Norcorea: se votó finalmente un esquema blando de sanciones

El consejo de seguridad, Naciones Unidas, aprobó la resolución 1718/06. Sólo en apariencia duras, las sanciones dispuestas para Norcorea parecen más bien una presión organizada, con el objeto de obligarla a negociar en serio.

15 octubre, 2006

Por supuesto, Pyongyang rechazó totalmente la decisión internacional. Como gesto adicional, el texto indica que ”cualquier medida ulterior, por ejemplo un ataque militar, deberá ser considerada antes por el consejo”. La resolución prohíbe al régimen importar y exportar material o equipos para fabricar armas nucleares o proyectiles capaces de transportarlas. El embargo comercial abarca artículos suntuarios (una manía de Kim Il-jong y su corte). En tanto, hay restricciones para que funcionarios relacionados con negocios bélicos viajen por el mundo. Además, se congelan bienes, cuentas y activos norcoreanos en el exterior (China inclusive), quizá la medida más fuerte.

Un punto problemático es la orden de abordar e inspeccionar barcos, aviones y vehículos terrestres sospechosos. Amén de la probable resistencia armada en altamar (en aeropuertos es muy difícil), el control por tierra involucra a los únicos tres vecinos: Surcorea (corre el mayor riesgo bélico), China y Rusia. Finalmente, el embargo no incluye armas convencionales.

Entretanto, ambas Coreas aún creen que cada una quiere atacar a la otra. Crecen de paso las dudas occidentales en cuanto a Pyongyang haya hecho en efecto ensayos nucleares.

Presionado por Moscú y Beijing, George W.Bush redujo los alcances iniciales del esquema de sanciones. Se supone, por otro lado, que el nuevo secretario general, Ban Ki-mun, ya desempeñe un papel discreto, aunque recién reemplazará a Kofi Annan en enero. Por las dudas, Norcorea volvió a acusar a EE.UU. de urdir ataques directos, en lo que varios observadores ven como simple método para llegar a negociaciones directas.

A iniciativa “blanda” de EE.UU. contó ya con el respaldo de la Unión Europea, vía Gran Bretaña y Francia. Tal como salió, la resolución excluye la exigencia nipona de cerrar a barcos norcoreanos el acceso a puertos extranjeros. También descarta una veda aeroportuaria total a aviones de esa bandera. Rusia y Chica habían rechazado ambos puntos.

Sin embargo, la decisión continúa en el marco “constitucional” de la ONU, cuyo capítulo VII autoriza bloqueos navales y acciones contra países sancionados. En rigor, así ocurrió con Irak en la guerra de 1991. Pero Beijing y Moscúi opusieron reparos en la reunión de este fin de semana.

Rusia y China, por supuesto, sostuvieron que algún tipo de represalia era precisa, ante la contumacia norcoreana. Así señalaban Liu Jianchao (vocero de su cancilleria) y el embajador moscovita en la ONU, Vítaly Churkin. Entretanto, Washington duda cada día más sobre las pruebas atómicas y sospecha que fueron un fracaso. Eso explica que haya aceptado suavizar sanciones.

Al margen de la creciente desconfianza mutua entre los dos estados coreanos, Japón es un factor imprevisible. El primer ministro Shinzo Abe sostiene que su país “es el más directamente amenazado por las presuntas armas atómicas” por lo cual aplica por cuenta propia, desde el viernes, una prohibición a naves norcoreanas de entrar en puertos japoneses. Ahora, analiza un embargo comercial y vedar visitas personales entre ambos países, algo relevante porque viven en el Sol naciente nos 700.000 coreanos étnicos con nexos en el norte de la península.

Por supuesto, Pyongyang rechazó totalmente la decisión internacional. Como gesto adicional, el texto indica que ”cualquier medida ulterior, por ejemplo un ataque militar, deberá ser considerada antes por el consejo”. La resolución prohíbe al régimen importar y exportar material o equipos para fabricar armas nucleares o proyectiles capaces de transportarlas. El embargo comercial abarca artículos suntuarios (una manía de Kim Il-jong y su corte). En tanto, hay restricciones para que funcionarios relacionados con negocios bélicos viajen por el mundo. Además, se congelan bienes, cuentas y activos norcoreanos en el exterior (China inclusive), quizá la medida más fuerte.

Un punto problemático es la orden de abordar e inspeccionar barcos, aviones y vehículos terrestres sospechosos. Amén de la probable resistencia armada en altamar (en aeropuertos es muy difícil), el control por tierra involucra a los únicos tres vecinos: Surcorea (corre el mayor riesgo bélico), China y Rusia. Finalmente, el embargo no incluye armas convencionales.

Entretanto, ambas Coreas aún creen que cada una quiere atacar a la otra. Crecen de paso las dudas occidentales en cuanto a Pyongyang haya hecho en efecto ensayos nucleares.

Presionado por Moscú y Beijing, George W.Bush redujo los alcances iniciales del esquema de sanciones. Se supone, por otro lado, que el nuevo secretario general, Ban Ki-mun, ya desempeñe un papel discreto, aunque recién reemplazará a Kofi Annan en enero. Por las dudas, Norcorea volvió a acusar a EE.UU. de urdir ataques directos, en lo que varios observadores ven como simple método para llegar a negociaciones directas.

A iniciativa “blanda” de EE.UU. contó ya con el respaldo de la Unión Europea, vía Gran Bretaña y Francia. Tal como salió, la resolución excluye la exigencia nipona de cerrar a barcos norcoreanos el acceso a puertos extranjeros. También descarta una veda aeroportuaria total a aviones de esa bandera. Rusia y Chica habían rechazado ambos puntos.

Sin embargo, la decisión continúa en el marco “constitucional” de la ONU, cuyo capítulo VII autoriza bloqueos navales y acciones contra países sancionados. En rigor, así ocurrió con Irak en la guerra de 1991. Pero Beijing y Moscúi opusieron reparos en la reunión de este fin de semana.

Rusia y China, por supuesto, sostuvieron que algún tipo de represalia era precisa, ante la contumacia norcoreana. Así señalaban Liu Jianchao (vocero de su cancilleria) y el embajador moscovita en la ONU, Vítaly Churkin. Entretanto, Washington duda cada día más sobre las pruebas atómicas y sospecha que fueron un fracaso. Eso explica que haya aceptado suavizar sanciones.

Al margen de la creciente desconfianza mutua entre los dos estados coreanos, Japón es un factor imprevisible. El primer ministro Shinzo Abe sostiene que su país “es el más directamente amenazado por las presuntas armas atómicas” por lo cual aplica por cuenta propia, desde el viernes, una prohibición a naves norcoreanas de entrar en puertos japoneses. Ahora, analiza un embargo comercial y vedar visitas personales entre ambos países, algo relevante porque viven en el Sol naciente nos 700.000 coreanos étnicos con nexos en el norte de la península.

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