Nuevamente, la SEC hace temblar a Wall Street, sus firmas y sus ejecutivos

Las últimas bajas en Wall Street no se deben a la pulmonitis china, la posguerra ni el PBI, sino al activismo de la Securities & Exchange Commission. Tras liquidar a Frank Quattrone –CSFB-, la entidad se lanza sobre Holly Becker (Citigroup).

27 abril, 2003

El procesamiento de Frank Quattrone, estrella de la banca tecnológica, y el embargo por US$ 200 millones trabado a pedido de la National Association of Security Dealers (NASD) enrarecieron el clima del mundillo ejecutivo y la bolsa. Máxime porque las cuitas de quien le hiciera ganar miles de millones a Crédit Suisee First Boston no vienen solas: la semana entrante, la SEC enfilará los cañones sobre Holly Becker.

Becker es la gurú de Salomon Smith Barney -es decir Citigroup-, firma conocida por sus manejos poco claros en análisis de valores y banca de inversión. “En vez de aprender la lección de Jack Grubman, Sanford Weill reemplazó una estrella caída por otra. Pero el derrumbe de Quattrone y el veloz despido de Donald Carty en American Airlines aumentan la vulnerabilidad de las cúpulas financieras y empresarias. Esto añade volatilidad a los mercados de riesgo, ya de por sí inestables”.

Así reflexionaba Henry Kaufman, un megafinancista célebre por sus excelentes pronósticos y su ortodoxia en cuanto a ética de mercado (“una contradicción de términos”, suele decir George Soros). “Un PBI lento, un desempleo en alza y la ciclotimia del índice que mide la confianza del consumidor –de suyo, un imponderable- son elementos de la ecuación. Pero (en esto, Soros, Jeffrey Sachs y Robert Kuttner coinciden con Kaufman) el factor hoy dominante es el profundo descreimiento de accionistas e inversores en quienes manejan conglomerados económicos, bancas y firmas bursátiles”.

Mientras “la gente se endeuda peligrosamente para comprar ladrillos, no acciones ni bonos, porque no les tiene fe a los mercados de riesgo” (Kuttner), la SEC prepara acusaciones formales contra Holly Becker por “insider trading”. Lo que empezó en un divorcio hostil se trabnsforma en delito federal, penado duramente por la ley Sarbanes-Oxley. La analista principal de SSB –firma que insiste en no separar dos funciones conflictivas: consultoría de valores y banca inversora- le pasaba datos reservados a su marido, Michael Zimmerman. A su vez, éste maneja un fondo de alto riesgo (emplea derivativos), donde aprovechaba esa información para hacer ganancias.

Paralelamente, William Donaldson, presidente de la SEC, proyecta reabrir investigaciones sobre los “nueve grandes” de Wall Street, con quienes se había firmado un arreglo. La SEC cerró los sumarios por conflictos de intereses; a cambio, las firmas pagaron una multa conjunta por US$ 1.500 millones y se comprometieron a terminar con la doble función de sus divisiones bursátiles. Como no lo han hecho, la SEC volverá a ponerlas en la picota. Esto comienza a sentirse en Wall Street donde, de paso, advierten que el 11/9/01, Afganistán e Irak marcan un cambio ideológico en el gobierno: ya no privilegia los “lobbies” locales sino su proyecto imperial. En otras palabras, Donaldson y los fiscales tienen las manos tan libres como las asambleas de accionistas que cuestionan a los ejecutivos superiores (está ocurriendo en Delta Airlines, por influencia del caso Carty en AMR).

El procesamiento de Frank Quattrone, estrella de la banca tecnológica, y el embargo por US$ 200 millones trabado a pedido de la National Association of Security Dealers (NASD) enrarecieron el clima del mundillo ejecutivo y la bolsa. Máxime porque las cuitas de quien le hiciera ganar miles de millones a Crédit Suisee First Boston no vienen solas: la semana entrante, la SEC enfilará los cañones sobre Holly Becker.

Becker es la gurú de Salomon Smith Barney -es decir Citigroup-, firma conocida por sus manejos poco claros en análisis de valores y banca de inversión. “En vez de aprender la lección de Jack Grubman, Sanford Weill reemplazó una estrella caída por otra. Pero el derrumbe de Quattrone y el veloz despido de Donald Carty en American Airlines aumentan la vulnerabilidad de las cúpulas financieras y empresarias. Esto añade volatilidad a los mercados de riesgo, ya de por sí inestables”.

Así reflexionaba Henry Kaufman, un megafinancista célebre por sus excelentes pronósticos y su ortodoxia en cuanto a ética de mercado (“una contradicción de términos”, suele decir George Soros). “Un PBI lento, un desempleo en alza y la ciclotimia del índice que mide la confianza del consumidor –de suyo, un imponderable- son elementos de la ecuación. Pero (en esto, Soros, Jeffrey Sachs y Robert Kuttner coinciden con Kaufman) el factor hoy dominante es el profundo descreimiento de accionistas e inversores en quienes manejan conglomerados económicos, bancas y firmas bursátiles”.

Mientras “la gente se endeuda peligrosamente para comprar ladrillos, no acciones ni bonos, porque no les tiene fe a los mercados de riesgo” (Kuttner), la SEC prepara acusaciones formales contra Holly Becker por “insider trading”. Lo que empezó en un divorcio hostil se trabnsforma en delito federal, penado duramente por la ley Sarbanes-Oxley. La analista principal de SSB –firma que insiste en no separar dos funciones conflictivas: consultoría de valores y banca inversora- le pasaba datos reservados a su marido, Michael Zimmerman. A su vez, éste maneja un fondo de alto riesgo (emplea derivativos), donde aprovechaba esa información para hacer ganancias.

Paralelamente, William Donaldson, presidente de la SEC, proyecta reabrir investigaciones sobre los “nueve grandes” de Wall Street, con quienes se había firmado un arreglo. La SEC cerró los sumarios por conflictos de intereses; a cambio, las firmas pagaron una multa conjunta por US$ 1.500 millones y se comprometieron a terminar con la doble función de sus divisiones bursátiles. Como no lo han hecho, la SEC volverá a ponerlas en la picota. Esto comienza a sentirse en Wall Street donde, de paso, advierten que el 11/9/01, Afganistán e Irak marcan un cambio ideológico en el gobierno: ya no privilegia los “lobbies” locales sino su proyecto imperial. En otras palabras, Donaldson y los fiscales tienen las manos tan libres como las asambleas de accionistas que cuestionan a los ejecutivos superiores (está ocurriendo en Delta Airlines, por influencia del caso Carty en AMR).

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