Mientras que la Presidenta sostiene que la preferencia por el dólar se explica por motivos culturales, expertos de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) aseguran que la inflación, las tasas de interés bajas y negativas en términos reales y la falta de instrumentos de ahorro indexados explican la redolarización de la economía en un contexto de relativa bonanza.
Cuando hablamos de dolarización en la Argentina – sostiene Luciana Díaz Frers de CIPPEC- , en realidad nos referimos primordialmente a la preferencia por el dólar como reserva de valor, dado que su uso en transacciones diarias es prácticamente inexistente, y como medio de pago se asocia básicamente con la compra de propiedades y, en menor medida, de rodados u otros bienes de lujo. Esta dolarización de los ahorros se llama dolarización financiera.
Desde la salida de la convertibilidad y la pesificación forzosa de 2002, el país mostró niveles decrecientes de dolarización financiera. La aparición de instrumentos en pesos mejoró la oferta de instrumentos de ahorro en moneda local y generó una suerte de “pesificación voluntaria o de mercadoâ€.
Mientras que entre 2003 y 2006 la compra de dólares por parte del sector privado se mantuvo en niveles bajos y alcanzó los US$ 8.300 millones en todo el período, en los siguientes cinco años la cifra se disparó y alcanzó los US$ 79.000 millones.
Un segundo factor detrás de la redolarización es la apreciación acumulada del peso, como resultado de una inflación en aumento, de un dólar que con la crisis financiera global recuperó valor a escala internacional y de un tipo de cambio nominal reprimido por el Banco Central para que funcione como ancla de precios.
Una estrategia que apunte a la desdolarización debería evitar la pesificación compulsiva, que termina generando mayor demanda por el dólar.