Adiós a las tasas chinas de expansión
Este viernes el Indec dio a conocer el resultado –preliminar- de las Cuentas Nacionales de 2012. Las cifras oficiales confirman un brusco freno del crecimiento ya que el Producto Bruto Interno (PBI) trepó solo 1,9% el año pasado, muy por debajo del 8,9% de 2011. De esta forma, quedó formalizado que Argentina no deberá abonar cupón del PBI en 2013.
Vale destacar igualmente, que la performance de la actividad habría sido aún más magra de lo que refleja la estadística pública: nuestras estimaciones de producción reflejan estancamiento en 2012. Más allá de la divergencia en magnitud, ambas mediciones muestran una fuerte pérdida de dinamismo (-7 p.p.).
Según el Indec, el freno de la actividad se explica principalmente por la caída de la producción de bienes (-1,9%), ya que, gracias al fuerte impulso de la intermediación financiera (+19,6%), los servicios perdieron dinamismo pero terminaron el año con una expansión de 4,2%.
La producción de bienes se contrajo en 2012 por el retroceso de tres sectores claves. La actividad agropecuaria descendió 11,3% por condiciones climáticas adversas que afectaron la cosecha. La industria cayó levemente (-0,4%) por la menor demanda -interna y externa- y problemas de abastecimiento de insumos. Y la construcción retrocedió 2,6% a causa del desplome del sector inmobiliario -cepo cambiario mediante- y el menor gasto de capital del sector público.
A nivel de componentes se destaca la performance del consumo que trepó 4% con un mayor dinamismo del sector público. En cambio, la inversión, las exportaciones y las importaciones cayeron considerablemente.
La inversión arrojó una contracción de 4,9% en 2012, que fue más pronunciada en equipo durable de producción (-7%) asociado a la capacidad productiva futura.
En cuanto al comercio exterior, se observa un mayor descenso en volumen de las exportaciones (-6,6%) que de las importaciones (-5%) de bienes y servicios. Pero es importante destacar que al analizar exclusivamente el intercambio de bienes, las cantidades importadas cayeron más que las exportadas (-9,1% vs. -4,7% respectivamente).
Este comportamiento refleja que las trabas a las importaciones se centraron en bienes y que el retroceso de las ventas externas no se debió exclusivamente a la menor cosecha agrícola. De hecho, por descarte se infiere que las exportaciones de servicios se desplomaron en 2012 profundizando la caída de las ventas externas totales. A la inversa, las importaciones de servicios tuvieron un mejor desempeño –podrían haber trepado- moderando la merma de las compras externas totales.
Esta dinámica se refleja claramente en el turismo internacional (cae el receptivo y aumenta el emisivo) y responde, en última instancia, al atraso del tipo de cambio. Sin restricciones, las importaciones tienden a crecer porque se han abaratado y las exportaciones caen o se estancan porque se han encarecido.
¿Cuando llega la recuperación?
A fines de año pasado esperábamos para 2013 una recuperación de la economía argentina basada principalmente en la mejora de factores exógenos (cosecha agrícola, recuperación de Brasil y menores vencimientos de deuda). Sin embargo, alertábamos que el repunte iba a ser acotado, especialmente en cuanto a la creación de empleo.
Este escenario sigue siendo el más probable, pero en los últimos meses el riesgo de repetir una performance más parecida a la de 2012 -estancamiento- ha crecido.
Si bien los factores exógenos mencionados siguen jugando favorablemente, no lucen tan brillantes como se esperaba. La cosecha de soja estaría cerrando por debajo de las 50 millones de toneladas y su precio es inferior al previsto. Además, las perspectivas de crecimiento de Brasil son algo más acotadas (en torno del 3%).
Asimismo, los vencimientos de deuda pública son bajos pero el acceso al financiamiento externo luce cada vez más condicionado: la moción de censura del FMI sobre las estadísticas públicas y el acercamiento con Irán nos aleja de los mercados financieros. A esto se suma la incertidumbre sobre el resultado del fallo de la justicia norteamericana en el juicio que mantiene nuestro país con los holdouts.
En el frente interno, el año comenzó con turbulencias: un importante salto de la brecha cambiaria (de 35% a 55%) y de los precios de los servicios públicos que potenciaron las presiones inflacionarias y la incertidumbre sobre la performance económica.
Para moderar o evitar una nueva aceleración de la inflación, el Ejecutivo está tratando de acotar la suba nominal de salarios congelando transitoriamente algunos precios. El problema es que no se sabe si esta estrategia será efectiva. Las dudas sobre qué pasará el día que venzan los acuerdos ó con la política fiscal/monetaria en un año electoral reducen las probabilidades de coordinar a la baja las expectativas nominales de los agentes económicos.
Sin certezas en materia inflacionaria, la única forma de que los trabajadores no pierdan poder adquisitivo es conseguir aumentos salariales sustanciosos, pero como estos superan la pauta oficial y las posibilidades de varias empresas, se espera una elevada conflictividad laboral, lo que atenta contra la productividad de la economía.
La puja distributiva también está afectando al sector público en un año de elecciones legislativas. En 2012 el Ejecutivo Nacional cerró -por primera vez en más de una década- con déficit primario, y las provincias aumentaron fuerte la presión impositiva para no profundizar su rojo.
Sin financiamiento externo y con las limitaciones del crédito interno, el Gobierno deberá aumentar la presión impositiva o emitir -descuidando el frente inflacionario- para solventar un mayor gasto. Asimismo, las provincias deberán conseguir una mayor asistencia del Tesoro o subir nuevamente los impuestos. En cualquier de los casos se espera una mayor disputa intra-sector público y/o presión impositiva (incluido el financiamiento con emisión).
En este marco ni las expectativas ni la inversión repuntan, las exportaciones siguen sin reaccionar (al atraso cambiario se suma el aumento de la brecha que profundiza los incentivos de sub-facturación) y continúa la sangría de reservas del Banco Central. Los primeros datos de actividad del año no muestran signos de repunte, excepto la mejora en las ventas de materiales de la construcción.
En el corto plazo las expectativas de reactivación están puestas en los dólares de la agroindustria que no sólo van a apuntalar los ingresos de los productores y las actividades conexas sino también las arcas del Tesoro y las provincias y, más importante aún, las Reservas Internacionales.
Sin embargo, la significativa mejora de la actividad esperada para el segundo trimestre –liderado por el agro- no alcanza para cerrar el año con un crecimiento superior a 3%. Y, apostar a una aceleración del gasto público de cara a las elecciones es muy arriesgado ya que implica forzar las elevadas presiones inflacionarias y cambiarias existentes.
En síntesis, en los últimos meses la mejora de los factores exógenos perdió algo de fuerza y se achicó el margen de maniobra interno. Todavía es probable que la actividad trepe 3%, pero aumentaron las chances –ya sea por mayor conflictividad laboral, puja distributiva, aceleración de la inflación o presiones cambiarias- de que la expansión del PBI sea mínima en un año electoral.