Nuevo orden mundial: fin del consenso económico

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Una puja entre tres sistemas: democracia liberal y libre mercado, capitalismo de Estado y cíber-libertario

La reunión anual de febrero de este año organizada por la consultora de management AT Kearney en Nebraska convocó a directores ejecutivos del mundo entero. Allí se hizo evidente que la gran mayoría se está preparando para un nuevo orden mundial.

Según lo que trascendió de las intervenciones y las conversaciones de pasillo, ese nuevo orden no va a consistir en una puja entre dos países –claramente Estados Unidos y China– sino entre tres sistemas: democracia liberal y libre mercado; capitalismo manejado por el estado y un modelo cíber– libertario. Para referirse a esas tres opciones, algunos hablaban de “el consenso de Washington”, “el consenso de Beijing” y “el consenso Zuckerberg”, por el fundador de Facebook. Los empresarios saben que el primero, el consenso de Washington, está en jaque y que una gran parte del mundo señala los señala como culpables.

Coinciden entonces en que, si quieren conservar su modo de vida, deben participar en el esfuerzo por encontrar una forma más inclusiva de capitalismo de libre mercado. Se habló mucho durante ese encuentro de “invertir en capital humano” y de “priorizar los mercados sustentables”. Y también de cómo manejar el impacto social de la disrupción laboral que provoca la tecnología.

Pero donde no hubo coincidencias fue en el tema de cómo corregir el capitalismo y mucho menos la democracia liberal. Muchos expresaron frustración ante los ataques de políticos a las empresas con el único fin de ganarse la simpatía de los populistas.

“Yo no tengo por qué justificar mi aporte a la sociedad”, dijo un ejecutivo. “Mi empresa es mi aporte”.

Los CEO coincidieron en que el mundo no vuelve a los mercados abiertos de los 90. Ven el conflicto China-Estados Unidos como el comienzo de un choque de civilizaciones que durará décadas y dividirá el mundo. El modelo chino en el que el Estado maneja todo mereció algunas manifestaciones de envidia y otras de escepticismo. Muchos empresarios occidentales envidian la visión larga que impera en China y la contrastan con las presiones permanentes que significan los reportes de ganancias trimestrales y las de los accionistas activistas. Pero algunos ejecutivos de países en desarrollo mostraron preocupación por el precio que pagarían por depender de Beijing.

En cuanto a los CEO provenientes de Asia, hubo diferencias. Algunos creían que la creciente vigilancia represiva del estado chino va a terminar siendo frágil mientras otros creían que su programa de infraestructura Belt and Road (BRI) podría ser la base de un orden totalmente nuevo y benigno que va a beneficiar tanto a Oriente como a Occidente. Casi todos coincidieron en la necesidad de entender más profundamente a China.

También hubo unos cuantos que apostaban a que serán las empresas, y no los países, las que se pondrán al frente del nuevo orden, en especial las plataformas gigantescas que tienen más escala y poder que muchas naciones.

Son las empresas las que podrían comenzar a aprovechar sus ventajas en modos parecidos a los gobiernos, tomando como “ciudadanos” a la generación más joven de nativos digitales que han perdido la fe en las instituciones tradicionales.

Un tema muy debatido fue el proyecto de Facebook de lanzar una moneda digital, la Libra. Algunos participantes –los más versados en cuestiones digitales– ven la Libra como el primer paso hacia un área donde los gobiernos no han podido sumarse al cambio.

Un participante citó estadísticas que muestran que los jóvenes confían más en las criptomonedas que en las bolsas de valores tradicionales. Por el otro lado, los representantes de bancos e instituciones como el FMI mostraron inquietud ante la amenaza de las fintech al sistema financiero global. Facebook podría, si quisiera, brindar educación online, o convertirse en plataforma de empleo para millones de trabajadores en una nueva economía global.

Un participante dijo que los gobiernos democráticos no pueden moverse con la velocidad que hace falta para seguirle el ritmo a la tecnología y se preguntó si las plataformas tecnológicas no terminarán convirtiéndose en estados monopólicos internacionales. Habló de una geopolítica de plataformas donde 70% estaría en manos estadounidenses, 27% en Asia y 3% en Europa.

 

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