Polonia: contra el euro, las fusiones, los homosexuales, etc.

Por un lado, Lech Kaczynski presiona sobre la comisión de banca (KNB) y UniCredit. Por el otro, desde Berlín, trata de “desnaturalizados” a los homosexuales y censura la tolerancia alemana hacia ellos ante Angela Merkel.

16 marzo, 2006

Por supuesto, el problema básico es una ola de nacionalismo financiero y confesional que cubre Polonia. Su efecto más peligroso consiste en que Varsovia pase por alto los compromisos adoptados al firmar el ingreso en la Unión Europea (mayo de 2004), del cual parece hoy arrepentirse.

Hasta el cambio de gobierno, el país “apoyaba con firmeza la integración y esperaba que las economías pequeñas y medianas fuesen defendidas de los grandes intereses, en particular privados. Igual ocurre aún en Chequia, Hungría, etc.”. Así señala el ruso Piotr Burás, experto del centro Willy Brandt en Varsovia.

Pero el presidente Kaczynski acudió días atrás a Berlín con otra concepción de la UE, considerablemente distante de la original. Representa una mezcla de ideas nacionalistas, euroescépticas, proteccionistas y socialmenre retrógradas. La canciller Merkel se encontró con alguien “a la derecha del Vaticano”, como señalaban periódicos alemanes y escandinavos.

Inmediatamente después de ganar las elecciones en octubre, el mandatario se abocó a una revisión de políticas tan drástica como contradictoria. Por una parte, apoya la incorporación de Ucrania y Rusia blanca (ésta es un títere de Moscú, sin identidad propia). Por la otra, ya no acepta una UE más integrada ni, mucho menos, fusiones bancarias o empresarias de tipo transfronterizo.

La actitud de Kaczynski no sorprendió. Tiempo antes, en París, sostuvo en una entrevista con “Le Figaro”, con brusquedad: “Lo que más les importa a los polacos es qué sucederá con Polonia, no con Bruselas”. Su hermano Jaroslav, jefe del partido Ley y Justicia, fue más duro: “La defensa de los intereses nacionales es prioritaria y nuestros socios deben tenerlo en cuenta”.

Pronto las palabras cedieron el lugar a los hechos. Varsovia trata por todos los medios de bloquear una fusión de dos bancos locales, hoy propiedad del mismo grupo transfronterizo, UniCredit. Vale decir, la alianza entre el italiano Unicredito y el germano HypovereinsBank (HVB). La Comisión Europea prepara una demanda judicial contra Polonia por ese motivo. Meses antes, Bruselas logró frustrar un alza de impuestos sobre ciertos servicios importados, aunque dentro de la UE.

Ahora, el gobierno, marcadamente confesional, intenta acciones contra la diversidad sexual y, para colmo, su propaganda identifica homosexuales con nazis, o sea alemanes. Estas actitudes ya han provocado duras réplicas en Berlín, Praga, Estocolmo y el parlamento europeo (Estrasburgo).

Los nuevos puntos de vista oficiales han sido reiterados por Ryszard Schnepf –irónicamente, un apellido prusiano-, asesor en temas internacionales del primer ministro Kazimierz Marcinkiewicz. Hablando con el diario “Rzeczpospolita” (República), calificò de “innecesario” el tratado constitucional, que había sido promovido por el antecesor de Kaczynski.

De hecho, el presidente polaco aprovechó la visita a Berlín para trabar los esfuerzos de Merkel, tendientes a revivir esa iniciativa, volteaba por dos plebiscitos en contra. En esta materia, Kaczynski se acerca a Jacques Chirac, que tiene sus propios motivos para impedir que Alemania recobre su histórica influencia en el este y el sudeste.

Al respecto, analistas polacos, alemanes y franceses coinciden en que la nueva polìtica externa de Varsovia se asemeja a la de Charles de Gaulle, pero con ingredientes francamente autoritarios. Además, la ultraconservadora Iglesia nacional recobra peso, quizá porque un papa polaco fue sucedido por uno alemán. Pero las contradicciones no paran ahí, pues Polonia ve con simpatía a George W.Bush, no exactamente un enemigo del gran capital.

