La postergación de lo que se presumía era un ataque inminente liderado por Estados Unidos fue celebrada hoy por el presidente sirio Bashar al Assad, quien aseguró que la determinación de su gobierno a “resistir” hizo “fracasar” los planes de Washington.
En declaraciones reproducidas por la televisión estatal siria luego de una reunión con una delegación de apoyo iraní, Al Assad advirtió que la “amenaza” de Estados Unidos de “lanzar un ataque contra Siria no nos llevará a abandonar nuestros principios”, informó la agencia de noticias ANSA.
La Casa Blanca comenzó hoy una fuerte campaña pública para convencer a su propio Congreso, apenas horas después de presentar oficialmente en el Capitolio la moción para autorizar el uso de la fuerza militar contra Siria.
La primera ofensiva del gobierno de Obama la encabezó el secretario de Estado John Kerry al anunciar frente a las cámaras que tenía pruebas físicas que demostraban que el gobierno sirio había utilizado gas sarín contra civiles desarmados.
Dijo contar con muestras de pelo y sangre de algunas víctimas que dejó el ataque del pasado 21 de agosto en las afueras de Damasco, en el que, según la oposición siria, murieron cerca de 1.500 civiles.
“Estas muestras dieron positivo”, sentenció Kerry ante las cámaras de televisión, según informó la agencia de noticias EFE.
Más tarde, al ser entrevistado por la cadena de noticias estadounidense CNN, Kerry evitó adelantar qué harían si el Congreso se niega a autorizar un ataque contra Siria, como le sucedió el jueves pasado al gobierno británico.
“No contemplamos que el Congreso vaya a votar que no (…) Creemos que nuestro argumento es fuerte y continúa creciendo cada día”, respondió y destacó que el presunto uso de armas químicas pone al gobierno de Al Assad en la misma lista que figuras como “Adolf Hitler y Saddam Hussein”.
Tras la decisión de Obama de esperar la decisión del Congreso, la atención en Washington y en el mundo entero se trasladó casi de inmediato al Capitolio.
El gobierno francés de Francois Hollande, el mismo que había encabezado los pedidos internacionales de intervención en los últimos días, informó que no tomará una decisión final sobre una intervención militar en Siria hasta no conocer qué pasará en Estados Unidos.
Mientras París optó por esperar, otros actores internacionales intentarán influir en el debate que se abrirá en los próximos días en el Congreso estadounidense.
Uno de ellos es la Coalición Nacional Siria (CNFROS), la principal alianza de dirigentes sirios opositores en el exilio que apoya la lucha armada desde hace dos años y medio en ese país árabe, que ya provocó más de 100.000 muertes.
En un comunicado, reproducido por EFE, la oposición siria en el exilio pidió a los legisladores estadounidenses que castiguen al gobierno de Al Assad, para “transmitir un mensaje claro” a quienes actúan de forma similar.
De lo contrario, advirtió, surgirán “dictaduras que van a fabricar armas químicas y exportarlas”.
Presión árabe
Desde El Cairo, donde se realizó una cumbre de cancilleres de la Liga Arabe, la cadena de noticias qatarí Al Jazeera, informó que Arabia Saudita intentaba convencer a sus socios regionales de ayudar a presionar a los congresistas y senadores estadounidenses para que den la luz verde final a un ataque contra Damasco.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos anunció ayer que recién se reunirán a tratar el pedido de autorización de Obama a partir del lunes 9, mientras que el Senado, controlado por el oficialismo, informó que podrían comenzar el debate esta misma semana y votar la próxima.
Las principales dudas actualmente son cómo votará el ala más conservadora del Partido Republicano, nucleados mayormente por la organización Tea Party, y, en el otro extremo, el ala de izquierda del Partido Demócrata, usuales detractores de la tradición belicista de Washington.
El presidente de la Cámara Baja, el republicano John Boehner, también había dejado entrever sus dudas ayer cuando aseguró que “el Presidente tiene tiempo para preparar su caso ante el Congreso y el pueblo estadounidense”.
En paralelo a las negociaciones y la campaña de presión pública que se lanzaron en Washington, la ONU y los países que no apoyan una intervención militar, como Rusia, China y Alemania, buscarán aprovechar este tiempo para reactivar el debate dentro del Consejo de Seguridad de la ONU, bloqueado hace meses.
El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, anunció que el equipo de investigación que trabajó toda la semana pasada en Siria lleva hoy al laboratorio las muestras que tomaron en las zonas supuestamente atacadas con armas químicas.
Además, adelantó que el martes se presentará ante el Consejo de Seguridad para dar un informe sobre la situación actual en Siria.
Según la información recolectada, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización opositora con sede en Londres, más de 110.000 personas murieron en estos dos años y medio de guerra civil en Siria, entre los cuales se cuentan más de 9.700 menores de edad.
El último saldo de víctimas emitido por Naciones Unidas indica que los muertos en Siria desde 2011 superan los 93.000.
Violencia y muerte en Bagdag
La Misión de Naciones Unidas para Irak informó que 804 iraquíes, mayoritariamente civiles, murieron en actos de violencia a lo largo de agosto, manteniendo el nivel de violencia de este año que alcanzó su momento más preocupante en julio pasado con más de mil fallecidos.
Según las cifras de la ONU, en agosto 716 civiles y 88 miembros de las fuerzas de seguridad murieron, mientras que 1.936 civiles y 94 policías resultaron heridos, informó la agencia de noticias EFE.
Actualmente unos cien militantes de la organización opositora iraní Muyahidin Jalq residen en ese campo de refugiados, cerca de la frontera con Irán.
Otros 3.400 han sido trasladados en los últimos meses al de Liberty, cerca del aeropuerto internacional de Bagdad, como un primer paso para sacarlos de Irak.
Los miembros de ese grupo fueron acogidos y protegidos por el entonces presidente de Irak, Saddam Husein, tras el triunfo en 1979 de la Revolución Islámica en su país y especialmente durante la guerra entre Irak e Irán que se extendió durante casi toda la década de los ochenta.
La organización Muyahidin Jalq fue fundada en los años sesenta para luchar contra el sha de Persia, y después de la revolución islámica combatió contra el liderazgo clerical iraní, y en los ochenta se alió militarmente con Hussein contra la República Islámica vecina.
Teherán los considera terroristas y, aunque en 1990 depusieron oficialmente las armas, algunos países aún mantienen a esta organización iraní en su lista negra.
Muchos de sus miembros se pasaron al opositor Consejo Nacional de Resistencia de Irán, que lucha con el apoyo de Washington y otras potencias occidentales contra las autoridades de ese país.
Por eso, en septiembre pasado fue retirado de la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos.
Desde que asumió en Bagdad un gobierno de mayoría chiita, estos opositores iraníes han perdido el amparo oficial en Irak y hasta sufren el acoso del gobierno para dejar el país.