<p>Por otra parte, en Estados Unidos y Europa occidental varios analistas se preguntan si matarlo fue correcto (no estaba armado) o echarlo al mar de Omán no resultó apresurado. Dejando de lado discusiones sobre si se acató la ley islámica, Washington retocó el martes su propia versión de los hechos. Peligrosa actitud.</p>
<p>Por supuesto, la inteligencia norteamericana sigue analizando cuándo y cómo librar a la opinión pública todos los detalles e imágenes de la operación en Abbottabad. Significa “ciudad abacial”, vaya ironía, y está cerca de Islamabad, capital de Pakistán, ambiguo aliado de Occidente en la guerra de Afganistán.</p>
<p>El cuerpo ya no existe o es inalcanzable bajo el mar. Pero naves de la quinta flota (golfos Pérsico y de Omán) y de otras banderas han comenzado a recorrer discretamente el área. ¿Para qué? Para impedir un eventual rescate de esa “caja negra” humana con fines políticos, religiosos u oportunistas. Debe considerarse la vecindad de Somalía, un mosaico de feudos piratas fuera de toda ley, Shariyá inclusive.</p>
<p>John Brennan, máximo experto en terrorismo del consejo nacional de seguridad (NSC), confirmó que se estaba”sopesando el pro y el contra de publicar fotos y videos en el corto plazo”. En cierto modo, la decisión depende de cómo evolucione la imagen del propio Osama bin Laden. Algunos funcionarios estiman que el ex “gurú” de al-Qaeda ya venía en decadencia debido a la ola de protestas, disturbios y derrocamientos de regímenes árabes.</p>
<p>La gente ni siquiera tomó en cuenta a al-Qaeda. Así había sucedido o sucede en las guerras civiles de Irak (2004/08) y Libia. Si ése es el principio de una mutación geopolítica, el destino del cadáver no tiene mucha importancia. Por otra parte, resta averiguar qué harán los eventuales sucesores del “califa”. En particular, el egipcio Aimán az-Zawahirí, lugarteniente de bin Laden pero ajeno al núcleo saudí y yemení del colectivo terrorista. Justamente ese factor podría encender algo históricamente común en el Islam: una lucha por la sucesión. Así nació en el siglo VIII nada menos que la Shi’á.</p>
Pakistán: un aliado peligrosamente ambiguo
En algunos sentidos, Osama bin Laden ya estaba muerto. Nadie creía que su islamismo radicalizado gestase cambios negados al comunismo, el capitalismo o su propio fundamentalismo sunní. Era sólo el imán explícito de una secta de hashashín, asesinos.