Paraguay en problemas y al borde de la bancarrota

La economía se achica 4% este año. El dólar ha subido 30% desde enero. El gobierno ignora si podrá pagar el aguinaldo. En una semana, han renunciado el ministro de Hacienda y el presidente del Banco Central. Paraguay bordea la bancarrota.

30 noviembre, 2002

La crisis financiera iniciada hace un año en Argentina (a su vez, resultado de una recesión iniciada en 1996 y luego convertida en depresión) se contagió a Brasil y Paraguay –con apenas 5.500.000 habitantes- está apretado entre ambos gigantes.

Además, el país debe superar décadas de autoritarismo, caudillismo feudal y corrupción sistémica, tres factores que traban inversiones externas en cualquier economía chicas y subdesarrollada. “Ya no hay caja, ni siquiera para los coimeros”, admitió públicamente Alcides Jiménez, nuevo titular de Hacienda. El funcionario substituye a James Spalding, que dimitió porque el Congreso postergaba la votación de una ley que hubiese aumentado el IVA y creado impuestos adicionales sobre cigarrillos, perfumes, bebidas importadas y otros rubros claves para el negocio más próspero y con mayor peso político en Paraguay: el contrabando.

El presidente Luis González Macchi, que llegó al cargo (1999) en medio de la crisis causada por el asesinato del entonces vice, Juan María Argaña, ha tratado desesperadamente de llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (que estaba auditando las cuentas justo cuando renunció Spalding). Lo precisa para evitar el cese unilateral de pagos. Pero los parlamentarios se resisten a las medidas austeras que el FMI exige a cambio de un crédito contingente por US$ 200 millones.

Los propios técnicos del Fondo admiten, en Asunción, que 2002 es el peor año en dos décadas y que 2003 tal vez lo supere en negatividad. Ya en mayo, las presiones políticas impidieron iniciar la privatización telefónica, que habría significado ingresos capaces de atenuar la dureza del FMI. Más tarde, un brote de aftosa hizo perder US$ 100 millones en divisas imprescindibles. Entretanto, las remesas de un millón de paraguayos residentes afuera –en Argentina, sobre todo- también bajan junto con el valor de la moneda y el aumento del desempleo en la economía vecina.

Paraguay ha sido perjudicado, asimismo, por el descenso del real y el peso ante el dólar. Pero por un otro motivo: Brasil y Argentina eran destinos principales para exportaciones y “reexportaciones” de productos falsificados o ingresados de contrabando –vía zonas francas en puertos argentinos y uruguayos- para reenviarse a ambos países. El alza del dólar ha tornado esos bienes inalcanzables para los vecinos.

El miércoles 27, Standard & Poor’s rebajó la nota crediticia paraguaya de B a B-. Es decir, varios grados bajo el último nivel aceptable y ya en plena categoría chatarra. Al día siguiente, Asunción apelaba a un viejo aliado, Taiwán, en pos de US$ 25 millones para pagar las cuentas de luz y otros servicios… Por las dudas, el viernes González Macchi se mudaba del palacio presidencial a su casa, mientras Jiménez anunciaba: “Nos quedan quince días para evitar el colapso”.

La crisis financiera iniciada hace un año en Argentina (a su vez, resultado de una recesión iniciada en 1996 y luego convertida en depresión) se contagió a Brasil y Paraguay –con apenas 5.500.000 habitantes- está apretado entre ambos gigantes.

Además, el país debe superar décadas de autoritarismo, caudillismo feudal y corrupción sistémica, tres factores que traban inversiones externas en cualquier economía chicas y subdesarrollada. “Ya no hay caja, ni siquiera para los coimeros”, admitió públicamente Alcides Jiménez, nuevo titular de Hacienda. El funcionario substituye a James Spalding, que dimitió porque el Congreso postergaba la votación de una ley que hubiese aumentado el IVA y creado impuestos adicionales sobre cigarrillos, perfumes, bebidas importadas y otros rubros claves para el negocio más próspero y con mayor peso político en Paraguay: el contrabando.

El presidente Luis González Macchi, que llegó al cargo (1999) en medio de la crisis causada por el asesinato del entonces vice, Juan María Argaña, ha tratado desesperadamente de llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (que estaba auditando las cuentas justo cuando renunció Spalding). Lo precisa para evitar el cese unilateral de pagos. Pero los parlamentarios se resisten a las medidas austeras que el FMI exige a cambio de un crédito contingente por US$ 200 millones.

Los propios técnicos del Fondo admiten, en Asunción, que 2002 es el peor año en dos décadas y que 2003 tal vez lo supere en negatividad. Ya en mayo, las presiones políticas impidieron iniciar la privatización telefónica, que habría significado ingresos capaces de atenuar la dureza del FMI. Más tarde, un brote de aftosa hizo perder US$ 100 millones en divisas imprescindibles. Entretanto, las remesas de un millón de paraguayos residentes afuera –en Argentina, sobre todo- también bajan junto con el valor de la moneda y el aumento del desempleo en la economía vecina.

Paraguay ha sido perjudicado, asimismo, por el descenso del real y el peso ante el dólar. Pero por un otro motivo: Brasil y Argentina eran destinos principales para exportaciones y “reexportaciones” de productos falsificados o ingresados de contrabando –vía zonas francas en puertos argentinos y uruguayos- para reenviarse a ambos países. El alza del dólar ha tornado esos bienes inalcanzables para los vecinos.

El miércoles 27, Standard & Poor’s rebajó la nota crediticia paraguaya de B a B-. Es decir, varios grados bajo el último nivel aceptable y ya en plena categoría chatarra. Al día siguiente, Asunción apelaba a un viejo aliado, Taiwán, en pos de US$ 25 millones para pagar las cuentas de luz y otros servicios… Por las dudas, el viernes González Macchi se mudaba del palacio presidencial a su casa, mientras Jiménez anunciaba: “Nos quedan quince días para evitar el colapso”.

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