La solución no la tiene el Banco Central sino el resto del gobierno que debería abordar un ordenamiento integral del sector público, opina el último informe de la consultora IDESA.
El Banco Central viene teniendo una fuerte pérdida de reservas. Uno de los factores son las compras de pequeños ahorristas de dólares. Aun cuando están limitados a apenas US$ 200 por mes, el Banco Central en julio tuvo que vender US$ 600 millones, en agosto US$ 1.300 millones y sólo en los primeros 15 días de setiembre ya vendió US$ 1.000 millones. Dado que cada ciudadano tiene derecho a un monto fijo mensual, que la sangría de dólares sea creciente significa que cada vez más gente se suma a los compradores de dólares. Esto llevó al gobierno nacional a endurecer el “cepo” cambiario.
De la posibilidad de todos los ciudadanos de poder acceder al mercado oficial de cambios a comprar US$ 200 mensuales, se la restringió a algunos ciudadanos (por ejemplo, quienes reciban planes sociales no podrán hacerlo) y los gastos en dólares con tarjeta de crédito cuentan dentro de los US$ 200. A su vez, las empresas privadas con deuda en dólares fueron compelidas a renegociar con sus acreedores para disminuir los pagos de deuda al extranjero.
¿Cuáles son las razones para que haya cada vez más gente demandando dólares al Banco Central? Para indagar en las respuestas sirve tomar como punto de partida que el dólar oficial está en $75. Según datos del Banco Central, en el mercado de pesos y dólares se observa que:
· El dinero en efectivo, en cuenta corriente, cajas de ahorro y plazos fijos de la gente asciende a $ 6,3 billones.
· Las reservas del Banco Central están en el orden de los US$ 42.500 millones.
· Esto significa que por cada dólar en el Banco Central, hay $148 en poder de la gente.
Estos datos muestran que, si todos los pesos que dispone la gente se volcaran a comprar dólares, el tipo de cambio en lugar de los $75 que fijó el gobierno tendería a $148. Si bien se trata de una simulación hipotética y extrema, no es casualidad que en el mercado paralelo se transe el dólar en valores cercanos a este monto.
Dicho de otra manera, la masiva emisión monetaria ha generado una enorme inconsistencia entre la cotización del dólar oficial y la cantidad de dinero que dispone la gente. Desde que el nuevo gobierno asumió hasta marzo –momento en que empieza la cuarentena– sólo el 70% del gasto público se financió con impuestos, mientras que el 30% restante se cubrió con emisión monetaria. A partir de abril, la porción del gasto público nacional financiada con emisión creció al 40% debido a que cayó la recaudación y aumentaron los gastos del Estado. La cuarentena y los controles sobre precios, tarifas y tipo de cambio oficial han permitido moderar el impacto de la emisión sobre la inflación. Aun así, el INDEC reporta una inflación promedio de 19% entre enero y agosto 2020, con aumentos de 8% en comunicación, 10% en salud privada, 14% en transporte y 19% en educación privada, pero 23% en alimentos y 33% en ropa. Es decir, los excesos de emisión impactan mucho más sobre los precios menos controlados. Al ser un instrumento de ahorro, el dólar es la variable donde el exceso de emisión impacta más rápidamente.
Con la acumulación de 9 meses de emisión y sin indicios de cambios de estrategia, el diagnóstico de que la causa de la crisis cambiaria es la escasez de dólares es errado. Máxime cuando la cuarentena restringió el turismo al exterior y generó una fuerte caída en las importaciones. Resulta más plausible que la creciente demanda de dólares tenga origen en el exceso de pesos en poder de la gente.
El Banco Central no cuenta con instrumentos para calmar al dólar ya que la abundancia de pesos es un derivado del creciente déficit fiscal. La responsabilidad es del resto de los funcionarios que deben impulsar un ordenamiento del Estado para eliminar el déficit fiscal y así disminuir la emisión monetaria que presiona sobre el dólar y la inflación. No hacerlo, significa seguir con el voluntarismo de anunciar acciones que agravan el déficit fiscal. Esto obligará al Banco Central a devaluar el tipo de cambio oficial lo que gatillará la aceleración inflacionaria contenida precariamente con los controles de precios y tarifas.