Este comportamiento, que tiene detrás la combinación de varios factores, podría favorecer a la economía argentina en el corto plazo.
Aunque cuando se habla de commodities se tiende a generalizar, es importante señalar que, aun cuando en términos generales sus precios se ven fuertemente impactados por el nivel de actividad global, no necesariamente todos responden de la misma manera ni se ven afectados de la misma forma por variables subyacentes.
Así lo aclara el informe económico “Economic GPS” que elabora la consultora PwC. Teniendo en cuenta todo esto, se podrían caracterizar cuatro grandes grupos: metales preciosos, commodities relacionadas con la energía, las vinculadas a los productos agropecuarios, y a los metales y minerales.
Dentro de estos grupos, el que mayores particularidades presenta es el de metales preciosos. Estos commodities han tenido históricamente un rol global como activos de reserva de valor y, en ese rol, mostraron crecimiento en sus precios a lo largo de todo el año 2020. En particular, el oro viene evidenciando variaciones interanuales positivas desde 2019 como consecuencia de los riesgos geopolíticos y tensiones comerciales evidenciados entre Estados Unidos y China.
En estos casos, el driver de crecimiento de precios está más relacionado a motivos financieros que a la demanda para la producción de bienes en la economía real. En los meses recientes, al comenzar a disiparse la incertidumbre introducida por la pandemia, el precio de dichas commodities ha comenzado a corregir a la baja.
En relación al resto, y aún con especificidades propias dentro de cada grupo, se observa que luego de haber caído el año pasado en los meses en que se declaraba la pandemia, sus precios han comenzado a mostrar aumentos generalizados con relación a los valores previos.
Aumentos generalizados
En el caso de las commodities de base agropecuaria y los metales y minerales han mostrado un aumento que los dejó en niveles que no se veían desde los años 2012 y 2013. Por otra parte, los precios de las commodities relacionadas con la energía son los que más han tardado en recuperar valor.
Es más, su variación interanual positiva comenzó en febrero del corriente año, solo para retornar hasta el momento a los niveles pre-pandemia. La formación de precios de las commodities relacionadas a la energía, se ve fuertemente impactada por la particular estructura del mercado del petróleo, donde un conjunto de países concentra la mayor parte de oferta.
Debido a disputas entre los principales productores de petróleo dentro de la OPEP, no se pusieron de acuerdo en los recortes de la producción necesarios para sostener su precio, que ya había caído al comienzo de año ante la menor demanda por los primeros signos del Covid-19. Ante el no recorte en la oferta frente a la caída en el nivel de actividad global, se produjo una baja histórica en marzo de 2020. La expansión del virus Covid-19 a nivel global y los posteriores cierres de más economías, mantuvo los precios deprimidos a lo largo del año.
Luego encontramos las materias primas catalogadas dentro de productos agropecuarios, y metales y minerales, que han visto un alza generalizada desde agosto de 2020, alcanzando valores récord para los últimos años en los primeros meses de 2021. Para poder comprender dicha dinámica hay que observar la conjunción de diversos factores que han dado origen a esos resultados.
En primer lugar, hay que señalar el inicio de la recuperación post pandemia. A medida que avanzan los procesos de vacunación y se reducen las medidas sanitarias de restricciones a la movilidad, las economías recuperan actividad e impulsan la demanda internacional de materias primas, en especial alimentos y combustibles.
En el primer trimestre del año Estados Unidos avanzó respecto a igual período de 2020 y mostró una tasa de crecimiento anualizado de 6,4%. Por su parte, China creció en los meses enero-marzo de 2021 un 18,3% respecto de 2020 (casi triplicando la caída que había mostrado en el año previo, 6,8%, cuando las restricciones por el Covid-19 tuvieron su pico máximo). En el caso de China, además del rebote económico post pandemia hay otros elementos que están impulsando los precios al alza, en particular de las commodities agrícolas.
El país asiático se encuentra en un proceso de recomposición de stock de su ganado porcino. A fines de 2018 aparecieron allí casos de peste porcina africana que en 2019 y 2020 se esparció por gran parte del país, generando una fuerte pérdida, con caídas de producción del 21% y 15%, respectivamente, de acuerdo con información publicada por USDA. Actualmente China se encuentra en proceso de recuperación de la producción y con ello la necesidad de alimento para los animales, lo cual ha empujado al alza la demanda de maíz, así como de soja y sus derivados.
