En Argentina, el horizonte de reservas de gas es cada vez más complejo y la reserva de crudo es de pocos años. Quedan atrás los años en los que el país era muy gasífero y con petróleo. La exploración de riesgo es la gran deuda pendiente, afirma un capítulo del último informe económico mensual del IAE.
La energía importada es claramente más cara y más insegura, pero es necesaria a mediano plazo hasta que se realice un cambio brusco en la actividad de exploración de petróleo y gas. ¿Qué falló en la política energética? La modalidad regulatoria de los 12 años de kirchnerismo no funcionó. Faltó una mayor inversión en exploración de petróleo y gas.
La demanda de gas crece mucho por el consumo del parque de automóviles (GNC) y por los 6.500 MW que se construyeron en los años 90 para su utilización en las centrales térmicas. Es claramente el recurso escaso del sistema. En cuanto a cuestiones de largo plazo relativas a inversiones en hidrocarburos, se destaca la exploración de Vaca Muerta. Por otra parte, sólo un porcentaje menor de las cuencas sedimentarias del país está en producción. Es clave un planeamiento energético para los hidrocarburos.
Un régimen de incentivos análogo al de la minería, por ejemplo, sería útil a los efectos de promover la producción de gas. Por ahora no está claro como reemplazar al gas boliviano cuya provisión es relevante. Ello supondría el desarrollo de cuencas relativamente menos maduras como la austral e incursionar en áreas off shore con costos superiores de operación. Las soluciones de largo plazo requieren tiempo para concretar las inversiones e incentivos claros en el cuadro tarifario.
En cuanto a la energía eléctrica, el sistema está operando cerca de sus límites. El parque eléctrico actual supera los 24.000 MW pero el disponible efectivo es menor cuando se descuentan las máquinas en mantenimiento. La demanda de potencia viene subiendo y alcanza niveles récord por lo que el sistema es francamente sensible a las temperaturas extremas y a los altibajos hidráulicos.
Si se mira la curva de incorporación de potencia al sistema interconectado, llama la atención que el crecimiento de la energía eléctrica haya sido inferior al producto algunos años, dado que la elasticidad histórica electricidad-PIB es de 1,4.
En la actualidad hay acciones proactivas para evitar los cortes vinculados a potencia. La compra de potencia eléctrica en el período crítico a países limítrofes es una alternativa. En el mediano plazo es clave el ritmo de incorporación de nuevas centrales.
Los estudios de largo plazo que analizan al sector hasta 2025 suponen que si se creciese al 5% la inversión requerida en energía eléctrica sería del orden de 3.000 millones de dólares por año. Además del panorama referido vinculado sobre todo a cantidades de energía cabe una referencia obligatoria a los precios distorsivos del sistema. El nuevo esquema tarifario debería ser representativo de los costos del sistema para alentar proyectos de inversión en generación, transporte y distribución.
El retroceso del precio del crudo es un dato crucial que explica esta tendencia. La entrada de fuentes renovables impulsada por legislación nacional es un proceso lento. Se está avanzando en energía eólica, solar, biocombustibles pero por ahora son valores marginales. Si el sector energético no se ordena y recupera señales de precios razonables como tuvo en los ´90 muchos proyectos dejarán de realizarse y afectarán al sistema productivo en su conjunto.