Hace veinte años Ãfrica irrumpía en las pantallas de los televisores del mundo por desnutrición y guerras civiles. Aunque esa situación no se ha revertido del todo, lo cierto es que hoy el llamado “continente negro†tiene casos de éxito que entran en la categoría de los países emergentes.
En el corazón de este crecimiento está su relación con China. Las inversiones del gigante asiático han jugado un rol fundamental en este renacimiento africano. Su crecimiento y demanda de materias primas hicieron crecer sectores enteros, como el de la producción de aluminio y hierro.
A su vez, esto motivó otros cambios. El proceso de urbanización, la expansión en la fuerza de trabajo y el ascenso de la clase media (que se triplicó en los últimos 30 años) se pueden contar entre los más importantes.
¿Cómo pueden las empresas occidentales aprovechar las oportunidades que ofrece Ãfrica? Es difícil, más no imposible. Primero, deben encontrar un lugar por dónde comenzar. Generalmente un estudio de las condiciones macroeconómicas es una buena idea. Algunos países presentan mejores condiciones que otros, en especial en lo relativo a su estabilidad política. Los de la región sur al Sahara son los más provechosos: Mauricio, Botswana, Namibia y Sudáfrica se destacan. Para que la prosperidad continúe – y se expanda- es necesario que las condiciones socio-políticas mejoren y que haya estabilidad legal para las empresas.
Dado ese primer paso –recolectar información- es importante llevarla a la práctica. Encontrar personas que conozcan el mercado por experiencia propia y tengan las conexiones adecuadas con el gobierno es clave. Un socio local no es una mala idea. Además, es importante encontrar los canales de venta adecuados.
Más allá de todo, las empresas que inviertan en Ãfrica deben entender que los resultados no serán inmediatos. El compromiso debe ser a largo plazo, entendiendo que la verdadera oportunidad todavía no ha llegado.