<p>Cuando, a mediados de 2007, Rusia reivindicó soberanía sobre el océano ártico, polo norte inclusive, la reacción más inteligente provino de Peter McKay, canciller canadiense. "No estamos en el siglo XVI -sostuvo- un país no puede ir por el mundo reclamando cuanto se le ocurra". Pero, amén de los rusos, doce gobiernos acaban de hacerlo y unos treinta de aprestan a seguirlos.</p>
<p>Esta vanguardia incluye Rusia, Brasil, Australia, Gran Bretaña, Irlanda (juntos), Francia, España, Noruega, México, Barbados, Sudáfrica y China. Otros tres (Argentina, Chile, Nueva Zelanda) mantienen -como noruegos, franceses e ingleses- antiguas reclamaciones sobre aguas y tierras antárticas. En rigor, los triángulos reclamados por Buenos Aires, Londres y Santiago se sobreponen en la región occidental que, al parecer, no forma parte del continente oriental.</p>
<p>En la fase actual, las pretensiones no se centran tanto en pesca cuanto en hidrocarburos y minerales bajo el casquete de hielo o las aguas circundantes. En un error típico de Naciones Unidas y su burocracia, hoy manejada por el surcoreano Ban Ki-mun, se ha fijado el 13 de mayo de 2009 como fecha límite para presentar reclamaciones marítimas. Cincuenta de los 155 ratificantes de la convención sobre derechos marítimos (CDM) están dispuestos a hacerlo. Entre ellos, meros islotes desperdigados por Oceanía y el Caribe.</p>
<p>El tratado sostiene, con gran latitud y escaso seso, que todo "país" -así sea una manchita en el mapa- tiene derecho a una zona económica exclusiva (ZEE) hasta 200 millas marinas (370 kilómetros) de su costa. La cifra 370 remite al primer intento histórico de dividir el mundo: en 1494, el tratado de Tordesillas fijaba un meridiano, a 370 leguas marinas del archipiélago de Cabo Verde, como límite entre los eventuales imperios español y portugués.</p>
<p>El punto más peligroso de la CDM reside en que sus firmantes podrán estirar hasta 650 kilómetros sus ZEE entre la ratificación y los diez años subsiguientes. Pero, claro, esos cincuenta "fundadores" estarán en condiciones de hacerlo justamente en 2009. A diferencia de aquellos imperios europeos creados en los siglos XVI a XIX (sólo subsiste el ruso), los móviles actuales son puramente geoeconómicos. La propia ONU calcula en alrededor de US$ 1 billones el valor de los recursos submarinos en danza.</p>
<p>Los reclamos ya presentados cubren unos dos millones de kilómetros cuadrados de lechos más allá de las plataformas epicontinentales. Salvo la argentina, que es anómalamente ancha y llega a las Malvinas, el resto implica mares más o menos cerrados (Mediterráneo-Negro, Caribe, Ártico, Índico, China meridional, Norte, Báltico).<br />
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ONU: ¿una bomba de tiempo contra el derecho marítimo?
En un año, más de cincuenta países podrán extender jurisdicción sobre aguas y lechos submarinos. Esto amenaza, entre otros, al visionario tratado antártico (1960), retrotrae las cosas varios siglos y provocará litigios interminables.