<p>Directamente por televisión, Barack Obama hace el primer intento para sacar Levante –al menos, su mitad oriental- de una “impasse” que dura desde 1979. El presidente elude la diplomacia secreta que caracterizó la apertura a China en los años 70, quizá por la inclinación al sigilo de Richard Nixon, su eminencia gris (Henry Kissinger) y Beijing mismo.</p>
<p>El clima no puede haber cambiado más desde que George W. Bush anunciara “una guerra mundial”, a causa del plan nuclear iraní. Como si India, Pakistán –dos enemigos de difícil convivencia-, Israel mismo o la siempre impredecible Norcorea no tuviesen arsenales atómicos superiores al persa.</p>
<p>El mandatario estadounidense propuso “empezar de nuevo” y exhortó al régimen shiìta a “reintegrarse a la comunidad internacional”. Por esta vez, al menos hasta ahora Majmud Ajmadinedyad no produjo uno de sus habituales desplantes. Quizá porque el consejo de notables, advertido desde Angora, se reunió para ver a Obama con subtítulos en farsí.</p>
<p>Otro gallo cantaba, empero, en la parte occidental de la histórica medialuna fértil. Ahí, un consejero del Likud muy allegado a Netanyahu negó la utilidad de respetar a Teheran, como preconiza Obama. Por el contrario, “Ajmadinedyad ha de ser boicoteado y obligado a abandonar sus planes nucleares, vía un ultimátum”.</p>
<p>No obstante, Washington aún no pide levantar las sanciones dispuestas por el consejo de seguridad. Tal porque, como casi todo lo que hace Naciones Unidas, pocos les prestan atención. Pero ¿Israel lanzaría ese ultimátum sin apoyo de Estados Unidos? </p>
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Obama se acerca a Irán y Tel Aviv es intransigente
Por un lado, Washington prefiere el pragmatismo. Por otro, Yuval Shteínitz, asesor del primer ministro Benjamín Netanyahu, sugiere un ultimátum ya mismo a Teheran, en una muestra de intransigencia geopolítica.