<p>En esos tiempos, recuerda, “el salario alcanzaba para comprar casi todos los bienes y servicios generados por la economía norteamericana. Primaba un círculo virtuoso: buena paga, mayor demanda y más trabajo. Su clave era un sindicalismo fuerte. Hacia 1955, 35% de la población activa estaba agremiada”.<br />
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Eso les confería a los sindicalistas poder para negociar en paritarias y los convenios colectivos determinaban los salarios de trabajadores no agremiados. Ahora, una entidad otrora fuerte, <em>United Auto Workers</em>, sólo negocia despidos y rebaja de planes jubilatorios pues “apenas 8% del sector privado adhiere a algún sindicatos. Por ejemplo, Toyota o Honda compiten deslealmente con Detroit fabricando en estados sin filiales de UAW”.<br />
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Los monetaristas, autores intelectuales de la precarización laboral, sostienen que la gente detesta a los gremios. Pero “encuestas efectuadas desde 2006 muestran que, por el contrario, el público preferiría tener sindicatos que lo defendiesen. Por ende, la clave debe residir en otra parte”.<br />
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A criterio de Reich, quien se beneficia por la debilidad gremial es la patronal: “menos personal sindicalizado implica menor paga y mayor inestabilidad laboral. En rigor, los ingresos de las clases media y media baja venían cediendo ya antes de la crisis hipotecaria: en 2001/7, el producto bruto interno crecía moderadamente, pero los salarios bajaban”.<br />
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¿Por qué? Simple: la serie de colapsos iniciada con Enron “institucionalizó” despidos y reducciones salariales –no a los ejecutivos-, como método para recortar costos o promover fusiones y adquisiciones. En otro plano, el analista aporta un dato significativo. “En 2007, los trabajadores agremiados ganaban en promedio 30% más, o sea US$ 863 por semana contra 663, y gozaban de mejores prestaciones médicas”. No debe extrañar, entonces, que el nuevo gobierno planee reactivar la “<em>employee’s free choice act</em>” (ley pro sindicalización libre).</p>
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Para Robert Reich, EE.UU. debe volver a los sindicatos fuertes
Autor de “Supercapitalismo” y secretario de Trabajo bajo Bill Clinton, atribuye buena parte de la actual recesión a la debilidad de las clases media y media baja. Ello refleja el deterioro del gremialismo en los últimos 50 años. A su juicio, quien se beneficia por la debilidad gremial es el empleador.