Lo cierto que se comienzan a vislumbrar dificultades que antes, con la bonanza, pasaban desapercibidas. China sigue creciendo, a tasas menores que las usuales y la reducción que hizo en la compra de productos básicos se hace sentir en todo el mundo. Rusia se encuentra –por lo de Ucrania- enfrentada a Estados Unidos y a la Unión Europea, en momentos que la disminución en el precio del petróleo pone en jaque sus ingresos. Brasil y Sudáfrica, con economías de menor tamaño, enfrentan ausencia de crecimiento y aumento generalizado de la corrupción y de la tasa de criminalidad.
La India, el quinto integrante del grupo es tal vez el único con posibles buenas perspectivas económicas.
Pero en el plano internacional y la forma en que se relacionan con Occidente, los caminos divergen cada vez más. Existe la posibilidad de que los BRICS entren en un cono de sombras, al menos hasta que retorne la bonanza generalizada.
Algo parecido parece estar sucediendo con América latina. La pasada –y parte de esta- fue una década brillante. El boom en el precio de las materias primas hizo olvidar el teorema de Raúl Prebisch sobre el deterioro de los términos del intercambio. Hubo un proceso general de desendeudamiento y de mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de la región, que en muchos casos se tradujo en millones de personas abandonando la pobreza en la que vivían. En el resto del mundo, con poco crecimiento y muchos capitales disponibles, los inversores buscaron y encontraron oportunidades de negocios por estas latitudes.
Pero ahora hay signos elocuentes de que esta etapa ha terminado.
Hay un descenso pronunciado en el precio de los productos básicos –soja, hierro, cobre o petróleo, lo que se quiera- que coincide con el fin del dólar barato y los intereses por el suelo.
La política de quantitave easing o programa de estímulo, cuyo elemento principal es la compra de deuda pública a modo de inversión por parte de la Reserva Federal estadounidense, ha llegado a su fin. En los próximos meses, entonces, subirán las tasas de interés y no habrá tanto capital audaz como para invertir entre los países emergentes.
El ritmo de crecimiento regional ha decrecido y apenas alcanzará 1,2% este año, para toda la región. La protesta social va en ascenso y desde Venezuela a la Argentina, pasando por Chile y por Brasil, surgen nuevas dificultades que siembran dudas sobre la tranquilidad de la región para el próximo año. La excepción es México.