O en una mayor utilización de la mano de obra (que lleve a un incremento en los niveles de empleo).
Aunque son dos elementos muy relevantes, no debe olvidarse que una parte sustancial del devenir del Producto Bruto Interno (PBI) se explica por otras cuestiones, como ser la incorporación de tecnología, las reorganizaciones empresarias o las regulaciones que impactan en la operatoria de las firmas.
Los economistas recurren con frecuencia al concepto algo etéreo de Productividad Total de los Factores (PTF) para dar cuenta de aquel cambio en el PBI que no puede atribuirse a incrementos de los factores productivos capital o trabajo, y que comprende a esos otros elementos que previamente mencionamos –más un largo etcétera–, frutos de la interacción de las políticas públicas y el accionar del sector privado.
Para ilustrar el potencial que tienen los cambios en la PTF como fuerza impulsora del PBI puede recurrirse a datos extraídos de estudios de “contabilidad del crecimiento”, que descomponen la tasa de variación del Producto en aquellas porciones imputables al capital, al trabajo y a la PTF. Un documento publicado hace un par de años por la Secretaría de Política Económica mostró que del 4,3% promedio anual que creció el PBI de Argentina en el período 1993-1998, 1,9 puntos porcentuales (pp) corresponden al capital, 0,6 pp al trabajo y 1,8 pp a la PTF.
En otros términos, según estos cálculos el 40% de la expansión del período señalado no fue por un aumento en la cantidad de maquinarias o en los trabajadores sino por una mejora en la PTF.
Llegado este punto, debemos admitir que las estadísticas de productividad suelen presentar imperfecciones, asociadas a la compleja naturaleza del fenómeno que pretenden captar, y que pueden estar afectadas por ciertos errores de medición en los otros componentes que entran en los cálculos. Estas fallas se vuelven más importantes en momentos de ingreso o salida de fuertes crisis macroeconómicas, cuando se distorsionan los aportes que efectivamente hacen el capital y el trabajo.
De todos modos, el caso –dada la magnitud de la variación y el hecho de que no se trate de un período crítico en términos macroeconómicos– sirve como evidencia del muy significativo rol que la PTF puede cumplir en la expansión de las economías.
El lado negativo de esta relevancia es que un estancamiento de la productividad –o peor aún, un retroceso– puede constituir un pesado lastre para cualquier país. Al respecto, las estadísticas de The Conference Board marcan que para el período 2012-2019 la PTF de Argentina tuvo una caída promedio anual de 1,6 pp.
En otras palabras, la evolución del PBI local hubiera sido 1,6 pp mejor a lo que efectivamente fue en esos años (lo que habría implicado pasar de la ligera caída que efectivamente se registró, a un modesto crecimiento) con tan solo haberse evitado ese deterioro en la PTF. Insistimos, son mediciones imperfectas, pero la magnitud de la caída, aunque más no sea una aproximación, luce alarmante.
El premio Nobel Robert Lucas dijo alguna vez que, por las enormes implicancias que tiene para el bienestar de la humanidad, una vez que se empieza a pensar en el crecimiento económico es difícil pensar en cualquier otra cosa. Parafraseándolo, podríamos señalar que una vez que se reconoce la enorme relevancia que la productividad tiene para el devenir económico de los países resulta difícil desatenderse de su evolución. O, por lo menos, que descuidar su comportamiento resulta muy costoso para el bienestar material de millones de personas.
Tras una década de estancamiento –que se ve reflejada en el deterioro de multiplicidad de indicadores, como ser pobreza, poder adquisitivo del salario, exportaciones, por solo mencionar algunos– la recuperación del dinamismo del nivel de actividad es una tarea urgente para la Argentina. Por la enorme relevancia que en este proceso puede tener la productividad, los sectores públicos y privados deberían redoblar esfuerzos a fin obtener progresos en esta crucial materia, resultado de multiplicidad de acciones en los planos micro y macroeconómico.
(*) Economista, Investigador del Observatorio de Productividad y Competitividad de la Universidad CAECE
(**) El Observatorio de Productividad y Competitividad (OPyC) fue creado por la Universidad CAECE para aportar una mirada más cercana a los fenómenos económicos y encontrar las oportunidades que el contexto ofrece a las empresas. Es en este contexto de grandes desafíos donde el OPyC aspira a agregar valor acompañando a las empresas de los distintos sectores de la economía a diseñar estrategias que enfrenten los cambios sumando eficiencias y permitiendo que se inserten en un mundo cada vez más complejo y demandante.