Por supuesto, el problema básico es una ola de nacionalismo financiero y confesional que cubre Polonia. Su efecto más peligroso consiste en que Varsovia pase por alto los compromisos adoptados al firmar el ingreso en la Unión Europea (mayo de 2004), del cual parece hoy arrepentirse.

Hasta el cambio de gobierno, el país “apoyaba con firmeza la integración y esperaba que las economías pequeñas y medianas fuesen defendidas de los grandes intereses, en particular privados. Igual ocurre aún en Chequia, Hungría, etc.”. Así señala el ruso Piotr Burás, experto del centro Willy Brandt en Varsovia.

Pero el presidente Kaczynski acudió días atrás a Berlín con otra concepción de la UE, considerablemente distante de la original. Representa una mezcla de ideas nacionalistas, euroescépticas, proteccionistas y socialmenre retrógradas. La canciller Merkel se encontró con alguien “a la derecha del Vaticano”, como señalaban periódicos alemanes y escandinavos.

Inmediatamente después de ganar las elecciones en octubre, el mandatario se abocó a una revisión de políticas tan drástica como contradictoria. Por una parte, apoya la incorporación de Ucrania y Rusia blanca (ésta es un títere de Moscú, sin identidad propia). Por la otra, ya no acepta una UE más integrada ni, mucho menos, fusiones bancarias o empresarias de tipo transfronterizo.

La actitud de Kaczynski no sorprendió. Tiempo antes, en París, sostuvo en una entrevista con “Le Figaro”, con brusquedad: “Lo que más les importa a los polacos es qué sucederá con Polonia, no con Bruselas”. Su hermano Jaroslav, jefe del partido Ley y Justicia, fue más duro: “La defensa de los intereses nacionales es prioritaria y nuestros socios deben tenerlo en cuenta”.

Pronto las palabras cedieron el lugar a los hechos. Varsovia trata por todos los medios de bloquear una fusión de dos bancos locales, hoy propiedad del mismo grupo transfronterizo, UniCredit. Vale decir, la alianza entre el italiano Unicredito y el germano HypovereinsBank (HVB). La Comisión Europea prepara una demanda judicial contra Polonia por ese motivo. Meses antes, Bruselas logró frustrar un alza de impuestos sobre ciertos servicios importados, aunque dentro de la UE.

Ahora, el gobierno, marcadamente confesional, intenta acciones contra la diversidad sexual y, para colmo, su propaganda identifica homosexuales con nazis, o sea alemanes. Estas actitudes ya han provocado duras réplicas en Berlín, Praga, Estocolmo y el parlamento europeo (Estrasburgo).

Los nuevos puntos de vista oficiales han sido reiterados por Ryszard Schnepf –irónicamente, un apellido prusiano-, asesor en temas internacionales del primer ministro Kazimierz Marcinkiewicz. Hablando con el diario “Rzeczpospolita” (República), calificò de “innecesario” el tratado constitucional, que había sido promovido por el antecesor de Kaczynski.

De hecho, el presidente polaco aprovechó la visita a Berlín para trabar los esfuerzos de Merkel, tendientes a revivir esa iniciativa, volteaba por dos plebiscitos en contra. En esta materia, Kaczynski se acerca a Jacques Chirac, que tiene sus propios motivos para impedir que Alemania recobre su histórica influencia en el este y el sudeste.

Al respecto, analistas polacos, alemanes y franceses coinciden en que la nueva polìtica externa de Varsovia se asemeja a la de Charles de Gaulle, pero con ingredientes francamente autoritarios. Además, la ultraconservadora Iglesia nacional recobra peso, quizá porque un papa polaco fue sucedido por uno alemán. Pero las contradicciones no paran ahí, pues Polonia ve con simpatía a George W.Bush, no exactamente un enemigo del gran capital.

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