronto, la UE acaba de ofrecer concesiones, pero tiene poco margen de maniobra y no puede llegar al nivel que demanda EE.UU. Además, los brotes de proteccionismo, estatismo y nacionalismo –a veces, virulento- están socavando a la propia UE ampliada. Una explosión violencia neonazi en Alemania durante el mundial de fútbol podría llevar las cosas a un extremo crítico.

En lo tocante a normas generales, Washington debiera centrarse en el papel de la OMC como tribunal de arbitraje y aplicación. El gobierno marcha en esa dirección, por ejemplo, cuando recurre a la entidad para abrir el mercado automotor chino.

Muy bien ¿y el bilateralismo? Parece la opción favorita de EE.UU. Han ingresado al congreso acuerdos con Omán, Perú y Colombia y hay contactos con Surcorea, Malasia, Egipto, Uruguay y otros siete países. Este tipo de convenios no tiene los efectos económicos de los multilaterales, pero permiten abrir mercados, objetivo real de Washington. De paso, podrían ayudar al ingreso de Rusia en la OMC.

En otro plano, un replanteo drástico de la ronda Dohá y la propia OMC (como sugieren Mandelson y otros) empezaría creando una instancia diferente para los países más pobres e inviables. Vale decir, buena parte del África subsahariana, Haití y naciones-islas en Oceanía y el sur de Asia.

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