Coface prevé un aumento de las protestas, principalmente en los países emergentes, debido a un deterioro sin precedentes de los indicadores socioeconómicos. En 2020, el indicador de riesgo social y político de Coface alcanzó un récord de 51% a nivel mundial y 55% en los países emergentes.
Estos movimientos sociales repercutirán en la actividad económica de los países afectados y, en particular, en su comercio exterior.
Coface considera que los movimientos sociales de masas tienen efectos negativos particularmente pronunciados y permanentes en las exportaciones de los países: en los años en los que se producen dichos movimientos, las exportaciones son en promedio un 4,2% inferiores a su potencial estimado.
Consecuentemente, la modalidad, persistencia e intensidad de los movimientos sociales serán determinantes para el comercio internacional en los próximos años.
“La pandemia ha detenido temporalmente la ola de movimientos sociales en los países emergentes. Pero los devastadores efectos socioeconómicos de la crisis sanitaria han elevado los niveles de riesgo social y político a un máximo histórico. Se prevé que estas presiones den lugar a una nueva ola de movimientos con importantes repercusiones económicas para los países afectados”.
“Es probable que la incertidumbre vinculada a la inestabilidad política, la caída de la confianza de los agentes económicos, el declive de la actividad industrial y de los servicios en el ámbito de la oferta y la caída del consumo en el ámbito de la demanda penalicen la actividad. Potencialmente, el comercio exterior y, en particular, las exportaciones, serán víctimas colaterales.”
“Coface estima que, durante los tres años posteriores a un movimiento social, las exportaciones se mantienen hasta un 9% por debajo de su potencial. Si el movimiento propone demandas socioeconómicas, como es probable tras la pandemia, esta contracción de las exportaciones puede ser hasta un 20% menor”, comentan Samuel Adjutor y Ruben Nizard, economistas de Coface.
Una nueva ola en el horizonte
La mayoría de los movimientos sociales ocurren en países de mercados emergentes, y su número ha aumentado entre 2017 y 2019. Además, la experiencia de las epidemias y pandemias anteriores evidencia que el malestar social surge, de media, un año después de una crisis sanitaria. Este resurgimiento del descontento social se explica por los devastadores efectos socioeconómicos de estas crisis.
La magnitud del impacto del COVID-19 no tiene precedentes, lo que se verá reflejado en la intensidad de los futuros movimientos sociales. De hecho, el riesgo social y político global, según los cálculos de Coface, nunca ha sido tan alto. En 2020, alcanzó un récord de 51% en todo el mundo y de 55% en países de mercados emergentes.
Más específicamente, las presiones sociales para el cambio nunca han sido tan fuertes. En 2020, el índice de presión social alcanzó un máximo histórico, pasando de 46% a 54% a nivel mundial y de 54% a 61% para los países de mercados emergentes. Este aumento se explica por el deterioro sin precedentes de los indicadores socioeconómicos en la mayoría de los países analizados.
Como resultado de la pandemia, el nivel de vida de las personas ha descendido, como lo ilustra la caída del PIB per cápita, su poder adquisitivo se ha deteriorado, como lo refleja el aumento del desempleo y la inflación, y las desigualdades de ingresos y de riqueza han aumentado. En algunos países, esto se ve agravado por el creciente descontento con la gestión de la crisis sanitaria por parte de las autoridades y por las restricciones a las libertades civiles y políticas, consideradas injustas en algunos casos.
En 2020, el 88% de los países en mercados emergentes experimentó un aumento de su nivel de riesgo asociado con las presiones sociales. Este ha aumentado notablemente en algunos grandes países emergentes asiáticos, como Malasia, India, Tailandia o Filipinas, pero también en algunos países del norte de África, como Argelia o Túnez.
Afectar el comercio internacional
La experiencia de las anteriores pandemias confirma que los movimientos sociales masivos tienen impactos negativos persistentes en la actividad económica.
Durante al menos un año y medio después de un movimiento social masivo, el crecimiento del PIB se mantiene un punto porcentual por debajo de su nivel anterior al movimiento. Para los países de los mercados emergentes, este puede ser incluso dos puntos porcentuales más bajo.
En el ámbito de la oferta, estos efectos se explican por el declive de la actividad industrial y de los servicios, y en el ámbito de la demanda, por la caída del consumo. La confianza de los hogares y las empresas cae mientras aumenta la incertidumbre. Además, la incertidumbre asociada a la inestabilidad política aumenta los costos de transacción entre el país afectado y el resto del mundo y reduce los estímulos para entablar nuevas relaciones comerciales o mantener las existentes. Los flujos comerciales se ralentizan o incluso se contraen: la caída de la actividad industrial perturba las exportaciones y la caída del consumo afecta a las importaciones. El año en el que se registra un movimiento social, las exportaciones son un 4,2% inferiores a su potencial estimado. La brecha sigue siendo sustancial durante tres años, con exportaciones entre un 6,3% y un 8,9% por debajo de su potencial. El impacto sobre las importaciones es más marginal, dado que éstas se recuperan más rápidamente.
El impacto de un movimiento social sobre las exportaciones e importaciones difiere considerablemente. Varios factores pueden amplificar o limitar los efectos sobre el comercio: la especialización sectorial, la participación del país en el comercio internacional, la proximidad con sus socios comerciales y el modo de transporte preferido para los flujos comerciales bilaterales.
Estos elementos pueden tener repercusiones negativas en terceros países, sean o no socios comerciales del país afectado. Pero la modalidad en que se desarrollan los movimientos también determina la magnitud y la persistencia del impacto en el comercio.
Previsiblemente, la duración y la frecuencia de los movimientos sociales son factores decisivos. Si el movimiento es un evento aislado, el impacto en las exportaciones e importaciones es marginal. En el caso contrario, la inestabilidad política latente refuerza la falta de confianza y la incertidumbre, elevando los costos del comercio y contrayendo aún más la capacidad de exportación. En este caso, tres años después del primer movimiento, las exportaciones se mantienen, en promedio, alrededor de un 14% por debajo de su potencial. El tamaño de la movilización también es un factor importante en este impacto comercial.
Finalmente, el tipo de exigencia juega un papel crucial en la dimensión y la persistencia del impacto. Los movimientos cuyas demandas son exclusivamente políticas tienen efectos transitorios y menores en las exportaciones e importaciones.
Las protestas que incluyen demandas socioeconómicas, que tienen más probabilidades de surgir después de la pandemia, tienen efectos más severos y persistentes. En este caso, tres años después del shock, las exportaciones se mantienen un 20,7% por debajo de su potencial y las importaciones un 5,6% más bajas. Además, el escaso margen de maniobra en la política económica de los países emergentes para limitar los efectos del descontento social podría amplificar su impacto en el comercio.