Paul Wolfowitz: su suerte puede quedar sellada esta misma semana

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La junta del Banco internacional de reconstrucción y fomento (BIRF o Banco Mundial) resolverá que hacer con el tambaleante presidente, excluido de la recepción a Isabel II. Robert Bennet, abogado de Wolfowitz, pide más tiempo.

El letrado teme, empero, que el directorio esté barajando una alternativa nada propicia: exigirle la renuncia al presidente o suspenderlo por tiempo indefinido. En el segundo caso, existe un motivo político: George W.Bush fue responsable de su nombramiento, por las normas internas, y –ahora-debe resolver otro defenestramiento, el de Alberto González como secretario de justicia (por el escándalo de ocho fiscales despedidos en 2006 por “no cooperar con la Casa Blanca”).

.

Bush quisiera seguir protegiendo a Wolfowitz, pero ni el Fondo Monetario se juega por él. Calificado por varios medios como ”el peor presidente en 45 años”, su gestión pone en duda la conveniencia de que Estados Unidos siga cubriendo el cargo. En los papeles, EE.UU. tiene 16,4% de acciones con voto. Una primera minoría pero, ni de lejos, una mayoría en el BIRF. Lo siguen Japón -7,9%, sin voz ni voto, un anacronismo absurdo-, Alemania (4,5%), Francia (4,3%) y Gran Bretaña (igual). La masa de accionistas menores, mudos también, alcanza pues 62,6%.

Como sucede en el FMI y el consejo de seguridad, esas distorsiones reflejan una imagen congelada en 1945, inmediatamente tras la II guerra mundial. O sea, llevan un retraso de 62 años. Rusia, China, India, Brasil, México y otros casi no cuentan. Esto se agrava ante la manifiesta incapacidad y falta de ética mostradas por Paul Wolfowitz, un ideólogo ultraconservador sin experiencia financiera. La lista de sus últimos seis antecesores lo pone en evidencia, comenzando por Robert McNamara.

En apariencia, éste tiene antecedentes similares a los de su lejano sucesor. Pero McNamara había sido titular de defensa bajo John F.Kennedy, un presidente infinitamente más talentoso que Bush. Además, McNamara dirigió el Banco Mundial largo tiempo -1968 a 1981- y conocía el planeta al dedillo.

Lo siguió casi un opuesto, Alden W.Clausen, ex presidente ejecutivo de Bank of America. Permaneció un mandato (1981/6), pero su larga experiencia como banquero le evitó papelones como los de Wolfowitz. A continuación, Barber Conable (senador republicano, 1986/91) encarnó el estilo distante pero prudente de Ronald Reagan.

La pelota pasó a Wall Street con Lewis Preston (CEO de JP Morgan Chase, 1991/6) y, en 1995, recaló diez años en James Wolfensohn. Este ortodoxo, experto en banca de inversión, realizó una gestión orientada al negocio financiero, antes que a promover desarrollo. Pero ésa era la impronta después de McNamara y nadie le reprochó pecados como los de su reemplazante.

El letrado teme, empero, que el directorio esté barajando una alternativa nada propicia: exigirle la renuncia al presidente o suspenderlo por tiempo indefinido. En el segundo caso, existe un motivo político: George W.Bush fue responsable de su nombramiento, por las normas internas, y –ahora-debe resolver otro defenestramiento, el de Alberto González como secretario de justicia (por el escándalo de ocho fiscales despedidos en 2006 por “no cooperar con la Casa Blanca”).

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Bush quisiera seguir protegiendo a Wolfowitz, pero ni el Fondo Monetario se juega por él. Calificado por varios medios como ”el peor presidente en 45 años”, su gestión pone en duda la conveniencia de que Estados Unidos siga cubriendo el cargo. En los papeles, EE.UU. tiene 16,4% de acciones con voto. Una primera minoría pero, ni de lejos, una mayoría en el BIRF. Lo siguen Japón -7,9%, sin voz ni voto, un anacronismo absurdo-, Alemania (4,5%), Francia (4,3%) y Gran Bretaña (igual). La masa de accionistas menores, mudos también, alcanza pues 62,6%.

Como sucede en el FMI y el consejo de seguridad, esas distorsiones reflejan una imagen congelada en 1945, inmediatamente tras la II guerra mundial. O sea, llevan un retraso de 62 años. Rusia, China, India, Brasil, México y otros casi no cuentan. Esto se agrava ante la manifiesta incapacidad y falta de ética mostradas por Paul Wolfowitz, un ideólogo ultraconservador sin experiencia financiera. La lista de sus últimos seis antecesores lo pone en evidencia, comenzando por Robert McNamara.

En apariencia, éste tiene antecedentes similares a los de su lejano sucesor. Pero McNamara había sido titular de defensa bajo John F.Kennedy, un presidente infinitamente más talentoso que Bush. Además, McNamara dirigió el Banco Mundial largo tiempo -1968 a 1981- y conocía el planeta al dedillo.

Lo siguió casi un opuesto, Alden W.Clausen, ex presidente ejecutivo de Bank of America. Permaneció un mandato (1981/6), pero su larga experiencia como banquero le evitó papelones como los de Wolfowitz. A continuación, Barber Conable (senador republicano, 1986/91) encarnó el estilo distante pero prudente de Ronald Reagan.

La pelota pasó a Wall Street con Lewis Preston (CEO de JP Morgan Chase, 1991/6) y, en 1995, recaló diez años en James Wolfensohn. Este ortodoxo, experto en banca de inversión, realizó una gestión orientada al negocio financiero, antes que a promover desarrollo. Pero ésa era la impronta después de McNamara y nadie le reprochó pecados como los de su reemplazante.

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