De acuerdo con el último informe publicado por USDA, el pronóstico de la producción mundial de maíz será inferior por menores cultivos en Brasil, México, Nigeria y Paraguay. Las importaciones mundiales han aumentado con pronósticos más amplios para China, Tailandia y Vietnam, que compensan con creces los recortes para la Unión Europea, Arabia Saudita y varios otros países. Esto da como resultado stock finales para la campaña 2020/21 por debajo de los alcanzados en 2019/20.
Las oleaginosas
Con respecto a las oleaginosas, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos estima que la campaña 2021/22 continuará las actuales tendencias. Mientras pronostica mayor producción, principalmente por el crecimiento de la soja en Estados Unidos y América del Sur, se espera que el consumo mundial de semillas oleaginosas aumente un 3% en 2021/22, el aumento anual más fuerte desde 2019/20.
Este aumento es liderado por una mayor demanda de soja en China que refleja una reconstrucción de la demanda de alimentos, significando además un crecimiento en el comercio mundial de semillas oleaginosas, donde el país asiático representará el 60% de las importaciones de soja. Se espera una modesta alza de las existencias finales que no implique una reversión en la tendencia de los precios.
El otro componente que está impulsando el incremento de los precios de las commodities, es el comportamiento del dólar estadounidense. Esta divisa se ha venido devaluando respecto de otras monedas internacionales en términos interanuales desde septiembre de 2020, y dicha devaluación se ha ido acelerando.
El hecho de que los precios de las materias primas se expresen en dólares norteamericanos hace que la baja relativa del valor de este último tenga su correspondencia en el alza de aquellos. Este comportamiento se enmarca en un contexto de años de mucha liquidez internacional, que se incrementó como consecuencia de las políticas fiscales y monetarias expansivas que implementaron los países para hacer frente a la crisis originada por la pandemia.
En el caso particular de los Estados Unidos, los planes de estímulo han encendido el debate respecto de la posibilidad de una mayor inflación, que en abril alcanzó un alza de 0,8% mensual, el valor más alto desde 2009, y del 4,2% interanual, el mayor valor desde 2008. Por un lado, se manifiestan voces que aventuran que el movimiento de los precios se debe a un cambio sostenido en el tiempo en la velocidad de crecimiento del índice (es decir, inflación), mientras que otros sostienen que sólo se trata de un nuevo nivel de precios (en cuyo escenario el riesgo de inflación no sería tal).
En cualquier caso, el efecto de las expectativas ha impactado el mercado financiero en el corto plazo, con un alza en los rendimientos de los bonos soberanos como respuesta a un mayor riesgo percibido de inflación prolongada y la posibilidad de un aumento de tasas de interés en el futuro. Así, el título a 10 años pasó de niveles de rendimiento promedio de 0,65% en agosto a un promedio en abril de 1,64%.
Ahora bien, el alza en los rendimientos no ha sido convalidada aún por la FED en la tasa de política monetaria, ya que pareciera estar más centrada en mirar el movimiento del mercado de trabajo (la economía “real”), que aún no alcanzó los niveles pre-pandemia. De esta manera, la FED continúa con su política de compra de bonos y emisión de dinero, lo que ha redundado en una depreciación de esta moneda a nivel global.
La combinación de todos los factores mencionados ha generado un alza de los precios de las commodities. En el caso de aquellos que más relevancia tienen para la Argentina encontramos que el maíz, en el promedio de abril, se encontraba un 35% por encima de la cotización promedio de diciembre 2020, siendo el valor más alto desde julio de 2013.
También el precio del trigo se ha elevado un 12% en el cuarto mes del año respecto de diciembre, siendo el valor máximo desde principios de 2014. Algo similar ha ocurrido con el precio de la soja y sus derivados: el precio del grano en abril se elevó un 16% con respecto a la cotización de diciembre y el aceite de soja es un 17% mayor en el mismo período. La harina de soja, en cambio, cayó un 6% pero se encuentra en los niveles más altos de los últimos tres