miércoles, 25 de diciembre de 2024

Nuevo equilibrio de poder global

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A principios de ésta década, la corriente central de pensamiento en los países centrales y en otros grandes actores internacionales, imaginaba la consolidación de un nuevo orden internacional, asentado sobre tres pilares básicos.

La hegemonía de Estados Unidos respaldaría la paz internacional y el continuo avance de la democracia liberal. El exitoso modelo de integración continental sería el aporte de la Unión Europea, que podría llegar a ser imitado en otras latitudes. Una Rusia en declinación sumaría fuerzas con la China que no cesa de crecer, reconociendo ambas las ventajas que ofrecía para sus países ser parte de este mundo diseñado por las potencias occidentales.

Pero ahora va a comenzar el turno presidencial de Donald Trump, y su declarada intención es que EE.UU abandone buena parte de su esfuerzo global y se concentre en solucionar problemas fronteras adentro (algo similar, aunque en menor escala podría haber ocurrido si hubiera ganado Hillary Clinton).

Ese es el sentimiento dominante en la mayoría de los estadounidenses.

Europa en tanto parece estar a la deriva. Jaqueada la Unión Europea por el Brexit británico, la suerte del euro y los millones de inmigrantes que arriban, se ha perdido de vista buena parte del proyecto original y no hay nada nuevo para enriquecer la versión de reemplazo.

En tanto, Rusia –como lo demostró antes en Crimea y ahora en el Medio Oriente- y China que torpedea el fallido intento del Tratado Transpacífico y avanza para imponer su dominio en los mares que la circundan, se han ocupado de dejar bien en claro que no aceptan la estrategia de Washington y que la pueden cuestionar con éxito.

Este cambio no ocurrió de un día para otro. Hubo muchos signos que lo preanunciaron, aunque casi siempre pasaron inadvertidos. La crisis financiera global de 2007/2008 (que todavía hoy hace sentir sus efectos) reveló debilidades y limitaciones del modelo capitalista vigente. La UE tuvo su propia conmoción: la crisis del euro y de la eurozona. Entre tanto China no cesaba de crecer y de tomar mayores porciones de comercio, y de poder mundial.

La novedad es ahora un nacionalismo de nuevo cuño. “Primero América” promete una retirada de la globalización y una concentración en el aislacionismo.

Rusia, con una economía débil pero todavía con poderosos recursos militares quiere la revancha del “imperio de los zares”, después de la humillación sufrida tras la caída de la Unión Soviética. China, el “Imperio del Centro”, la mayor economía mundial hasta el siglo 17, quiere resucitar y dejar atrás la humillación de las sucesivas ocupaciones de su territorio durante más de 100 años.

Todas estas naciones, hasta ahora actores de segundo orden, buscan definir un nuevo modelo de relaciones internacionales que, obviamente, sea más favorable a sus intereses nacionales que el actual. En suma, han enterrado al viejo orden y reclaman uno nuevo que, especialmente, contemple el nuevo estatus de China como superpotencia global.

En el futuro cercano, este nuevo mundo multipolar tendrá que encontrar un nuevo equilibrio.

 

 

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