Putin: ¿habrá creado un rival más peligroso que Jodorkovsky?

Amigo del ex amo de Yukos, Roman Abrámovich ha vendido Síbñeft a Gazprom –o sea, al Estado- por US$ 13.000 millones. De esa suma, 9.000 millones van al ruso más rico del mundo que, como se sabe, tiene aspiraciones políticas.

3 octubre, 2005

Desplazado Mijail Jodorkovsky como el oligarca más rico del país, la operación pone en ese sitio a Abramovich. A primera vista e influido por su esposa Irina Abramovska, el multimillonario optaría por seguir residiendo en Gran Bretaña, donde es propietario de un club de fútbol (Chelsea). La venta de una empresa que posee enormes reservas de crudo sin explotar –Thomas Boone Pickens, célebre especulador petrolero, cree que el dúo Síbñeft-Yugansk supera a la saudita Aramco- apunta en ese sentido. Pero Vladimir Putin y su gente no creen lo mismo.

Hay una razón financiera: 27% del paquete total queda en manos de testaferros de Abramovich. A diferencia de Jodorkovsky, a quien Moscú le sacó casi todo pretextando una deuda tributaria de US$ 28.000 millones, nunca probada del todo, el empresario retiene unos US$ 2.000 millones en varias empresas rusas. Sumas superiores tiene colocadas en fondos extraterritoriales como Le grand Bleu o Pelorus (figuran entre los diez mayores del mundo, aunque sean casi desconocidos).

Nacido en una paupérrima familia judía hace casi cuarenta años, o sea en tiempos de Nikita Kruschev, quedó huérfano a los dos. Hizo de todo, a veces fuera de la ley, hasta que, durante los 90, compró a precio vil los activos petroleros que dieron origen a Síbñeft. Su biografía oficial (2002) omite demasiados detalles, pero se sabe que contaba con la ayuda nada gratuita del ya presidente Boris Yeltsin y su operador político, Boris Byeryezovsky.

Por entonces, incursionó en política, algo que Jodorkovsky omitió hacer a tiempo, y “compró” la gobernación de Chukotka, extremo oriental de Siberia. Con Putin ya en el poder, Abramovich pasó a Londres para eludir la purga de oligarcas desatada por el ex jefe de la KGB.

Ahora, le caen entre las manos US$ 9.000 millones y su competidor por el cetro de la oposición está preso, aunque probablemente no cumpla los ocho años de la reciente sentencia. A diferencia del ex capo de Yukos, Abramovich no promete en público volver a la política, pero tiene dos cosas a favor: una caja que envidiarían Carlos Menem o Eduardo Duhalde y tiempo para esperar el inevitable deterioro del régimen post soviético que encabeza Putin.

Desplazado Mijail Jodorkovsky como el oligarca más rico del país, la operación pone en ese sitio a Abramovich. A primera vista e influido por su esposa Irina Abramovska, el multimillonario optaría por seguir residiendo en Gran Bretaña, donde es propietario de un club de fútbol (Chelsea). La venta de una empresa que posee enormes reservas de crudo sin explotar –Thomas Boone Pickens, célebre especulador petrolero, cree que el dúo Síbñeft-Yugansk supera a la saudita Aramco- apunta en ese sentido. Pero Vladimir Putin y su gente no creen lo mismo.

Hay una razón financiera: 27% del paquete total queda en manos de testaferros de Abramovich. A diferencia de Jodorkovsky, a quien Moscú le sacó casi todo pretextando una deuda tributaria de US$ 28.000 millones, nunca probada del todo, el empresario retiene unos US$ 2.000 millones en varias empresas rusas. Sumas superiores tiene colocadas en fondos extraterritoriales como Le grand Bleu o Pelorus (figuran entre los diez mayores del mundo, aunque sean casi desconocidos).

Nacido en una paupérrima familia judía hace casi cuarenta años, o sea en tiempos de Nikita Kruschev, quedó huérfano a los dos. Hizo de todo, a veces fuera de la ley, hasta que, durante los 90, compró a precio vil los activos petroleros que dieron origen a Síbñeft. Su biografía oficial (2002) omite demasiados detalles, pero se sabe que contaba con la ayuda nada gratuita del ya presidente Boris Yeltsin y su operador político, Boris Byeryezovsky.

Por entonces, incursionó en política, algo que Jodorkovsky omitió hacer a tiempo, y “compró” la gobernación de Chukotka, extremo oriental de Siberia. Con Putin ya en el poder, Abramovich pasó a Londres para eludir la purga de oligarcas desatada por el ex jefe de la KGB.

Ahora, le caen entre las manos US$ 9.000 millones y su competidor por el cetro de la oposición está preso, aunque probablemente no cumpla los ocho años de la reciente sentencia. A diferencia del ex capo de Yukos, Abramovich no promete en público volver a la política, pero tiene dos cosas a favor: una caja que envidiarían Carlos Menem o Eduardo Duhalde y tiempo para esperar el inevitable deterioro del régimen post soviético que encabeza Putin.

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