<p>Esta política, según un informe transmitido a la Otán desde Misurata, fue inspirada por el jefe de las tropas irregulares y primogénito de Muhammar Ghaddaffi, Jamís al-Islam. En menos de una semana, han desaparecido en Trípolitania padres, hijos, esposas, hermanos y hasta nietos. Al parecer, los encerraron en refugios tan secretos que sólo tres o cuatro personas conocen los emplazamientos.<br />
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El coronel también apela a este remedio insensato como forma de vengarse de los bombardeos efectuados por los aliados la noche del 30 de abril al 1º de mayo. En esa oportunidad, sostiene Gheddafi, perecieron otro hijo (Sa’if al-Arab) y tres nietos.<br />
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Según fuentes de Bengasi, el caudillo, su círculo íntimo y los “rehenes” se hallan en Ash Sharif, un “oasis de hierro” en pleno desierto, al sur de Trípoli misma. Herido, vive en casa de un cuñado. Entretanto, el Gobierno ha distribuido un video del día 11, mostrando una reunión del coronel con jefes tribales. <br />
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Si fuesen fiables esas imágenes tomadas –señala el relator invisible- en un hotel de la capital, ahora existirían dos eventuales testimonios: primero y once de mayo. Pero faltan apariciones en vivo, por lo cual el gobierno de Cirenaica cree que las heridas de Ghaddafi son severas. <br />
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Un recurso tan desesperado como secuestrar familiares de sus propios colaboradores evidencia, por otra parte, que Jamís puede haber asumido el mando real. Si se confirman estas noticias en Londres, Washington, Paris y Roma, la corte internacional de La Haya se verá ante una posibilidad sin antecedentes: añadir el secuestro de civiles a cargos ya radicados. Estos involucran masacres de personas desarmadas.<br />
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Obsesivo, Ghaddafi secuestra a su propia gente
El enemigo se llama traición. Pretende frustrarla con un arma en apariencia infalible, el rapto. Sus feroces milicianos encarcelan a parientes cercanos de su entorno: si alguien deserta, sus familiares lo pagan con la vida.