El liderazgo norteamericano en el Consejo del Ãrtico se consolida en medio de los preparativos para la Cumbre Mundial del Ãrtico que se propone lograr un tratado sobre el clima en diciembre de Este años.
Diplomáticos de más de 100 países se reunirán en París para negociar la forma de reducir las emisiones globales de gases de invernadero. En una de las reuniones preparatorias para diciembre, realizada en Anchorage, Alaska, el 30 y 31 de agosto, el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, reclamó una mayor participación de las ciudades, universidades y otras instituciones para lograr una reducción más rápida de las emisiones de gases.
Kerry y Obama aprovecharon la Conference on Global Leadership in the Arctic: Cooperation, Innovation, Engagement and Resilience, o GLACIER, para remarcar sobre las consecuencias del cambio climático descontrolado, proponer estrategias para reducir las emisiones de carbono y proponer ideas para fortalecer la resiliencia de la comunidad ártica.
Rusia, un país con importantes intereses en la región del ártico y supuestamente con poco interés por el cambio climático, envió a Anchorage una delegación compuesta por funcionarios de bajo nivel.
Rusia es una superpotencia ártica. Tiene una enorme costa sobre esos mares y mucha población viviendo en el círculo ártico. Tiene seis rompehielos nucleares en la región y centros industriales en Nikel.
Antes de sufrir las consecuencias de la crisis de Ucrania, las reuniones sobre el Àrtico las comandaba Rusia con la permanente presencia del presidente Vladimir Putin. Ya no más. Rusia hoy tiene dos grandes inconvenientes para imponer su visión sobre la región polar ártica.
El primero es la reducido valor de los recursos naturales que se suponen duermen bajo las capas de hielo. Rusia y Estados Unidos protagonizan una feroz competencia por el acceso a esos yacimientos de gas y petróleo que ya fueron descubiertos. El problema no es solamente el de los impedimentos de Estados Unidos y la Unión Europea a que Rosneft continúe la exploraciones de las aguas del Ãrtico. El verdadero problema es que los costos de producción y el bajo precio del petróleo dificultan las actividades.
El segundo inconveniente tiene que ver con la tránsito marítimo internacional por la ruta del Mar del Norte. Muchos políticos en Moscú esperaban que el cambio climático reduciría el hielo del Ãrtico y aumentará la viabilidad comercial de una conexión más corta entre China y Europa… y brindar mucho empleo a los rompehielos rusos. El problema es que la vieja infraestructura soviética ( y los mismos barcos) sigue estando tan deteriorada que sigue siendo muy riesgoso navegar por esos lugares.
Como, entonces, desaparece para Rusia la justificación económica para la atención política al Ãrtico, Moscú centra su interés en el juego que mejor conoce: el poder militar. Mientras los ambientalistas y los políticos preocupados por el clima discutían en Anchorage preparándose para diciembre un escuadrón naval ruso ejecutó una larga serie de ejercicios junto al rompehielos Sevmorput. Aunque los barcos tienen una edad de 30 años y ya no protegen bien del hielo, Rusia parece decidida a mostrar su disposición a llevar su brigada Ãrtica a cualquier parte del Polo Norte.
Lo que más preocupa a Moscú es que se analice su derecho a expandir la plataforma continental bajo su control hasta cubrir todo el Polo Norte. Ese reclamo se está analizando en el seno d la Comisión de las Naciones Unidas encargada de fijar los límites de la plataforma continental.
Pero Obama no está exento del doble discurso. Paralelamente a sus preocupaciones por detener el cambio climático en el Ãrtico dio luz verde a la exploración petrolera justo frente a las costas de Alaska.