Paulson subrayó temas globales y no habló de rebajas impositivas

Henry Paulson asumió como tercer secretario de Hacienda. Operará con un nuevo, más pragmático grupo durante los treinta meses que le restan de gestión a George W.Bush. Claro, si dura todo ese tiempo.

12 julio, 2006

Reciente director ejecutivo de Goldman Sachs, el flamante funcionario quizá desempeñe un papel retaceado a sus antecesores, como clave de la agenda económica. Hasta ahora, Hacienda fue puesta en segundo plano por una serie de frustráneos asesores de la Casa Blanca. Con una fortuna personal estimada en US$ 700 millones y aunque venda sus 470 millones en acciones de GS, es quizás el secretario del ramo más rico de la historia norteamericana.

Altos funcionarios intentaron coordinar la llegada de Paulson con un vano esfuerzo para despertar interés en la gestión económica de Bush. Esa gente se siente frustrada ante el escaso apoyo público al presidente, esencialmente a causa de la interminable guerra iraquí y el parte diario de bajas. Varios insisten en que economía crece sostenidamente y, en 4,6%, el desempleo es comparativamente bajo.

Pero Paulson aparece en un momento cuando la economía afloja, la inflación sube y los precios de las naftas llegan a cerca de 83 centavos el litro en muchas zonas del país. La Reserva Federal ha elevado las tasas básicas diecisiete veces en un par de años (de 1 a 5,25% anual) y las ajustará por lo menos una o dos veces más. O sea a 5,5 ó 5,75%. La larga burbuja inmobiliaria iniciada en 2001 viene cediendo notoriamente, con baja de precios de varias ciudades y casas sin vender durante bastante más tiempo que hace un año.

Sin duda, las políticas ofertistas de Bush -con su énfasis en rebajas tributarias a los ricos, derregulación y comercio- muestran un sesgo claramente ultraconservador. Por su parte, Paulson encabeza un equipo que luce más pragmático que ideológico. Su jefe de gabinete, Joshua Bolten, también procede de Goldman Sachs. Robert Portman, director de la oficina de gestión presupuestaria, fue negociador comercial en el mundo.

Muchos líricos en Washington y Wall Street esperan que Paulson alcanece la estatura de James Baker (bajo Ronald Reagan) o Robert Rubin, otro CEO de Goldman Sachs, bajo William J.Clinton. A propósito, el nuevo titular del tesoro reclutó a James Wilkinson, ex asesor de Condoleezza Rice en la secretaría de Estado, reputado como hábil operador político.

Paulson dejó entrever, no sin cierto apresuramiento, que sus máximas prioridades son internacionales y casi no citó cuestiones internas. “Siempre debemos recordar que, si nos retiramos del escenario global, otros llenarán el vacío y no compartirán nuestro compromiso con las reformas de mercado”, declaró tras asumir, sin para mientes en que esas reforman vienen agrietándose alrededor del planeta.

Eso sí, deberán afrontar severos problemas propios, pero orientados al exterior. Con el déficit comercial proyectado en US$ 800.000 millones este año y US$ 790.000 millones de rojo en cuenta corriente –a diciembre último-, estados Unidos necesita absorber recursos externos por más de US$ 8.000 millones diarios para solventar el gasto público y el consumo privado. En esda condiciones, una pérdida de confianza en el dólar agravaría presiones inflacionarias elevando precios de importación. También puede inflar tasas largas, que siguen sorprendentemente cercanas a los tipos básicos que maneja la RF.

Otro problema será el presupuesto. Si bien la recaudación tributaria viene subiendo bastante este año, el gasto lo hace a mayor ritmo. Pese a más de cuatro años de crecimiento moderado, los ingresos fiscales siguen en niveles de 2000 y el déficit continuará cerca de US$ 300.000 millones. Ademán, Bush le puso en claro a Paulson que espera su cooperación para tornar permanentes las rebajas impositivas dictadas en 2001/3. Su costo anual, US$ 2,35 billones de ahora a 2012, bien podría llevar aun choque –Paulson es más autoritario que Bush- y a otro cambio en Hacienda.

