Los economistas Eduardo Luis Fracchia y Carlos Marcelo Belloni, del IAE Business School de la Universidad Austral, analizaron un tema que ha cobrado otra vez actualidad: la viabilidad de que la Argentina imite el modelo de desarrollo económico australiano.
Con el cambio de gobierno ha vuelto a emerger el debate sobre el modelo de desarrollo que Argentina debería impulsar. La dicotomía entre una visión más liberal de la economía (basada en exportación de productos primarios aprovechando las ventajas comparativas) y una mirada más proteccionista (impulsando el desarrollo de la industria nacional destinada al mercado interno), ha vuelto a la escena.
Cuando se habla de un modelo de desarrollo apropiado para Argentina, la referencia más habitual de los últimos tiempos es el caso australiano. La comparación entre las economías argentina y australiana es un tema en debate instalado desde hace tiempo, incluso durante el gobierno de Cristina Fernández haciendo mención a dicho país tanto por su buen desempeño económico como por la similitud estructural de su economía respecto de Argentina.
La fijación con el modelo australiano no debe extrañar. Australia es uno de los países con el PIB per cápita más elevado del mundo (US$ 60.000) y lleva 25años de crecimiento consecutivo. El resto de los indicadores macroeconómicos son también envidiables, con una tasa de crecimiento del PIB del 2,5%, una tasa de desempleo del 6%, una inflación del 2%, un endeudamiento público del 36% del PIB, entre otros. A la luz de los resultados, pareciera evidente que Australia es el ejemplo a seguir.
Sin embargo, ello requiere una transformación de la estructura productiva importante. Uno de los aspectos a considerar es la transformación hacia una economía más intensiva en servicios. En Australia, la participación del sector servicios lidera la economía contribuyendo con 70% del PIB y empleando 70% de la población activa. En Argentina, en cambio, dicho sector contribuye con alrededor de 65% del PIB apoyado fuertemente por la industria. Por otro lado, el gran factor del crecimiento australiano han sido las exportaciones de bienes dominadas por los sectores agrícolas y mineros, en particular este último que representa cerca del 20% del PIB. Además de exportar minerales -se encuentra entre los diez primeros países productores y exportadores de la mayoría de ellos-, Australia es uno de los principales exportadores mundiales de lana, carne, trigo y algodón. En cuanto a las importaciones, es un país importador de productos transformados. Para replicar este camino, Argentina debería volver a poner el foco fuerte en las exportaciones primarias y mineras, algo ya evidenciado por la eliminación/reducción de los retenciones. Otro aspecto fundamental donde Argentina está muy por debajo de este país es la competitividad, un concepto clave si se quiere aspirar a una economía de crecimiento basado en las exportaciones.
De acuerdo con los resultados del último informe de competitividad global publicado por el World Economic Forum (WEF), Argentina se ubica en el puesto 104/138 mientras que Australia en el puesto 22. El desempeño de Australia en este sentido es notable ya que no baja del puesto 28 en los 12 pilares, incluso aparece en el top ten en tres de ellos (Desarrollo del Mercado Financiero, Educación superior y Capacitación, y Salud y Educación Primaria).
Argentina, en cambio, se ubica entre los peores países en cuanto a pilares básicos como Instituciones (130/138), Entorno Macroeconómico (130/138) y Eficiencia en los Mercados de Bienes (135/138) y de Trabajo (130/138). Por último, una referencia más que importante son las instituciones. En el libro “¿Por qué Argentina no fue Australia?” de P. Gerchunoff y P. Fajgelbaum, los autores revelan cómo las instituciones influyeron en el desempeño de los dos países a pesar de poseer características estructurales comunes. Por ejemplo, ambos son países de colonización reciente, con altas ventajas relativas sobre el resto del mundo en la producción de bienes primarios, y escasamente poblados, con geografías relativamente similares e igualmente alejados de los centros económicos mundiales.
Los autores señalan el impacto de la crisis de 1890 como punto de inflexión principal que llevó a ambos países a tener presentes tan disímiles. Las políticas distributivas y proteccionistas que llegaron a Australia desde entonces, recién se materializaron en Argentina desde 1945. Si el plan de desarrollo es seguir el ejemplo de la economía australiana surgen al menos algunos interrogantes. A pesar de presentar características similares en cuanto a sus ventajas comparativas para la producción de commodities, las exportaciones australianas no sólo se basan en los productos agropecuarios sino también descansan en los minerales, generando así cierto grado de diversificación que nuestro país no posee.
Tener como referencia a la economía australiana implicaría también fomentar el sector agropecuario y de servicios en detrimento del sector industrial local emergiendo conflictos sociales. Tal vez el aspecto más relevante a mejorar si se quiere seguir el camino de Australia es la calidad de las instituciones.