Panorama económico y político (I)

Comenzó la reestructuración del gabinete. La prioridad es recaudar y salir del estancamiento. Perspectivas poco optimistas para el corto y mediano plazo (Primera parte).

27 septiembre, 2000

Humo y señales

La anunciada reestructuración del gabinete de ministros comenzó con el reemplazo del titular de Educación, Juan Llach, por el rector de la Universidad de Córdoba, Hugo Jury.

Un cambio, por cierto, no vinculado con el escándalo en el Senado, sino con otros factores que pueden originar nuevos relevos: insatisfacción presidencial, conflictos políticos entre funcionarios de una misma área y carencia del apoyo necesario, desde el ministerio de Economía, para encarar iniciativas y cumplir promesas.

Los vientos de cambio llegarían, incluso, a una nueva ley de ministerios: se baraja, aparentemente, la idea de suprimir el actual ministerio de Infraestructura para incorporarlo al de Economía, y crear, al mismo tiempo, una cartera de Ingresos Públicos. Según trascendió, José Luis Machinea condicionó su aprobación a que la persona designada en ese lugar sea de su confianza.

Todo indica que se le propuso al actual ministro de Defensa hacerse cargo de esa complicada función, pero que Ricardo López Murphy recharzó la oferta. Otro tanto habría hecho el canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, al escuchar la invitación a hacerse cargo de la Jefatura de Gabinete, para que su actual titular, Rodolfo Terragno, pasara a ocuparse de las relaciones exteriores.

Primero, recaudar

La concreción de estos intrincados movimientos encuentra, por cierto, diversos inconvenientes: resistencias dentro del gabinete, por un lado, y la virtual parálisis del Poder Legislativo para la sanción de una nueva ley de ministerios, por el otro.

Hay quienes consideran, además, que la creación de un ministerio dedicado a la recaudación indicaría que vuelve a privilegiarse la solvencia fiscal como objetivo central de la política económica, o peor aún, que la conducción económica no confía en sus pronósticos sobre el crecimiento para el próximo año. Se pondría en marcha, así, una política muy severa de combate a la evasión para cumplir con las metas acordadas de ingresos tributarios y, de esa forma, evitar caer en los meses previos a la contienda electoral en un nuevo ajuste del gasto público.

Horizonte nublado

Las perspectivas a corto y mediano plazo de la economía no son, por cierto, propicias para estimular el optimismo. Los datos más recientes sobre el desempeño del PBI global y de la industria muestran que no sólo parece difícil que se cumpla con la proyección de crecimiento de 2% para este año, sino que, además, también parece dudoso que se pueda cumplir el pronóstico incluido en el mensaje del presupuesto para el 2001.

El PBI creció, durante la primera mitad del año, apenas 0.8% con respecto al mismo lapso de 1999. Esto significa que para cumplir con la meta de 2%, durante el segundo semestre el producto se debería expandir a un ritmo de 3.2% en relación con la segunda mitad del año anterior. En términos de valores sin estacionalidad, para lo cual se requeriría que el PBI crezca 2% con respecto al período enero-junio.

En principio, no parece una meta inalcanzable. Pero la evolución de los principales indicadores en julio y agosto señalan que no sería factible un aumento de 2% en el PBI. Por lo tanto, todo el esfuerzo tendría que concentrarse en los tres últimos meses del año.

Humo y señales

La anunciada reestructuración del gabinete de ministros comenzó con el reemplazo del titular de Educación, Juan Llach, por el rector de la Universidad de Córdoba, Hugo Jury.

Un cambio, por cierto, no vinculado con el escándalo en el Senado, sino con otros factores que pueden originar nuevos relevos: insatisfacción presidencial, conflictos políticos entre funcionarios de una misma área y carencia del apoyo necesario, desde el ministerio de Economía, para encarar iniciativas y cumplir promesas.

Los vientos de cambio llegarían, incluso, a una nueva ley de ministerios: se baraja, aparentemente, la idea de suprimir el actual ministerio de Infraestructura para incorporarlo al de Economía, y crear, al mismo tiempo, una cartera de Ingresos Públicos. Según trascendió, José Luis Machinea condicionó su aprobación a que la persona designada en ese lugar sea de su confianza.

Todo indica que se le propuso al actual ministro de Defensa hacerse cargo de esa complicada función, pero que Ricardo López Murphy recharzó la oferta. Otro tanto habría hecho el canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, al escuchar la invitación a hacerse cargo de la Jefatura de Gabinete, para que su actual titular, Rodolfo Terragno, pasara a ocuparse de las relaciones exteriores.

Primero, recaudar

La concreción de estos intrincados movimientos encuentra, por cierto, diversos inconvenientes: resistencias dentro del gabinete, por un lado, y la virtual parálisis del Poder Legislativo para la sanción de una nueva ley de ministerios, por el otro.

Hay quienes consideran, además, que la creación de un ministerio dedicado a la recaudación indicaría que vuelve a privilegiarse la solvencia fiscal como objetivo central de la política económica, o peor aún, que la conducción económica no confía en sus pronósticos sobre el crecimiento para el próximo año. Se pondría en marcha, así, una política muy severa de combate a la evasión para cumplir con las metas acordadas de ingresos tributarios y, de esa forma, evitar caer en los meses previos a la contienda electoral en un nuevo ajuste del gasto público.

Horizonte nublado

Las perspectivas a corto y mediano plazo de la economía no son, por cierto, propicias para estimular el optimismo. Los datos más recientes sobre el desempeño del PBI global y de la industria muestran que no sólo parece difícil que se cumpla con la proyección de crecimiento de 2% para este año, sino que, además, también parece dudoso que se pueda cumplir el pronóstico incluido en el mensaje del presupuesto para el 2001.

El PBI creció, durante la primera mitad del año, apenas 0.8% con respecto al mismo lapso de 1999. Esto significa que para cumplir con la meta de 2%, durante el segundo semestre el producto se debería expandir a un ritmo de 3.2% en relación con la segunda mitad del año anterior. En términos de valores sin estacionalidad, para lo cual se requeriría que el PBI crezca 2% con respecto al período enero-junio.

En principio, no parece una meta inalcanzable. Pero la evolución de los principales indicadores en julio y agosto señalan que no sería factible un aumento de 2% en el PBI. Por lo tanto, todo el esfuerzo tendría que concentrarse en los tres últimos meses del año.

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