<p>Con un título engañoso, “liderazgo responsable para un futuro sostenible”, se formulan seis objetivos pero sin materializar medidas. En verdad, el primero ni siquiera es una meta, sino un gesto solidario hacia los damnificados por los recientes sismos en Italia central. El segundo empeño es tan ambicioso como genérico: promover crecimiento, defender el ambiente y combatir la pobreza (¿cómo?¿dónde?).<br />
El punto tres también es lírico. Propugna “valores comunes y apertura de mercados”. Eso y la flexibilidad laboral fueron ya bochados por los 20 en Londres. Además, el neoproteccionismo parece difícil de erradicar, empezando por los subsidios agrícolas de la Unión Europea, Estados Unidos y Japón. Curiosamente, el mismo apartado sugiere “sistemas de contralor total” sobre algo los paraísos fiscales, sin recordar que prosperan en Gran Bretaña. Suiza, Luxemburgo, el Caribe, etc.<br />
Luego, el punto cuarto reitera, sin necesidad, “reforzar normas de integridad y transparencia en la economía mundial”. Vale decir, una entelequia. El capítulo siguiente plantea luchar contra la contaminación, pero sin proponer acciones específicas.<br />
El punto sexto parece una ironía: reitera el “compromiso” contra la pobreza africana y un imposible, los “objetivos del milenio”. En un contexto donde 2050 suena por demás remoto, pensar en diez siglos no parece sensato. Quizás estos sueños de tecnócratas expliquen la cautela de Barack Obama, quien “no descarta nada pero tampoco prepara nada”.<br />
</p>
El G 8 y otra reunión sin resultados concretos
Cada vez queda más claro que el grupo clave en esta fase de los debates es el los 20. Este miércoles, los 8 dejaron a cada miembro en libertad de acción. Laquila no pudo definir estrategias comunes para afrontar la peor recesión desde los años 30.