No declarada, el mundo vive una gran guerra cambiaria
Hace veinticinco años, en septiembre de 1985, los gobiernos de Estados Unidos, Japón, Alemania federal, Gran Bretaña y Francia (el grupo de los 5) se pusieron de acuerdo en Nueva York para depreciar el dólar. Mucho antes, en agosto de 1971, Richard M.Nixon sembraba la semilla portentosa: impuso un gravamen de 10% a las importaciones y terminó con la convertibilidad del oro en dólares.
5 octubre, 2010
<p>“Hoy –sostiene Martin Wolf del Finacial Times – EE.UU. busca algo parecido. Para ello no hostiga a un aliado, Japón, como en 1985, sino que enfila los cañones a China, en vías de convertirse en la segunda superpotencia. Como se ha visto desde 1971, cuando los paquidermos chocan mejor no quedar en el medio”. <br />
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A criterio del experto, la guerra actual pone en juego tres factores. Primero, como resultado de la crisis sistémica de 2007/09, las economías centrales padecen una crónica deficiencia de demanda. En ninguna de las seis mayores en ingresos (grupo de los 5 más Italia) el producto bruto interno del segundo trimestre volvió a los valores del primer trimestre de 2008. En otras palabras, quizá la crisis no se haya agotado del todo en 2009: esas economías siguen operando 10% bajo sus tendencias anteriores a 2007. Así lo trasuntan excesos de oferta manifiestos en la exigua inflación en EE.UU. o la deflación real en la Eurozona. <br />
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El sexteto espera un crecimiento fogoneado por exportaciones, tanto si sufren déficit de intercambio (EE.UU.) como si tienen superávit (Alemania, Japón). Sin embargo –apunta Wolf-, ello sucedería sólo si las principales economías emergentes enfilan hacia déficit en cuenta corriente.<br />
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En segundo lugar, los sectores privados se mueven en esa dirección. Algunos analistas vinculados a grandes bancos anglosajones calculaban en abril que este año los flujos netos de inversión privada a países emergentes sumarían US$ 746.000 millones, cifra que se actualizará en semanas. Por supuesto, el movimiento inverso (economías emergentes a centrales) descontaría US$ 566.000 millones netos. Los superávit corrientes reducirían esa estimación a US$ 535.000 millones. Entretanto, si los ajustes se hacen vía paridades cambiarias, los emergentes mostrarían un rojo financiado por influjos de capital privado desde países ricos. <br />
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En tercer término, “ese ajuste natural –cree Wolf- continuará trabado por la acumulación de reservas en divisas. Por ejemplo, en el decenio 1999/2008, las reservas oficiales del mundo crecieron de US$ 1,62 a 7,53 billones; vale decir US$ 5,92, esto es 355%”. Esta expansión, podría argüirse, era una forma de reasegurarse tras crisis anteriores. De hecho, así ocurrió entre julio de 2008 y febrero de 2009.</p>
<p>Como afirma la sapiencia convencional a la que subscribe el columnista, “eso se llama mercantilismo y lo practica China, el intervencionista dominante. De ahí que aporte 40% a la acumulación mundial de reservas entre marzo de 2009 y junio de 2010. En aquel punto, sumaba US$ 2,45 billones, 50% de su PBI”. Los ortodoxos interpretan esa cifra como un desorbitado subsidio a las exportaciones.<br />
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En un pretérito no demasiado remoto, John Connally –secretario de hacienda cuando Nixon borró la convertibilidad de un plumazo- fue brutalmente explícito. Les dijo a Japón y a Europa occidental que “desde ahora el dólar será nuestra moneda pero el problema de ustedes”. Justamente lo que sostienen implícitamente los chinos respecto del yüan. Otra guerra de divisas arrecia, aunque no se haya declarado.</p>
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