Reciente director ejecutivo de Goldman Sachs, el flamante funcionario quizá desempeñe un papel retaceado a sus antecesores, como clave de la agenda económica. Hasta ahora, Hacienda fue puesta en segundo plano por una serie de frustráneos asesores de la Casa Blanca. Con una fortuna personal estimada en US$ 700 millones y aunque venda sus 470 millones en acciones de GS, es quizás el secretario del ramo más rico de la historia norteamericana.

Altos funcionarios intentaron coordinar la llegada de Paulson con un vano esfuerzo para despertar interés en la gestión económica de Bush. Esa gente se siente frustrada ante el escaso apoyo público al presidente, esencialmente a causa de la interminable guerra iraquí y el parte diario de bajas. Varios insisten en que economía crece sostenidamente y, en 4,6%, el desempleo es comparativamente bajo.

Pero Paulson aparece en un momento cuando la economía afloja, la inflación sube y los precios de las naftas llegan a cerca de 83 centavos el litro en muchas zonas del país. La Reserva Federal ha elevado las tasas básicas diecisiete veces en un par de años (de 1 a 5,25% anual) y las ajustará por lo menos una o dos veces más. O sea a 5,5 ó 5,75%. La larga burbuja inmobiliaria iniciada en 2001 viene cediendo notoriamente, con baja de precios de varias ciudades y casas sin vender durante bastante más tiempo que hace un año.

Sin duda, las políticas ofertistas de Bush -con su énfasis en rebajas tributarias a los ricos, derregulación y comercio- muestran un sesgo claramente ultraconservador. Por su parte, Paulson encabeza un equipo que luce más pragmático que ideológico. Su jefe de gabinete, Joshua Bolten, también procede de Goldman Sachs. Robert Portman, director de la oficina de gestión presupuestaria, fue negociador comercial en el mundo.

Muchos líricos en Washington y Wall Street esperan que Paulson alcanece la estatura de James Baker (bajo Ronald Reagan) o Robert Rubin, otro CEO de Goldman Sachs, bajo William J.Clinton. A propósito, el nuevo titular del tesoro reclutó a James Wilkinson, ex asesor de Condoleezza Rice en la secretaría de Estado, reputado como hábil operador político.

Paulson dejó entrever, no sin cierto apresuramiento, que sus máximas prioridades son internacionales y casi no citó cuestiones internas. “Siempre debemos recordar que, si nos retiramos del escenario global, otros llenarán el vacío y no compartirán nuestro compromiso con las reformas de mercado”, declaró tras asumir, sin para mientes en que esas reforman vienen agrietándose alrededor del planeta.

Eso sí, deberán afrontar severos problemas propios, pero orientados al exterior. Con el déficit comercial proyectado en US$ 800.000 millones este año y US$ 790.000 millones de rojo en cuenta corriente –a diciembre último-, estados Unidos necesita absorber recursos externos por más de US$ 8.000 millones diarios para solventar el gasto público y el consumo privado. En esda condiciones, una pérdida de confianza en el dólar agravaría presiones inflacionarias elevando precios de importación. También puede inflar tasas largas, que siguen sorprendentemente cercanas a los tipos básicos que maneja la RF.

Otro problema será el presupuesto. Si bien la recaudación tributaria viene subiendo bastante este año, el gasto lo hace a mayor ritmo. Pese a más de cuatro años de crecimiento moderado, los ingresos fiscales siguen en niveles de 2000 y el déficit continuará cerca de US$ 300.000 millones. Ademán, Bush le puso en claro a Paulson que espera su cooperación para tornar permanentes las rebajas impositivas dictadas en 2001/3. Su costo anual, US$ 2,35 billones de ahora a 2012, bien podría llevar aun choque –Paulson es más autoritario que Bush- y a otro cambio en Hacienda.

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