La contienda verdadera – a pesar de que hubo 14 candidatos – fue entre el presidente titular Goodluck Jonathan del Partido Democrático del Pueblo (PDP) y el general Muhammadu Buhari del partido All Progressives Congress (APC).
Con la marcada fractura entre el norte y el sur del país, se temían acciones violentas en el día eleccionario pero no las hubo. En general, fueron elecciones pacíficas. Hay mucha tensión en el país por los ataques terroristas del grupo Boko Haram y por la marginación que percibe la región del norte. Esos factores aumentaron las fracturas tradicionales étnicas, regionales y religiosas que han definido la política nigeriana desde su independencia.
Lleva la delantera de los votos el General Buhari. Hasta con 56,3% frente a 42,6% para Jonathan. Este resultado refleja la gran frustración del pueblo con la presidencia actual, que no ha sido capaz de detener el terrorismo, ni de integrar al norte ni de solucionar el desempleo.
El nuevo gobierno afrontará grandes desafíos. Las grandes divisiones del país han impedido el desarrollo desde la independencia. La gran misión será atacar las raíces de las fracturas, en particular la marginación del norte, con una distribución más justa de los recursos y con inversiones que promuevan actividades económicas.
Deberá también doblegar a los grupos terroristas que son una amenaza permanente y también implementar las reformas económicas necesarias para crecer, reducir la pobreza y crear empleo a los millones de jóvenes que buscan trabajo.
Con este avance de la democracia Nigeria tiene la posibilidad de influir en todo el continente africano. Las elecciones transparentes auguran una nueva era de gobierno y la posibilidad de lograr mejor desempeño económico con consecuencias positivas para todas las regiones del país y para los demás países del continente.