Hace poco más de un año, la crisis energética ya era más que evidente y gasoil ni garuaba, desmintiendo así las promesas del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, quien aseguraba que llovería ese combustible. Entonces, los representantes del Gobierno nacional aseguraban que los problemas energéticos eran coyunturales y que no merecían la alarma nacional.Un año más tarde, la escasez de electricidad, naftas y gas, provocaba retracciones en casi todos los sectores de la industrial nacional.
Hoy, cuando resulta bastante evidente para todos los argentinos que la inflación es un problema, el jefe de Gabinete argentino, Alberto Fernández, aseguró, sin ironías de por medio, que “la Argentina no tiene un problema inflacionario”. De esta forma, con una frase que no duró más de cinco segundos en el aire, deshizo una verdad histórica de más de 25 años de vigencia, que revela en el país la existencia de causas estructurales que disparan la subida de precios.
Cuando desde el Gobierno nacional desmentían la existencia de una crisis energética, el argumento principal para explicar el “traspié” de abastecimiento era que la economía nacional experimentaba de continuo un crecimiento inédito de más de tres años.
Hoy, en conversación con Radio América, Fernández sostuvo que el país “tiene un movimiento de precios razonable en una economía que crece al 8% anual”. El ministro agregó que “en cuatro años, el PBI de la Argentina creció 45%; y este año el primer semestre está dando un crecimiento de 8,7. Cuando la economía crece de ese modo, producto de una demanda en aumento de sectores que habían estado postergados en el mercado interno, los precios tienden a variar”.
Fernández ratificó su postura al sostener que el movimiento de precios ocurre por “pasar de una economía recesiva sin moneda, producto de la convertibilidad, a una economía creciente y competitiva con una moneda que es un elemento central para garantizar el crecimiento de las exportaciones”. Luego agregó: “Si a eso se le suma el producto de la economía recesiva que tuvimos entre 1997 y el 2003, eso hace que muchos precios internos se reacomoden y provoquen estas variaciones”.
De esta forma, el funcionario kirchnerista confrontó con las declaraciones del presidente del Banco Central, Martín Redrado, a quien algunos le vaticinan un futuro ministerial si la senadora oficialista Cristina Fernández triunfa en las elecciones de octubre.
El titular de la entidad financiera había reconocido, el jueves pasado, durante una conferencia en Londres, que estaba “preocupado” por la inflación que crece a un ritmo cercano al 9% anual, según datos oficiales.
Claro que sus preocupaciones serían aún mayores si se tuviera en cuenta la discrepancia entre las cuestionadas mediciones oficiales del Indec y las de consultoras y analistas privados que estiman una inflación anual entre 15 y 20%.
Hace poco más de un año, la crisis energética ya era más que evidente y gasoil ni garuaba, desmintiendo así las promesas del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, quien aseguraba que llovería ese combustible. Entonces, los representantes del Gobierno nacional aseguraban que los problemas energéticos eran coyunturales y que no merecían la alarma nacional.Un año más tarde, la escasez de electricidad, naftas y gas, provocaba retracciones en casi todos los sectores de la industrial nacional.
Hoy, cuando resulta bastante evidente para todos los argentinos que la inflación es un problema, el jefe de Gabinete argentino, Alberto Fernández, aseguró, sin ironías de por medio, que “la Argentina no tiene un problema inflacionario”. De esta forma, con una frase que no duró más de cinco segundos en el aire, deshizo una verdad histórica de más de 25 años de vigencia, que revela en el país la existencia de causas estructurales que disparan la subida de precios.
Cuando desde el Gobierno nacional desmentían la existencia de una crisis energética, el argumento principal para explicar el “traspié” de abastecimiento era que la economía nacional experimentaba de continuo un crecimiento inédito de más de tres años.
Hoy, en conversación con Radio América, Fernández sostuvo que el país “tiene un movimiento de precios razonable en una economía que crece al 8% anual”. El ministro agregó que “en cuatro años, el PBI de la Argentina creció 45%; y este año el primer semestre está dando un crecimiento de 8,7. Cuando la economía crece de ese modo, producto de una demanda en aumento de sectores que habían estado postergados en el mercado interno, los precios tienden a variar”.
Fernández ratificó su postura al sostener que el movimiento de precios ocurre por “pasar de una economía recesiva sin moneda, producto de la convertibilidad, a una economía creciente y competitiva con una moneda que es un elemento central para garantizar el crecimiento de las exportaciones”. Luego agregó: “Si a eso se le suma el producto de la economía recesiva que tuvimos entre 1997 y el 2003, eso hace que muchos precios internos se reacomoden y provoquen estas variaciones”.
De esta forma, el funcionario kirchnerista confrontó con las declaraciones del presidente del Banco Central, Martín Redrado, a quien algunos le vaticinan un futuro ministerial si la senadora oficialista Cristina Fernández triunfa en las elecciones de octubre.
El titular de la entidad financiera había reconocido, el jueves pasado, durante una conferencia en Londres, que estaba “preocupado” por la inflación que crece a un ritmo cercano al 9% anual, según datos oficiales.
Claro que sus preocupaciones serían aún mayores si se tuviera en cuenta la discrepancia entre las cuestionadas mediciones oficiales del Indec y las de consultoras y analistas privados que estiman una inflación anual entre 15 y 20%.