Problemas sociales y geopolíticos afectan la economía iraní

Presiones políticas y económicas sobre el programa nuclear interfieren, hasta cierto punto, inversiones en Irán. Pero quizá lo más riesgoso sea el desasosiego social interno y las críticas de los jóvenes al gobierno de Majmud Ajmadinedyad.

14 febrero, 2007

El cuarto exportador petrolero del mundo y tercero en reservas (después de Rusia y Saudiarabia) tiene dificultades para frenar la paulatina caída de producción, que hoy llega a unos cuatro millones de barriles diarios. Analistas allegados a Washington sostiene que, si el desequilibrio entre producción estancada y demanda interna continúa, Irán puede quedarse sin hidrocarburos para exportar en menos de diez años

“Afrontan una ola de problemas tras otra”, afirma Robert Murphy, de PFC Energy, una consultoría próxima al Pentágono. A su juicio, “Irán quizá no tenga excedentes exportables hacia 2015. A menos que detenga el aumento de consumo y revierta el largo decline productivo”. Para sofrenar la demanda, impulsada en parte por subsidios que mantienen la nafta a 9,05 centavos el litro, el gobierno proyecta iniciar el racionamiento en marzo. Pero es una medida tan impopular y potencialmente explosiva que ha sido pospuesta varias veces en tiempos recientes.

Sin duda, la cuestión petrolera interna está ligada a la controversia atómica externa, pues Tehrán quiere desarrollar la energía nuclear no tanto con fines bélicos, como para dejar los hidrocarburos libres para la exportación. Estados Unidos insiste en que Irán usará el programa como frente para fabricar armas atómicas, un pretexto que recuerda las imaginarias armas de destrucción masiva en poder de Saddam Huséin.

En una coyuntura de precios petroleros aun relativamente altos (US$ 54 a 60 el barril), los crudos apuntalan a Irán. Con la Unión Europea renegociando sanciones votadas por el consejo de seguridad, ni siquiera el gobierno norteamericano –que parece montar la escena para un ataque restringido a Irán- habla de bloquear sus exportaciones petroleras. Obviamente, porque hacerlo transtornaría los mercados y llevaría los precios muy arriba, en perjuicio de las potencias económicas.

Pero existen otras formas de presión. De acuerdo con empresarios norteamericanos y europeos, hace poco Washington les advirtió que –si invertían en nuevos proyectos iraníes- arriesgaban sanciones financieras. Eso prueba que EE.UU. no espera mucho de sus aliados europeos. Menos cuando George W.Bush (28% de apoyo según nuevas encuestas) y Richard Cheney están en franco cuarto menguante.

En realidad, la inversión externa directa escasea desde la revolución de 1979. Por tanto, la industria petrolera ha padecido durante decenios problemas económicos, financieros y técnicos. El país no ha firmado contratos de crudo o gas con inversores externos desde junio de 2005, cuando eligieron a Ajmadinedyad. Pero todavía contiene 11% de las reservas mundiales y sólo lo superan Rusia y Saudiarabia. De hecho, un ataque estadounidense a su territorio cortaría exportaciones y afectaría al mercado global mucho más que la baja de ventas iraquíes tras la invasión de 2003.

Sin llegar a tales extremos, cada año Tehrán afronta un declive productivo que ha ido subiendo de 200.000 a 500.000 b/d en los últimos veinte años. Al mismo tiempo, la capacidad refinadora queda a la zaga de la demanda, por lo cual debe importar desde Asia central y el Cáucaso 40% de la nafta.

En otro plano, los atrasos en desarrollar yacimientos como Yadavarán o Adsedegán han obligado a reducir objetivos. Ahora, el gobierno planea elevar producción no ya en cinco sino en 4,5 millones de barriles para 2010. Varios analistas norteamericanos y saudíes no creen posible la meta. En 2006, la producción alcanzó 3.900.000 barriles. Lejos de los seis millones a mediados de los años 70, pero mucho más que los 1.500.000 registrados durante la guerra con Irak (1980/88), apoyado entonces por Washington.

El cuarto exportador petrolero del mundo y tercero en reservas (después de Rusia y Saudiarabia) tiene dificultades para frenar la paulatina caída de producción, que hoy llega a unos cuatro millones de barriles diarios. Analistas allegados a Washington sostiene que, si el desequilibrio entre producción estancada y demanda interna continúa, Irán puede quedarse sin hidrocarburos para exportar en menos de diez años

“Afrontan una ola de problemas tras otra”, afirma Robert Murphy, de PFC Energy, una consultoría próxima al Pentágono. A su juicio, “Irán quizá no tenga excedentes exportables hacia 2015. A menos que detenga el aumento de consumo y revierta el largo decline productivo”. Para sofrenar la demanda, impulsada en parte por subsidios que mantienen la nafta a 9,05 centavos el litro, el gobierno proyecta iniciar el racionamiento en marzo. Pero es una medida tan impopular y potencialmente explosiva que ha sido pospuesta varias veces en tiempos recientes.

Sin duda, la cuestión petrolera interna está ligada a la controversia atómica externa, pues Tehrán quiere desarrollar la energía nuclear no tanto con fines bélicos, como para dejar los hidrocarburos libres para la exportación. Estados Unidos insiste en que Irán usará el programa como frente para fabricar armas atómicas, un pretexto que recuerda las imaginarias armas de destrucción masiva en poder de Saddam Huséin.

En una coyuntura de precios petroleros aun relativamente altos (US$ 54 a 60 el barril), los crudos apuntalan a Irán. Con la Unión Europea renegociando sanciones votadas por el consejo de seguridad, ni siquiera el gobierno norteamericano –que parece montar la escena para un ataque restringido a Irán- habla de bloquear sus exportaciones petroleras. Obviamente, porque hacerlo transtornaría los mercados y llevaría los precios muy arriba, en perjuicio de las potencias económicas.

Pero existen otras formas de presión. De acuerdo con empresarios norteamericanos y europeos, hace poco Washington les advirtió que –si invertían en nuevos proyectos iraníes- arriesgaban sanciones financieras. Eso prueba que EE.UU. no espera mucho de sus aliados europeos. Menos cuando George W.Bush (28% de apoyo según nuevas encuestas) y Richard Cheney están en franco cuarto menguante.

En realidad, la inversión externa directa escasea desde la revolución de 1979. Por tanto, la industria petrolera ha padecido durante decenios problemas económicos, financieros y técnicos. El país no ha firmado contratos de crudo o gas con inversores externos desde junio de 2005, cuando eligieron a Ajmadinedyad. Pero todavía contiene 11% de las reservas mundiales y sólo lo superan Rusia y Saudiarabia. De hecho, un ataque estadounidense a su territorio cortaría exportaciones y afectaría al mercado global mucho más que la baja de ventas iraquíes tras la invasión de 2003.

Sin llegar a tales extremos, cada año Tehrán afronta un declive productivo que ha ido subiendo de 200.000 a 500.000 b/d en los últimos veinte años. Al mismo tiempo, la capacidad refinadora queda a la zaga de la demanda, por lo cual debe importar desde Asia central y el Cáucaso 40% de la nafta.

En otro plano, los atrasos en desarrollar yacimientos como Yadavarán o Adsedegán han obligado a reducir objetivos. Ahora, el gobierno planea elevar producción no ya en cinco sino en 4,5 millones de barriles para 2010. Varios analistas norteamericanos y saudíes no creen posible la meta. En 2006, la producción alcanzó 3.900.000 barriles. Lejos de los seis millones a mediados de los años 70, pero mucho más que los 1.500.000 registrados durante la guerra con Irak (1980/88), apoyado entonces por Washington.

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