No vale la pena reconstruir Nueva Orleans

“Antes de terminar el siglo, acabará deglutida por el río y el mar”. Eso sostiene Klaus Jakob, geofísico del Earth Institute, universidad Columbia, experto en desastres naturales.

2 septiembre, 2005

Según señala el científico, “es una catástrofe varias veces anunciada. Los especialistas venimos explicando que esa zona del litoral está continuamente amenazada desde el golfo de Méjico, el Misisisipi y el lago Pontchartrain”. Lo malo es que, desde mediados siglo XIX, fue desarrollándose una concentración urbana enorme, en terrenos bajo el nivel de las aguas, sobre un delta inestable.

A criterio de Jakob, “un factor decisivo fue y es la prtesión de intereses económicos de corto aliento: petróleo, pesca y tursimo. La naturaleza no perdona y, si alguna lección deriva de esta tragedia, es la necesidad de revaluar los riesgos en el largo plazo”. El geólogo admite que el peligros data de hace siglos, pero “hoy se agrava debido al recalentamiento planetario”.

Por supuesto,en el siglo XVIII tenía sentido afincarse donde confluyen el Misisipi, otros ríos y el mar. Esa ubicación daba acceso al interior todavía virgen de Estados Unidos. Máxime cuando, en 1804, Napoléon le vendió a Washington la Luisiana original; o sea, el inmenso territorio entre los grandes lagos, el Misisipi-Misuri, los montes Allegheny y el golfo.

“A principios del siglo XX –recueda el experto-, el ejército norteamericano construyó un gigantesco sistema de canales y esclusas para imponerle al río un lecho artificiall. Fue una grave violación al proceso natural de estas corrientes, que sirven justamente para arrastrar tierras hacia los brazos del delta y mantener bajo el lecho original”.

Dado que el Misisipi no puede hacer su trabajo natural, “la tierra firme ha seguido bajando y, al cabo, este huracán aceleró la vuelta a la situación de hace tres siglos”. Pero, por entonces, no había una gran urbe con poblaciones satélites hasta Biloxi al norte. No obstante, Jakob subraya que “la actual no es peor de las situaciones previsibles. Si el ojo de la tormenta hubiese golpeado un poco más al oeste, las trombas marinas habrían desencadenado un maremoto más violento y veloz sobre Nueva Orleans”.

En to tocante a consejos, el fundamental sería “no reconstruir la ciudad no sus defensas articiales, porque el fin es sólo cuestión de tiempo. Cautmo más altas son canales y esclusas, peor será la p4róxima inundación.”. El propio Servicio Geológico Federal cree que “en menos de cien años, Nueva Orleans no existás más”. Por supuesto, la verdad desnuda es por ahora social y políticamente intolerable. Por tanto “malgastarán miles de millones –supone Jakob- en la reconstrucción”.

Existe márgenes de compromiso, claro.”Tendría sentido una reconstrucción parcial, selectiva, con un horizonte de 50 a 75 años. Pero debe admitirse que nada podrá evitar por siempre una violenta irrupción de las aguas. Huracanes como Catalina son comunes en la región y el efecto invernadero –ése queeñ gobierno de George W.Bush niega en aras del “lobby” petrolero- están acentuando su violencia, pues tienden a licuar los hielos polares y a elevar el nivcel de todo los mares”.

Lo curioso es que la catásfrofe de Nueva Orleans tenga un costado, si se quiere, geopolítico. Las tareas de rescate masivo, en EE.UU., quedan tradicionalmente a cargo de la poderosa y ubicua Guardia Nacional. Pero sus brigadas más selectas están empantanadas en Irak. No es caual que la convergencia de Katrina, el alzade combustibles y las pésimas noticias de Bagdad haya deteriorado la imagen presidencial. El apoyo cede a 43% en general y sube a 58% la desaprobación al manejo de la guerra (mientras, 61% de los sondeos considera que las bajas son inaceptables).

Según señala el científico, “es una catástrofe varias veces anunciada. Los especialistas venimos explicando que esa zona del litoral está continuamente amenazada desde el golfo de Méjico, el Misisisipi y el lago Pontchartrain”. Lo malo es que, desde mediados siglo XIX, fue desarrollándose una concentración urbana enorme, en terrenos bajo el nivel de las aguas, sobre un delta inestable.

A criterio de Jakob, “un factor decisivo fue y es la prtesión de intereses económicos de corto aliento: petróleo, pesca y tursimo. La naturaleza no perdona y, si alguna lección deriva de esta tragedia, es la necesidad de revaluar los riesgos en el largo plazo”. El geólogo admite que el peligros data de hace siglos, pero “hoy se agrava debido al recalentamiento planetario”.

Por supuesto,en el siglo XVIII tenía sentido afincarse donde confluyen el Misisipi, otros ríos y el mar. Esa ubicación daba acceso al interior todavía virgen de Estados Unidos. Máxime cuando, en 1804, Napoléon le vendió a Washington la Luisiana original; o sea, el inmenso territorio entre los grandes lagos, el Misisipi-Misuri, los montes Allegheny y el golfo.

“A principios del siglo XX –recueda el experto-, el ejército norteamericano construyó un gigantesco sistema de canales y esclusas para imponerle al río un lecho artificiall. Fue una grave violación al proceso natural de estas corrientes, que sirven justamente para arrastrar tierras hacia los brazos del delta y mantener bajo el lecho original”.

Dado que el Misisipi no puede hacer su trabajo natural, “la tierra firme ha seguido bajando y, al cabo, este huracán aceleró la vuelta a la situación de hace tres siglos”. Pero, por entonces, no había una gran urbe con poblaciones satélites hasta Biloxi al norte. No obstante, Jakob subraya que “la actual no es peor de las situaciones previsibles. Si el ojo de la tormenta hubiese golpeado un poco más al oeste, las trombas marinas habrían desencadenado un maremoto más violento y veloz sobre Nueva Orleans”.

En to tocante a consejos, el fundamental sería “no reconstruir la ciudad no sus defensas articiales, porque el fin es sólo cuestión de tiempo. Cautmo más altas son canales y esclusas, peor será la p4róxima inundación.”. El propio Servicio Geológico Federal cree que “en menos de cien años, Nueva Orleans no existás más”. Por supuesto, la verdad desnuda es por ahora social y políticamente intolerable. Por tanto “malgastarán miles de millones –supone Jakob- en la reconstrucción”.

Existe márgenes de compromiso, claro.”Tendría sentido una reconstrucción parcial, selectiva, con un horizonte de 50 a 75 años. Pero debe admitirse que nada podrá evitar por siempre una violenta irrupción de las aguas. Huracanes como Catalina son comunes en la región y el efecto invernadero –ése queeñ gobierno de George W.Bush niega en aras del “lobby” petrolero- están acentuando su violencia, pues tienden a licuar los hielos polares y a elevar el nivcel de todo los mares”.

Lo curioso es que la catásfrofe de Nueva Orleans tenga un costado, si se quiere, geopolítico. Las tareas de rescate masivo, en EE.UU., quedan tradicionalmente a cargo de la poderosa y ubicua Guardia Nacional. Pero sus brigadas más selectas están empantanadas en Irak. No es caual que la convergencia de Katrina, el alzade combustibles y las pésimas noticias de Bagdad haya deteriorado la imagen presidencial. El apoyo cede a 43% en general y sube a 58% la desaprobación al manejo de la guerra (mientras, 61% de los sondeos considera que las bajas son inaceptables).

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